¿Todas las batallas juntas o mejor una por una?

Jorge Raventos
Estudió sociología en la UBA. Periodista profesional. Fue directivo de las revistas Panorama, Confirmado, Primera Plana, el Observador, Playboy, Competencia, Economía Argentina.
Es columnista político de La Capital de Mar del Plata. Ejerció la docencia en las carreras de Ciencias Económicas y Sociología y en el Instituto de Formación Política de La Plata.
Fue asesor de comunicación de la Confederación General de la Industria y de la Unión Industrial Argentina y consultor de la ONUDI. Fue vocero de la Cancillería Argentina (1992-1999).
Es miembro cofundador (1997) del Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario. Junto a Jorge Castro y Pascual Albanese publicó en 2008 La Argentina después de Kirchner.
Es columnista político de La Capital de Mar del Plata. Ejerció la docencia en las carreras de Ciencias Económicas y Sociología y en el Instituto de Formación Política de La Plata.
Fue asesor de comunicación de la Confederación General de la Industria y de la Unión Industrial Argentina y consultor de la ONUDI. Fue vocero de la Cancillería Argentina (1992-1999).
Es miembro cofundador (1997) del Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario. Junto a Jorge Castro y Pascual Albanese publicó en 2008 La Argentina después de Kirchner.
La presentación del presidente Javier Milei en el Congreso, el sábado 1° de marzo fue, si se quiere, más anómala que la de un año atrás, cuando inauguró las sesiones de espaldas al recinto legislativo: esta vez el Presidente tuvo que hablar para menos de la mitad de los legisladores, porque la mayoría de ellos decidieron ausentarse; estuvo rodeado por los propios -pocos en las bancas, numerosos en palcos y galerías- y por algunos representantes de otros partidos, entre aliados y dialoguistas. El discurso fue menos agresivo de lo que Milei acostumbra y tuvo pocas novedades.
EL FMI QUIERE ACUERDO LEGISLATIVO
La más importante fue la sugerencia de que ya está en las gateras el esperado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. No dio detalles (días después, Luis Caputo le pondría fecha aproximada: dentro del primer cuatrimestre, es decir antes de mayo) pero adelantó que cuando estuviera listo pediría la aprobación del Congreso. Tal vez haya allí una explicación para la relativa suavidad presidencial en esta ocasión: necesitará que el Congreso sostenga la negociación porque el Fondo exige ese aval institucional.
La atmósfera que rodeaba la Asamblea Legislativa no era demasiado auspiciosa para el Gobierno. Desde que Milei emitió el ya célebre mensaje promocional del memecoin $Libra que derivó en lo que la revista Forbes calificó como “el robo más grande de la historia de las criptomonedas”, la Casa Rosada soporta una lluvia ácida de sospechas, pedidos de investigación y denuncias judiciales, tanto localmente como en el exterior. Ese clima nervioso determinó varios errores no forzados del entorno presidencial (el más notorio: la interrupción de una entrevista televisiva de Milei por su asesor Santiago Caputo, que por un lado operó como efecto de revelación sobre las relaciones entre el poder y cierto periodismo y por el otro sugirió que, al menos en algunas materias, el asesor controla al Presidente.
ERRORES NO FORZADOS
Además, en vísperas de la reapertura de las sesiones ordinarias del Congreso Milei decidió resolver por decreto la designación de dos jueces en la Corte Suprema pese a que el Senado ya estaba tratando el asunto. El procedimiento elegido, más allá de su controvertida constitucionalidad (que, sin embargo, la Corte zanjó favorablemente al tomarle juramento a uno de ellos) tensaba las relaciones entre el Legislativo y un Ejecutivo al que el Congreso asigna pulsiones avasallantes.
¿A qué obedece el empeño presidencial en imponer dos cortesanos (particularmente a uno que ha sido fuertemente resistido, como Ariel Lijo)? En una columna que publicó esta semana en La Nación, Joaquín Morales Solá introdujo un datro interesante: “Según fuentes inmejorables, un conocido grupo económico argentino, que tiene afinidades recientes con Milei, sería fundamental para el impulso del oficialismo a Lijo, con quien aquel grupo tiene una histórica y buena relación”.
