Ya se hizo la primer barrida
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.


 La recuperación del país necesita del consenso necesario para que se adopten medidas que atañen al desenvolvimiento de la vida nacional. Se está intentando hacer  un profundo cambio en las viejas estructuras jurídicas, políticas y económicas, aunque ninguna sociedad puede cambiar totalmente, aun las transformaciones más drásticos   siempre serán  parciales,  puesto que afectan a todas sus estructuras. No es tarea fácil,  se debe tener preparado el reemplazo o la reparación adecuada, también  estimar los costos sociales que provoca.
 
 Por otro lado, es un error prometer una recuperación que se verá en cuarenta o cincuenta años, la generación actual tiene tanto o más valor que las que vienen. No se le puede pedir a la gente sacrificios excesivos en función de beneficios, siempre presuntos, que recibirán las generaciones futuras. Más allá del lapso de una vida humana, aunque también dentro de él,  las consecuencias de las acciones que los individuos pueden anticipar son insondables y azarosas, nadie puede profetizarlas, ni siquiera la previsión del liderazgo político. Nadie pudo prever, por ejemplo, el desarrollo espectacular que tuvo Occidente desde el siglo X, que condujo a la aparición de las sociedades libres, los Estados Nacionales, la institucionalización de la Ciencia, la economía de mercado, la revolución industrial,  y otras grandes transformaciones que identificamos hoy como  parte de Sociedad Moderna. Tampoco las del socialismo real que reivindicó al Estado  -aquél que prometía destruir-   como instrumento de la igualdad. En contra de la economía de mercado  se creyó que al estatizar todas las actividades sociales se las sustraía al egoísmo del afán de lucro. No se predijo el efecto social y psicológico que acarreó la fusión del socialismo con el nacionalismo: una formidable concentración de poder en el Estado, lo cual  derivó en el Totalitarismo.
 
Girando la mirada hacia  Argentina, el nacionalismo y la intervención arbitral del Estado  -no como suprema instancia controladora según normas constitucionales-   formó parte de un fenómeno social mayor: la creciente intervención del Estado en la actividad económica general. No solo éste asumió  la condición de empresario,  estatizando empresas o reservándose el papel,  parcial o total,  de determinadas áreas económicas, sino también,  reguló el proceso económico a través de la política bancaria y la de precios, de inversiones públicas y  leyes de control requeridas al uso de la propiedad, entre otros medios. Ello condujo a la decadencia de la economía nacional y a la progresiva restricción de las libertades de las personas.
 
 Las medidas demagógicas en materia de relaciones de trabajo, los criterios políticos en el manejo de las cuestiones salariales,  los atrasos inconsultos en el pago de haberes a los funcionarios públicos, la abusiva retención de los importes  correspondientes a las retroactividades, incluidos la de los jubilados,  no constituyen muestras de  sentido del derecho pues implican  desconocimiento y menosprecio de todas las personas afectadas.
 
La sociedad contiene a todas las estructuras necesarias para su supervivencia, la empresa es parte de la estructura económica pero se relaciona con todas las demás, por ejemplo,  la estructura política influye decisivamente sobre ella y es fundamental para la producción y la productividad. Es por ello que privatizar es un paso decisivo para terminar definitivamente con los déficits presupuestarios en el futuro, gastos de capitalización y explotación,  requeridos por las empresas del Estado. Además,  se debe tener en cuenta,  que los funcionarios no se hallan en condiciones de evitar las presiones por favoritismos, por lo cual,  la corrupción resulta inevitable.  Es mucho más dañina en el ámbito del Estado que en el de la actividad privada,  donde se lesiona a una empresa, la corrupción estatal perjudica a todos,  carga a la sociedad con costos injustos pues se aprovecha de la administración de un patrimonio común.  Al mismo tiempo,  cuando alguien consiente que se violen las normas está negando el derecho de igualdad ante la ley. Pasarle por encima menoscaba a la Justicia y  desacredita la autoridad que le es propia.
 
Uno de los mayores logros del Gobierno es ir desmayando la inflación,  mal que  hizo más penosos los consumos necesarios, empobreció al país y lo  arrastró a  dificultades cada vez mayores.  Importadores y exportadores quedaron prisioneros de la voluntad de funcionarios que impusieron reglamentaciones arbitrarias del valor de la moneda e instauraron regímenes discriminatorios de adjudicación de  divisas. En nuestro país, la gente se había acostumbrado a la inflación,  se la consideraba un mal congénito;   casi todos los gobiernos,   durante décadas, emitieron sin respaldo,  irrumpieron  en el mercado de cambios para imponer reglas arbitrarias y coercitivas de las actividades comerciales e industriales, regulando  autoritariamente  los precios. Reemplazaron la iniciativa privada por la de funcionarios públicos que tendieron a la planificación global de esas actividades.
 
Nada se opuso más a la doctrina de Alberdi que ésa política: contrariaba los principios de sus concepciones económicas, jurídicas, sociales y políticas. Dijo Alberdi: ”La libertad económica es la libertad de poseer y tener, de trabajar y producir, de adquirir y enajenar, de obligar su voluntad, de disponer de su persona y de sus destinos privados. Accesible por la Constitución al extranjero en igual grado que al ciudadano, recibe de esta condición su más fuerte garantía de practicabilidad, y asegura ella misma el porvenir de las otras libertades”.
 
El ciudadano fue gradualmente desplazado de la esfera del derecho hacia la del permiso previo, donde se debatió, sin garantías, falto de seguridad jurídica y expuesto a todas los discrecionalismos que sobrevienen a la quiebra de las normas. En adelante,  si la suerte acompaña  el cambio estructural que se inició hace un año,  podrá hacer,  por si mismo,  todo cuanto no esté prohibido expresamente por la ley,  será responsable por lo que haga en contradicción con ella. Un cambio acorde a la Constitución.
 
 La sociedad está apoyando, más allá de sus extravagancias, al presidente Milei, se ha  ganado la confianza de la mayoría, incluso de conocidos economistas,  quienes,  marcando algunas diferencias, no dejan de reconocer los innegables logros realizados en tan poco tiempo. Si cumple con sus promesas de campaña,  vamos hacia el fortalecimiento del Estado,  solo en su papel de vigilante del orden social, de garante de la propiedad privada, del pluralismo político y de una justicia institucionalizada. Se llevará a la democracia a su verdadero valor y se quitarán  las trabas al comercio   para que se reactive la economía y podamos vivir mejor. El proceso más difícil de saneamiento esta hecho, salvo algunas otras reformas,  como son la del régimen impositivo y laboral.  Se debería ayudar al Gobierno a no interrumpir esta política cuando el éxito se está acercando  al alcance de la mano. 
 

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