Renunciar a los fondos federales sería beneficioso para Harvard

Jeffrey A. Miron
Académico Titular del Cato Institute y Director de Estudios de Pre-grado en el Departamento de Economía de la Universidad de Harvard. Su área de especialización es el liberalismo económico, con particular concentración en la economía de las drogas ilegales. Miron ha sido parte de la facultad de la Universidad de Michigan y también ha sido un profesor visitante de la Escuela Sloan de Administración del Instituto Tecnológico de Massachusetts y del Departamento de Economía de la Universidad de Harvard. Entre 1992-1998 fue presidente de la junta directiva del Departamento de Economía de la Universidad de Boston. Es autor de Drug War Crimes: The Consequences of Prohibition and The Economics of Seasonal Cycles, además de numerosos artículos y estudios. Ha recibido la beca de investigación Olin por parte del Buró Nacional de Investigaciones Económicas (NBER, por su sigla en inglés), además de otras becas de investigación de la Earhart Foundation y de la Sloan Foundation, respectivamente. Miron recibió su título universitario de la Swarthmore College en 1979 con distinción magna cum laude y su doctorado en economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts en 1984.
El 11 de abril, el gobierno federal amenazó con interrumpir la financiación a Harvard a menos que accediera a decenas de exigencias, entre ellas auditar los puntos de vista de estudiantes y profesores y cambiar los procesos de admisión y contratación para garantizar la "diversidad de puntos de vista". La Universidad se negó a aceptar estas exigencias, declarando que "no renunciará a su independencia ni a sus derechos constitucionales".
La administración respondió congelando 2.200 millones de dólares en financiación y amenazando con otros 1.000 millones destinados a la investigación sanitaria. Esto ha creado una batalla legal sobre si el gobierno puede condicionar legalmente la financiación a tales exigencias. Harvard debería, y puede, prevalecer en las cuestiones legales.
Sin embargo, creemos que la Universidad también debería prepararse para renunciar por completo a los fondos federales.
Como libertarios, sospechamos que el mundo estaría mejor sin la financiación estatal de la investigación, pero lo dejamos a un lado aquí. En este caso, Harvard serviría a sus propios intereses renunciando a los fondos federales.
Incluso si Harvard gana su batalla legal sobre los fondos federales existentes, lo cual es incierto, el riesgo de futuras intervenciones permanece; otra administración podría reinterpretar la sentencia para permitir demandas adicionales o convencer al Congreso de que reduzca la financiación de la investigación.
Aceptar fondos federales también hace que Harvard sea vulnerable a intervenciones anteriores a la actual administración. Por ejemplo, el Tribunal Supremo dictaminó en 2023 que Harvard no puede emplear admisiones basadas en la raza, basando su decisión en parte en la ley de derechos civiles que regula las instituciones que reciben financiación federal.
Renunciar a la financiación federal libraría a Harvard de investigaciones onerosas e intrusivas. La administración alega, por ejemplo, que Harvard hizo declaraciones "incompletas e inexactas" sobre la financiación extranjera y debe publicar todos los registros relacionados, pero Harvard no tendría que revelar la financiación extranjera si no aceptara fondos federales.
Del mismo modo, el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes tendría una base jurídica limitada para exigir que Harvard entregue potencialmente miles de documentos –incluidas comunicaciones internas– sobre 10 temas amplios si no fuera porque Harvard recibe fondos federales.
Renunciar a los fondos federales podría mejorar la imagen pública de Harvard. Parte de los insultos dirigidos a la Universidad se producen porque Harvard está parcialmente financiada por el Estado, y muchos contribuyentes no están de acuerdo con las declaraciones y políticas de la Universidad. Sin fondos federales, los contribuyentes tendrían menos motivos para preocuparse, lo que enfriaría las tensiones políticas y ayudaría a Harvard a mantener su reputación.
A pesar de estos beneficios, renunciar a los fondos federales sería costoso y perturbador para Harvard. Su dotación es grande –53.200 millones de dólares–, pero sólo unos 9.600 millones son de libre disposición. Asimismo, Harvard podría pedir un préstamo con cargo a la dotación, pero eso no haría más que posponer el ajuste de cuentas.
La Universidad podría reemplazar parte del dinero con donaciones de la industria y particulares; su postura contra la administración Trump ya ha provocado un modesto aumento de las donaciones, y doblar la apuesta podría galvanizar a los donantes aún más. Esto ayudaría a Harvard a eliminar el pequeño componente federal de sus paquetes de ayuda financiera.
Cualquier remedio llevaría tiempo, sin embargo, y no reemplazaría toda la financiación perdida. Harvard podría reorientar los fondos para preservar "la investigación médica, científica y tecnológica de vanguardia", pero los programas menos esenciales tendrían que reducirse. Así pues, renunciar a los dólares federales dista mucho de ser una solución perfecta, pero es la única forma de que Harvard mantenga su libertad.
Si la Universidad renuncia a la financiación federal, también debe prepararse para otras formas de intervención estatal. El 16 de abril, por ejemplo, la administración procedió a revocar la exención fiscal de Harvard. Es probable que la Universidad interponga una demanda, pero incluso si sale victoriosa, su exención fiscal seguirá siendo precaria.
La Universidad podría evitar esta incertidumbre convirtiéndose en una corporación estándar. Sus impuestos sobre la renta serían probablemente bajos, al menos al principio, porque operaría con pérdidas (aunque tendría que hacer frente a mayores impuestos sobre las ventas, el estado y la propiedad). Además, tendría libertad para gastar sus ingresos como quisiera.
El Estado puede intervenir de formas que Harvard no puede evitar. Algunos congresistas han propuesto aumentar el impuesto sobre la dotación y la administración amenaza con revocar la capacidad de Harvard para acoger a estudiantes internacionales. Estas políticas son imprudentes y perjudicarían a Harvard, pero son independientes de la aceptación de fondos federales; en todo caso, el público puede oponerse más a estas medidas si Harvard no acepta dinero federal en primer lugar.
La disputa actual entre Harvard y la administración Trump no es inesperada. Es el último clímax en una tendencia de creciente intervención federal en los asuntos de Harvard. En enero del año pasado, las investigaciones cada vez más intrusivas del Estado llevaron a uno de nosotros a argumentar que Harvard debería renunciar a la financiación federal. Las últimas acciones del gobierno –y la amenaza a la independencia de Harvard– hacen que esta medida sea más urgente que nunca.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 30 de abril de 2025.
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