El episodio suscitado por la intervención del diputado Facundo Manes que, desde su banca y sin micrófono abierto, blandió un tomo de la Constitución e hizo alusiones a la criptoestafa y al nombramiento por decreto de los magistrados, no hubiera pasado de una apostilla si la respuesta airada de Milei desde el estrado presidencial y, posteriormente, la reacción amenazante del asesor Santiago Caputo no le hubieran elevado el valor noticioso, que revuelve temas de los que el oficialismo prefiere no hablar. Errores no forzados.
En el caso de la Corte, el Congreso se apresta a tratar los pliegos de Lijo y Manuel García-Mansilla. La situación de ambos es ahora diferente. García-Mansilla ya integra la Corte (en comisión, por un año), Lijo puso como condición para integrarse en iguales términos que se le concediera licencia en el juzgado federal que ocupa: no quería perder esa silla a cambio de una provisoria. La licencia le fue denegada por la Corte (el recién incorporado García- Mansilla votó por el rechazo junto a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz). Ahora solo le queda dar marcha atrás y renunciar al juzgado o esperar un acuerdo del Senado que le permitiría renunciar a su juzgado con un sitial cortesano bien atornillado.
En caso de que el Senado rechace a los dos candidatos, García-Mansilla, que ya forma parte de la Corte, tendrá asegurada su permanencia hasta que concluya su período de comisión. Lijo, en cambio, quedaría fuera del alto tribunal (pero con su juzgado federal asegurado hasta la jubilación).
En el cálculo político del Gobierno las incorporaciones tenían el sentido de conformar una Corte “propia”, y pensaban apoyarse en una mayoría coordinada por quien ha sido señalado como gestor de la idea, el juez Ricardo Lorenzetti. Con todo, el primer producto de la Corte renovada ha exhibido a Lorenzetti aislado y a García-Mansilla aliado a los dos cortesanos más antiguos. No cabe deducir que se haya formado una mayoría automática, pero sí, probablemente, que se esboza una “minoría automática”: Lorenzetti seguramente verá postergado su deseo de volver a presidir la Corte. Y el Gobierno tendrá que asimilar la idea de que hay poderes que no se controlan desde la Casa Rosada. Al fin de cuentas, eso está escrito en la Constitución que esgrimía el diputado Manes el sábado 1°.
¡A POR ELLOS!
Un tanto suavizado el tono con el Congreso, el Presidente canaliza su energía polémica con otros, abundantes, adversarios. Reitera los ataques al periodismo crítico y a los economistas que objetan sus juicios apodícticos sobre la relación peso-dólar; pero eso, si se quiere, ya forma parte del paisaje.
Lo que hay que subrayar como novedad es la guerra en la que parece haberse embarcado contra el Grupo Clarín y, un poco antes, contra Techint. Se trata de dos importantes actores de la escena productiva. A Paolo Rocca, el número uno de Techint -uno de los motores de Vaca Muerta-, y por debajo de él a “los empresarios que no invierten y quieren mantener una vida fastuosa”, Milei los señala como grandes titiriteros de las políticas devaluatorias.
A Clarín, que acaba de concretar la compra de Telefónica por Telecom, (una empresa que ya pertenece al grupo), el Presidente le advierte que impedirá que se concrete esa unión y promete que el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) le pondrá obstáculos insalvables.
La otra pelea de Milei es con el jefe de su principal apoyo legislativo, con Mauricio Macri. Y, de parte del Presidente, parece una lucha de pulatino exterminio.
¿No son demasiadas peleas en simultáneo? Probablemente Milei considera que este es el momento de conquistar más espacio, cuando la oposición política luce desconcertada, dividida e impotente. Pero, como apuntó Procopio de Cesárea hace veinte siglos, “aquellos que considerándose victoriosos se enaltecen con sus logros acaban destruidos más fácilmente que aquellos que actúan con profundo respeto hacia el enemigo”.
Otra jugada táctica del Gobierno merece mantenerse bajo análisis. Golpeando sobre lo que constituye un punto vulnerable del gobierno bonaerense, el Presidente decidió atacar al gobernador Axel Kicilof y hasta insinuar una (políticamente inviable) intervención federal a la Provincia. Esa jugada tuvo el efecto de fortalecer relativamente a Kiciloff: lo elevó a la categoría de rival del Presidente y empujó a sus competidores internos (particularmente la señora de Kirchner y su hijo) a cerrar filas detrás de él. ¿Milei considera que es más redituable para su fuerza polarizar con el gobernador que con la exvicepresidenta? Ese movimiento le permite a Kicillof avanzar en la diferenciación política que pedía (“nuevas canciones”) con menor costo interno que si se viera obligado a pulsear abiertamente con los K.
