No hay un minuto que perder en tonterías

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Los
reiterados fracasos que hirieron a la Argentina por el régimen económico que
prevaleció por años desde que elegimos la democracia, en 1983, comenzó a dejarse de lado durante el gobierno
de Carlos Menem y desde que asumió como presidente de la República, Javier Milei. Ambos, con una política similar
de corte liberal, franca y clara, ofrecieron una auténtica salida para mejorar
la economía y frenar el caos social que en uno y otro caso se avecinaba.
Esta
nueva oportunidad no debería malversarse como la anterior. Para ser aprovechada
el Gobierno debe poder introducir los cambios fundamentales que faltan en la
política económica. No serán posibles si se le permite en las elecciones
levantar cabeza al peronismo, en todas sus variantes.
No
solo los peronistas, el Congreso como institución y casi todos los partidos
políticos y sus líderes, han sido cómplices, en algún momento, de una política inflacionaria y
dirigista. Propusieron la vía fácil de
la emisión, de los controles y de la demagogia.
Dejaron de lado, poco a poco, la mayoría de las libertades que en el campo
económico y social proclama la Constitución, oscuros funcionarios del Banco
Central se levantaron contra ella llevándonos hacia la dictadura económica.
No hay
un minuto que perder, para ello se debería tener en claro que una sociedad libre está asociada a los conceptos de individualismo y
liberalismo, lo fundamental es la supremacía del individuo, dentro de un marco
normativo común. La economía no se
ordena desde ninguna oficina estatal ni planificación central, se deja librada
a las fuerzas del Mercado.
En casi todos los gobiernos ha existido una equivocación: quisieron planificar la
economía en vez de pensar en qué medidas son necesarias para liberar al Mercado
e incentivar la competencia interna y externa. Aun en la actualidad muchos
intelectuales bregan por terceras posiciones en el ordenamiento
económico: un poco de liberalismo y otro de socialismo, o sea: “ ni chicha ni limonada”, volver al pasado. Los tropiezos de los gobiernos mixtos,
surgieron por la incontinencia de los mismos, cuyos consumos de dinero fueron
para fines completamente extraños a las necesidades genuinas del país.
Crecieron en dirección inversa de la
utilidad de esos fines, se extendieron incontrolablemente a nuevos campos de
dispendio, siendo el resultado las consecutivas crisis económicas. Fue el
motivo principal de por qué no se logró rescatar al país de los
desequilibrios presupuestarios.
La
desvalorización de los partidos políticos y de sus líderes y el éxito que
genera, indica que no han estado en el
pasado en condiciones de resolver los recurrentes problemas económico-sociales
ni de representar auténticamente a la democracia. Solo exhibieron fracasos, no
fueron alternativas al régimen peronista,
persistieron en el uso y métodos impuestos por ellos, por eso no resolvieron las críticas
situaciones o lo hicieron solo a medias. Lo peor, crearon una falsa imagen de
la democracia ante los jóvenes: hoy aparece como un sistema en decadencia y
débil. Esto es muy peligroso para el futuro de la República porque si la
democracia no es una panacea, la información que proporciona es mayor y más
fidedigna. De ello se benefician no solo las personas y las empresas, sino
también el Gobierno y los funcionarios del Estado, les advierte acerca del
control de la sociedad civil sobre ellos y aunque no les guste, de que están observados por la gente.
Javier
Milei está comenzando un cambio bienhechor, si se
viera una política seria, a largo plazo, favorecería saldos exportables y capitales
dispuestos a invertir en el país. Se tiene que seguir frenando la inflación, desmantelando los controles arbitrarios y
paralizantes de la economía que aún
subsisten, asegurar la estabilidad monetaria, derecho fundamental de los ciudadanos. Procurar también la
estabilidad de precios y la mejora del salario real, promover el desarrollo del país sobre la base del ahorro. Hay mucho por hacer!
Si se
eliminaran las interferencias que aún pesan sobre la actividad privada, se podría asegurar al campo y a otros sectores
la percepción plena y rápida de los beneficios que obtienen de su trabajo.
Pagarían impuestos pero no estarían expuestos a la exacción a la que aún se los
somete a través del intervencionismo.
Es
cierto que hubo prioridades: el déficit fiscal y la inflación. Milei es un
presidente convencido de que las practicas
“ emisionistas” han fracasado y que
conducen inevitablemente a que regrese la inflación, la cual lleva a la crisis
económica y al caos social. Buena parte de la sociedad también lo sabe por
experiencia propia, de ahí viene el apoyo en pos de un auténtico desarrollo
sobre bases firmes de equilibrio económico y estabilidad monetaria. La mayoría
ya no desea aventuras de desarrollo
forzado, el que impulsan, todavía, algunos empresarios. Promueven,
como antes, un proceso de fantasías basado en la emisión, acostumbrados a hacer negocios con los gobiernos,
a instalar industrias privilegiadas con su aval. Seguirán
presionando para ver en qué campo pueden operar.
El mantenimiento de la estabilidad demandará más o menos esfuerzo según sea el
grado de confianza y el optimismo creador que logre despertar el Gobierno. Es
por ello que siempre insisto en que deberían actuar políticamente con más
prudencia. Los desaires e insultos a políticos y periodistas disminuyen la
confianza y la imagen presidencial,
además de incentivar la violencia en las redes. A esta altura debería saberlo el
Gobierno.
Aumentar la confianza permitiría el ahorro
genuino interno y externo que aun hoy
está retraído. Si se logra, podría
mantenerse una tasa de crecimiento razonable dentro de una economía sana y
equilibrada. Si bien todos los problemas no están resueltos hay seguras
perspectivas de que persistiendo en el esfuerzo el éxito no estaría lejos. ¿Por qué entonces aumentar los enemigos?
La
gente de bien pretende del Presidente que persevere en lo que el país requiere
para salir adelante dejando atrás la oscuridad moral en la que todavìa se
halla, es hora de darle la importancia
que tiene el tema. Si se le suma el
refuerzo a la actividad creadora privada, quedan pocas dudas de que la República se levantará
de su postración a planos de
progresiva recuperación y dignidad. Es necesario restablecer las condiciones
jurídicas y de seguridad económica para que la acción privada pueda
desenvolverse. Es la mejor obra a la que puede aspirar el Gobierno.
El Estado fue enorme, corrupto e ineficiente
por eso vivimos, décadas, peor de lo que hubiéramos vivido si se hubiera
optado por soluciones políticas que propusieran más competencia y
productividad. Como lo hizo antes Carlos Menem, el Presidente Milei ha quebrado
la indiferencia al Mundo que tenían los kirchneristas. Además la política
interior es globalmente coherente con la exterior, se está vigorizando a la sociedad civil, diversificando
los poderes del Estado. ¿Por qué,
entonces, en vez de subrayar los logros se los oscurece
con un comportamiento aniñado que empacha a los lobos que están en la gatera
para desprestigiarlo? No se entiende!
Si se
baja el tono, a medida que se vean los éxitos del modelo, será más difícil para la oposición
kirchnerista, peronista y radical, todavía inmersos en la inercia cultural
populista, contaminada de socialismo, postular
medidas que atenten contra el derecho de propiedad, la estabilidad de los
contratos, y en suma de la seguridad jurídica. De todos modos no se debería
subestimar a esos sectores sociales donde anidan numerosos adherentes al estatismo
esperando ser cooptados para implantar nuevamente el sistema dirigista,
intervencionista y estatista que nos ha perjudicado tanto.
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