La fantasía militar del presidente Milei

Ricardo Runza
Ingeniero
Aeronáutico y Magíster en Defensa Nacional.
A principios de
abril, el presidente Javier Milei hizo una alocución en conmemoración de los 43
años del inicio de la Guerra de Malvinas. En un discurso, que fue muy
criticado, hubo un aspecto en particular que nadie abordó: Argentina, ¿una
potencia militar?
Según trascendió
en la opinión pública, en este discurso trabajó el equipo del asesor Santiago
Caputo. El Presidente (a diferencia de su par norteamericano) no tiene un
asesor de Seguridad Nacional; aunque, en realidad, sí lo tiene, con otro
nombre, pero bajo la dependencia del jefe de Gabinete de Ministros: el
secretario de Asuntos Estratégicos, José Luis Vila. El Presidente está lleno de
asesores económicos en la materia que él domina y ninguno para aquellas que no.
Como fue elaborado por su estratega electoral, fue un discurso redactado para
embelesar los oídos de quien quiere seducir y liderar: la llamada familia
militar.
Entonces, el
Presidente prometió “dignificar a nuestras fuerzas armadas mediante las
inversiones necesarias, solo al alcance de una nación próspera”; porque “a
pesar de que la casta política intentó convencernos de lo contrario durante
décadas, la Argentina necesita unas fuerzas armadas robustas”; que “son
necesarias para defender nuestro extenso territorio de potenciales amenazas en
un contexto global de creciente incertidumbre” y; que “también son
imprescindibles en cualquier discusión diplomática”.
A fin de lograr
esto, el Presidente solo pudo esbozar que “para nosotros, las fuerzas armadas
son motivo de orgullo”; que “hemos dado por terminado el tiempo en el que eran
menospreciadas” y que como “prueba de ello es que, el 9 de Julio del año
pasado, por primera vez más de 2 mil de nuestros veteranos encabezaron el
desfile militar en el acto por el Día de la Independencia” y “por eso, además,
acabamos de promulgar un decreto (para) reconocer el grado de Subteniente de
Reserva al personal de Soldados Aspirantes a Oficiales de Reserva veteranos de
la Guerra de Malvinas”. Nada más.
El Presidente
suele autopercibirse como un refundador, pero no toma nota de que cuando
decidió obtener aviones F-16 lo hizo gracias a un proceso administrativo y de
selección que involucró, por lo menos, dos gestiones ministeriales de defensa
anteriores a su gobierno. Parece que nadie le avisó que cuando se subió –con su
vicepresidenta, Victoria Villarruel– a un tanque en el desfile militar que
mencionó, este era un proyecto impulsado por el general César Milani en tiempos
de la segunda presidencia de Cristina Kirchner, y parece que tampoco se percató
de que a fin de llegar a buen puerto con el proceso de adquisición de los F-16
le dio continuidad al brigadier “kirchnerista” Xavier Isaac como su jefe del
Estado Mayor Conjunto. Contradicciones objetivas de la realidad contra su
percepción subjetiva –tal vez– basada en algunos hechos ocurridos en los
gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner pero, entre otras cuestiones, ¿quién
radarizó el país?, ¿quién implementó reformas de corte liberal en la defensa
argentina tales como el traspaso al ámbito civil de la prestación de servicios
aeronáuticos y la regulación de la aviación civil o la unificación de las obras
sociales y los institutos universitarios militares, entre otras?, ¿quién compró
patrulleras de altamar?, ¿quiénes promovieron un financiamiento especial para
la defensa y actualizaciones salariales compensatorias al personal militar?,
¿acaso Mauricio Macri despreció a las fuerzas armadas?
Por supuesto que,
en Argentina, en estos años de democracia, hubo desmesuras de todo tipo y
también distintas prioridades y urgencias, errores y aciertos, pero cuando se
habla de cuestiones de seguridad nacional, de política de defensa y de política
militar se debe ser preciso porque la dimensión de las palabras del Presidente
se miden por la reacción de los países que puedan sentirse afectados ante una
posible carrera armamentística que se promueve unilateralmente. Es vergonzoso
que nadie en Chile o en Brasil ni en el Reino Unido de Gran Bretaña tome en
serio al Presidente y su cuestión militar. Provocan risas, tal como sucedió con
China con la inspección que ordenó este presidente a la Base Espacial en
Neuquén o la falsa denuncia de actividad ilegal de un buque pesquero chino que
hizo por las redes sociales el ministro Luis Petri.
El Presidente
debe calibrar sus palabras. ¿Hasta dónde quiere llevar al país para ser una
potencia militar? ¿Como Chile, que tuvo un gasto militar en 2024 de 5.491,7
millones de dólares?, ¿como Colombia, que tuvo 10.701,1 millones, ¿como Brasil,
con 22.887 millones? ¿O acaso quiere gastar mucho más? ¿Cuál es el gasto
militar necesario para “defender nuestro extenso territorio de potenciales
amenazas en un contexto global de creciente incertidumbre”? ¿Cuál es el gasto
anual militar imprescindible en cualquier discusión diplomática con el Reino
Unido por Malvinas, o para la futura discusión por la Antártida cuando finalice
el Tratado Antártico para disuadir a China para que su flota pesquera no
deprede el Atlántico Sur? ¿Con qué calidad del gasto y con cual diseño de
fuerza? ¿Con qué prioridades? ¿Qué significa “fuerzas armadas robustas”? Y,
¿por cuánto hay que multiplicar el PBI para que esa prosperidad permita la
fantasía militar del presidente Milei? Preguntas que no tienen respuesta cuando
se ignora la materia y no se tiene gente capaz para hacerle hablar con seriedad
al presidente cuando se refiere a estos temas.
Publicado en
diario Perfil.
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