En términos generales, se
entiende por atraso cambiario que el tipo de cambio real (TCR) está
sobrevaluado: es decir, a la cotización vigente del peso nacional en dólares,
los precios internos se vuelven más altos respecto de los similares
extranjeros, lo que hace que los productores pierdan competencia.
Flotación sin
intervención implica que la política monetaria se mantenga neutral frente a las
condiciones y variaciones del tipo de cambio.
Las principales monedas
que permiten la flotación de sus tipos de cambio se enfocan en objetivos
políticos internos independientes, como la tasa de interés o el nivel de
empleo.
Milton Friedman,
recordado profesor en la Universidad de Chicago, sugería un ritmo constante de
crecimiento monetario, por ejemplo, un 2% anual sostenido. En sentido estricto,
esa sería la condición para que el banco central se abstenga de intervenir en
el mercado cambiario.
De este modo, en contra
de ciertos preconceptos, la flotación pura otorga a las políticas nacionales
mayor independencia que los regímenes cambiarios controlados, que son más
dependientes de los movimientos externos.
Así, en un régimen de
flotación pura, el tipo de cambio se determina exclusivamente por la oferta y
la demanda, sin intervención del Banco Central.
El tipo de cambio libre
se ajusta de manera inmediata y precisa a las condiciones económicas (balanza
comercial, flujos de capital, inflación diferencial, entre otros).
¿Podría entonces haber
atraso cambiario en flotación pura? En teoría, bajo un régimen de flotación sin
intervención, el tipo de cambio se ajustaría en todo momento, evitando
desequilibrios persistentes, ya que el mercado reflejaría los fundamentos
económicos. No obstante, en la práctica, pueden presentarse situaciones que
generen cierto atraso, como ingresos masivos e inesperados de capital por
expectativas de inversión.
La “enfermedad holandesa”
se observa cuando un país experimenta un auge en recursos naturales (gas,
minerales, u otras exportaciones), provocando una apreciación repentina de su
moneda y la pérdida de competitividad en industrias manufactureras o de
servicios intensivos en empleo, más allá de lo que justificarían los
fundamentos a largo plazo.
En conclusión: en un
régimen de flotación pura, el atraso cambiario resulta menos probable que en un
sistema de tipo de cambio administrado, ya que el mercado tiende a corregir los
desequilibrios. Sin embargo, no falta quien advierta ese riesgo, especialmente
en una sociedad bipolar, como se ha mencionado en otra columna de este medio.
El contexto de la
política monetaria independiente y la flotación libre. En respuesta a una época
de fuerte intervención estatal en las vidas individuales, Milton Friedman
ofreció una defensa firme de las libertades y la estabilidad de las reglas. En
su ensayo de 1953, “The Case for Flexible Exchange Rates”, desarrolló una
justificación clara del libre mercado, de los regímenes de tipo de cambio
flotante y del monetarismo independiente.
Fundamentos teóricos
• Ajuste automático del mercado: En un régimen de flotación
pura, el tipo de cambio se determina por oferta y demanda de divisas. Si un
país enfrenta un déficit comercial, la demanda de divisas aumenta, lo que
deprecia la moneda local, hace las exportaciones más competitivas y corrige el
desequilibrio sin intervención estatal.
• Autonomía de la política monetaria: Friedman argumentaba que
un tipo de cambio flotante permite a los bancos centrales enfocarse en
objetivos internos, como la inflación, sin verse obligados a defender un tipo
de cambio fijo mediante reservas internacionales o controles de capital.
• Ineficiencia de los regímenes fijos: Este régimen requiere
que el banco central intervenga constantemente (vendiendo o comprando divisas)
para mantener la paridad, lo que puede agotar las reservas y generar crisis
cambiarias. Además, suelen ir acompañados de controles de capital y
distorsiones que afectan la eficiencia y las libertades individuales.
• Flexibilidad ante shocks externos: Un tipo de cambio flotante
actúa como amortiguador frente a shocks externos (como caídas en precios de
exportaciones o cambios en flujos de capital), dado que el tipo de cambio se
ajusta automáticamente para restablecer el equilibrio.
• Moneda: Friedman defendía una política monetaria
independiente basada en reglas (por ejemplo, crecimiento constante de la oferta
monetaria) en lugar de discrecionalidad. En un régimen flotante, el banco
central puede seguir esta regla sin preocuparse por defender un tipo de cambio.
Críticas a los regímenes
alternativos
Milton Friedman criticaba
los regímenes de tipo de cambio fijo o administrado porque:
• Son insostenibles a largo plazo, especialmente en economías
con alta inflación, shocks externos frecuentes o cambios regulatorios súbitos.
• Requieren controles de capital, que generan ineficiencias y
desalientan actividades al elevar los riesgos.
• Aumentan la probabilidad de intervenciones gubernamentales
sorpresivas.
Ventajas prácticas
Friedman señalaba que un
tipo de cambio flotante:
• Reduce la necesidad de acumular reservas internacionales.
• Elimina la especulación contra la moneda (como ocurre en los
regímenes fijos, donde los inversores apuestan a una devaluación).
• Permite que los mercados reflejen los fundamentos
económicos: inflación relativa, productividad y balanza comercial.
Limitaciones reconocidas
Aunque Friedman fue un
firme defensor de la flotación, reconocía la dificultad de la transición a un
régimen flotante en economías con alta inflación, expectativas desancladas o
mercados de divisas poco desarrollados. En tales casos, sugería que la
liberalización debía ir acompañada de políticas monetarias y fiscales creíbles
para limitar la volatilidad excesiva.
El premio Nobel sostenía
que las reglas claras y estables constituyen la base de una sociedad libre.Las
normas (leyes, propiedad privada, contratos) deben ser predecibles y
equitativas. El mercado opera mejor cuando las reglas son iguales para todos y
no se modifican de manera arbitraria: “Una sociedad que pone la igualdad por
encima de la libertad terminará sin igualdad ni libertad. Pero una sociedad que
pone la libertad por encima de la igualdad obtendrá una gran medida de ambas”.
Las reglas deben proteger la libertad individual.
Friedman fue crítico del
poder excesivo de las autoridades, defendía un gobierno limitado y con
funciones específicas: proteger la libertad individual, hacer cumplir las
reglas básicas (ley y orden, propiedad privada, contratos) y evitar abusos
tanto de empresas como de particulares.
En síntesis: las reglas
son esenciales para una sociedad libre y funcional. Las autoridades deben
existir, pero solo para aplicar reglas justas, no para intervenir
constantemente. Cuanto más claras y universales sean las reglas, menos poder
discrecional se necesita.
En América, Estados
Unidos, Canadá, México y Chile utilizan tipos de cambio flotantes, aunque con
distintos grados de intervención, lo que facilita adaptarse a shocks
económicos, a costa de ciertos riesgos de volatilidad. En otras regiones, la
Eurozona, Japón y Australia también adoptan este mecanismo, aprovechando la
flexibilidad que proporciona.
No obstante, en países en
desarrollo con política monetaria débil (como Turquía o Argentina), la
flotación puede intensificar problemas si no se acompaña de disciplina fiscal y
monetaria.
Publicado en INFOBAE.