Si Milei se siente en fuerza para dar tantas batallas, es porque se considera respaldado por Donald Trump. Y Trump lo confirma con constantes elogios. Milei necesita que, además, el gobierno de Washington termine de cerrar las mejores condiciones para el acuerdo con el Fondo. Y que lo acoja en sus brazos en el mercado común con Estados Unidos que el presidente argentino ansía (“Es mi prioridad”, dijo). Trump responde con generalidades: “Consideraría cualquier cosa”, respondió cuando le preguntaron si aceptaría el acuerdo de libre comercio con Argentina. Ni sí, ni no, ni blanco, ni negro.
Por otra parte, habría que ver en que puede favorecer a las partes ese acuerdo. Pero no será esta semana.
EL FMI QUIERE ACUERDO LEGISLATIVO
La más importante fue la sugerencia de que ya está en las gateras el esperado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. No dio detalles (días después, Luis Caputo le pondría fecha aproximada: dentro del primer cuatrimestre, es decir antes de mayo) pero adelantó que cuando estuviera listo pediría la aprobación del Congreso. Tal vez haya allí una explicación para la relativa suavidad presidencial en esta ocasión: necesitará que el Congreso sostenga la negociación porque el Fondo exige ese aval institucional.
La atmósfera que rodeaba la Asamblea Legislativa no era demasiado auspiciosa para el Gobierno. Desde que Milei emitió el ya célebre mensaje promocional del memecoin $Libra que derivó en lo que la revista Forbes calificó como “el robo más grande de la historia de las criptomonedas”, la Casa Rosada soporta una lluvia ácida de sospechas, pedidos de investigación y denuncias judiciales, tanto localmente como en el exterior. Ese clima nervioso determinó varios errores no forzados del entorno presidencial (el más notorio: la interrupción de una entrevista televisiva de Milei por su asesor Santiago Caputo, que por un lado operó como efecto de revelación sobre las relaciones entre el poder y cierto periodismo y por el otro sugirió que, al menos en algunas materias, el asesor controla al Presidente.
ERRORES NO FORZADOS
Además, en vísperas de la reapertura de las sesiones ordinarias del Congreso Milei decidió resolver por decreto la designación de dos jueces en la Corte Suprema pese a que el Senado ya estaba tratando el asunto. El procedimiento elegido, más allá de su controvertida constitucionalidad (que, sin embargo, la Corte zanjó favorablemente al tomarle juramento a uno de ellos) tensaba las relaciones entre el Legislativo y un Ejecutivo al que el Congreso asigna pulsiones avasallantes.
¿A qué obedece el empeño presidencial en imponer dos cortesanos (particularmente a uno que ha sido fuertemente resistido, como Ariel Lijo)? En una columna que publicó esta semana en La Nación, Joaquín Morales Solá introdujo un datro interesante: “Según fuentes inmejorables, un conocido grupo económico argentino, que tiene afinidades recientes con Milei, sería fundamental para el impulso del oficialismo a Lijo, con quien aquel grupo tiene una histórica y buena relación”.
El episodio suscitado por la intervención del diputado Facundo Manes que, desde su banca y sin micrófono abierto, blandió un tomo de la Constitución e hizo alusiones a la criptoestafa y al nombramiento por decreto de los magistrados, no hubiera pasado de una apostilla si la respuesta airada de Milei desde el estrado presidencial y, posteriormente, la reacción amenazante del asesor Santiago Caputo no le hubieran elevado el valor noticioso, que revuelve temas de los que el oficialismo prefiere no hablar. Errores no forzados.
En el caso de la Corte, el Congreso se apresta a tratar los pliegos de Lijo y Manuel García-Mansilla. La situación de ambos es ahora diferente. García-Mansilla ya integra la Corte (en comisión, por un año), Lijo puso como condición para integrarse en iguales términos que se le concediera licencia en el juzgado federal que ocupa: no quería perder esa silla a cambio de una provisoria. La licencia le fue denegada por la Corte (el recién incorporado García- Mansilla votó por el rechazo junto a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz). Ahora solo le queda dar marcha atrás y renunciar al juzgado o esperar un acuerdo del Senado que le permitiría renunciar a su juzgado con un sitial cortesano bien atornillado.
