El desafío de trasladar a las urnas los resultados económicos
Sergio Crivelli
El viernes el Gobierno cerró un acuerdo con bancos privados por un préstamo de mil millones de dólares en la variante llamada “repo” con una tasa de un dígito. Lo hizo para fortalecer las reservas y atenuar riesgos cambiarios.
Desde 2018 que el país no había podido cerrar una operación de esas características. Una prueba más del brusco giro de la situación financiera en la que entró el país. Una situación con consecuencias estabilizadoras para los mercados que el ministro Luis Caputo controla sin sofocones.
El veranito financiero que ya lleva un año impacta en la economía real con un descenso en picada de la inflación y una recuperación que se parece cada vez más a un “V”. La estabilidad no sólo enmudeció a la oposición más recalcitrante, sino que tuvo efectos prácticos inimaginables: hizo que Hugo Moyano se viese forzado a rebajar sus exigencias de aumento salarial hasta la pauta fijada por el gobierno. Para el trimestre diciembre/febrero había reclamado el 15%, los empresarios habían ofrecido el 8% y terminó aceptando el 5%, porque Caputo amenazó con no homologar el convenio. Ante ese panorama el en otros tiempos prepotente sindicalista optó por dejar el conflicto para mejor oportunidad. Ni marchas, ni bloqueos.
En este clima de paz (no sólo cambiaria) se inicia un año electoral con un cronograma exigente que puede además tener un impacto demoledor sobre el sistema de partidos (ver “Actualidad de Milei”).
Pero a Javier Milei no le alcanza para triunfar mostrar los resultados macroeconómicos: deberá armar una oferta que le permita controlar el Congreso y generar expectativas de continuidad más allá de 2027. Si no lo consiguiese, la estabilidad macro entraría en terreno peligroso igual que el programa de reformas que el gobierno está llevando adelante a pesar de la fuerte resistencia del círculo rojo y de todas las fuerzas conservadoras, con la dirigencia política a la vanguardia.
En ese terreno el primer problema del Presidente es que no cuenta con un equivalente a Luis Caputo para el armado político. Tiene a la secretaria de la Presidencia y a otro Caputo, pero no es igual.
Para hacer más complejo el panorama el cronograma no sólo es extenso sino diverso. Se eligen cargos nacionales –diputados y senadores—provinciales y municipales. Los nacionales, por primera vez con boleta única.
La estrategia de la Casa Rosada es doble. Por un lado fragmentar a los ideológicamente afines y por otro polarizar con el kirchnerismo y aliados.
El primer desafío de Milei consiste en consolidar el voto antiperonista que lo catapultó contra todos los pronósticos a la presidencia. En este punto su mayor obstáculo son los Macri, que intentan conservar su poder en CABA con bajas expectativas por ahora, pero para gran satisfacción del kirchnerismo.
El primer desafío de Milei consiste en consolidar el voto antiperonista que lo catapultó contra todos los pronósticos a la presidencia. En este punto su mayor obstáculo son los Macri, que intentan conservar su poder en CABA con bajas expectativas por ahora, pero para gran satisfacción del kirchnerismo.
Jorge Macri desdobló las elecciones y se propone debilitar al Gobierno dividiendo su electorado. No se descarta, sin embargo, un entendimiento, porque la competencia con Milei podría ser fatal para ambos Macri. De todos modos Jorge sigue trabajando en silencio para recrear Juntos por el Cambio en su distrito con la ayuda de Elisa Carrió. Ahí la pata que se resiste es la de la UCR porque Martín Lousteau aborrece a Mauricio Macri.
Si no arregla con los Milei el ex presidente se expone a un doble riesgo: perder votos y que la tropa se le pase de bando. No sólo se le fueron Bullrich, Petri, Kravetz y Valenzuela, hay gobernadores como Rogelio Frigerio e Ignacio Torres que dan indicios evidentes de autonomía. Macri quiere preservar su poder, pero no tiene con qué desafiar el liderazgo presidencial. Sus votantes difícilmente lo sigan si decide romper el frente anti-K.
Otro que afronta el riesgo de convertirse en una entelequia es el radicalismo que también está al borde de la anarquía y con una conducción, la de Martín Lousteau, sin rumbo ni autoridad. Aquí el dúo Karina-Santiago Caputo parece apostar no tanto a la confrontación como a la fragmentación del adversario.
A la última reunión con el presidente no sólo fueron los diputados habituales –Campero, de Loredo, etcétera-- sino hasta Julio Cobos, que ofreció otra masterclass de elasticidad política.
Por último, el kirchnerismo también está a mitad de un proceso de difícil pronóstico. Cristina Kirchner quiere la cabeza de Axel Kicillof, pero el gobernador tiene la facultad de desdoblar las elecciones, decisión que sería fatal para las chances de la expresidenta. Kicillof no se anima a enfrentarla, pero el tiempo corre en su contra. Varios intendentes del conurbano quieren desligar su suerte de la de CFK y apoyan en silencio al gobernador, pero nadie se anima aún a desafiar su liderazgo que hace años que entró en una decadencia, pero conserva intacto el apoyo del voto peronista más visceral.
Publicado en La Prensa.
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