En caso de que el Senado rechace a los dos candidatos, García-Mansilla, que ya forma parte de la Corte, tendrá asegurada su permanencia hasta que concluya su período de comisión. Lijo, en cambio, quedaría fuera del alto tribunal (pero con su juzgado federal asegurado hasta la jubilación).
En el cálculo político del Gobierno las incorporaciones tenían el sentido de conformar una Corte “propia”, y pensaban apoyarse en una mayoría coordinada por quien ha sido señalado como gestor de la idea, el juez Ricardo Lorenzetti. Con todo, el primer producto de la Corte renovada ha exhibido a Lorenzetti aislado y a García-Mansilla aliado a los dos cortesanos más antiguos. No cabe deducir que se haya formado una mayoría automática, pero sí, probablemente, que se esboza una “minoría automática”: Lorenzetti seguramente verá postergado su deseo de volver a presidir la Corte. Y el Gobierno tendrá que asimilar la idea de que hay poderes que no se controlan desde la Casa Rosada. Al fin de cuentas, eso está escrito en la Constitución que esgrimía el diputado Manes el sábado 1°.
¡A POR ELLOS!
Un tanto suavizado el tono con el Congreso, el Presidente canaliza su energía polémica con otros, abundantes, adversarios. Reitera los ataques al periodismo crítico y a los economistas que objetan sus juicios apodícticos sobre la relación peso-dólar; pero eso, si se quiere, ya forma parte del paisaje.
Lo que hay que subrayar como novedad es la guerra en la que parece haberse embarcado contra el Grupo Clarín y, un poco antes, contra Techint. Se trata de dos importantes actores de la escena productiva. A Paolo Rocca, el número uno de Techint -uno de los motores de Vaca Muerta-, y por debajo de él a “los empresarios que no invierten y quieren mantener una vida fastuosa”, Milei los señala como grandes titiriteros de las políticas devaluatorias.
A Clarín, que acaba de concretar la compra de Telefónica por Telecom, (una empresa que ya pertenece al grupo), el Presidente le advierte que impedirá que se concrete esa unión y promete que el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) le pondrá obstáculos insalvables.
La otra pelea de Milei es con el jefe de su principal apoyo legislativo, con Mauricio Macri. Y, de parte del Presidente, parece una lucha de pulatino exterminio.
¿No son demasiadas peleas en simultáneo? Probablemente Milei considera que este es el momento de conquistar más espacio, cuando la oposición política luce desconcertada, dividida e impotente. Pero, como apuntó Procopio de Cesárea hace veinte siglos, “aquellos que considerándose victoriosos se enaltecen con sus logros acaban destruidos más fácilmente que aquellos que actúan con profundo respeto hacia el enemigo”.
Otra jugada táctica del Gobierno merece mantenerse bajo análisis. Golpeando sobre lo que constituye un punto vulnerable del gobierno bonaerense, el Presidente decidió atacar al gobernador Axel Kicilof y hasta insinuar una (políticamente inviable) intervención federal a la Provincia. Esa jugada tuvo el efecto de fortalecer relativamente a Kiciloff: lo elevó a la categoría de rival del Presidente y empujó a sus competidores internos (particularmente la señora de Kirchner y su hijo) a cerrar filas detrás de él. ¿Milei considera que es más redituable para su fuerza polarizar con el gobernador que con la exvicepresidenta? Ese movimiento le permite a Kicillof avanzar en la diferenciación política que pedía (“nuevas canciones”) con menor costo interno que si se viera obligado a pulsear abiertamente con los K.
Si Milei se siente en fuerza para dar tantas batallas, es porque se considera respaldado por Donald Trump. Y Trump lo confirma con constantes elogios. Milei necesita que, además, el gobierno de Washington termine de cerrar las mejores condiciones para el acuerdo con el Fondo. Y que lo acoja en sus brazos en el mercado común con Estados Unidos que el presidente argentino ansía (“Es mi prioridad”, dijo). Trump responde con generalidades: “Consideraría cualquier cosa”, respondió cuando le preguntaron si aceptaría el acuerdo de libre comercio con Argentina. Ni sí, ni no, ni blanco, ni negro.
Por otra parte, habría que ver en que puede favorecer a las partes ese acuerdo. Pero no será esta semana.
Publicado en La Prensa.
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