Esta fecha había sido anunciada como un día
que podía parecerse al 12 de agosto de 2019, cuando la fórmula
Fernández-Kirchner vencía en las PASO de ese año a la del presidente Macri.
Ese 12 de agosto todo estalló por el aire: el dólar, el
riesgo país, la remarcación de precios (por ende la pobreza), la imagen
internacional de la Argentina.
En la previa también se rumoreaba un “empate técnico”
entre el perokirchnerismo y Cambiemos, tal como pasó en la previa de las
elecciones de ayer. Pero la realidad fue muy diferente.
El partido del presidente creyó que podía plantearle al
peronismo un duelo de guapos. Desdeñó el “republicanismo”, a los ñoños, a los
“meados”, a los “viejos”, a los educados… O al menos una parte del partido del
presidente. El problema es que esa parte del partido del presidente lo lidera
su hermana.
El asesor estrella Santiago Caputo, hace meses que venía
advirtiendo sobre la necesidad de no alejarse de los gobernadores y de no
facilitar escisiones tipo “Somos” o “Hechos” en la provincia de Buenos Aires.
La terquedad tenía antecedentes: en 2023 un simple
acuerdo con el PRO -que bajara a Carolina Píparo de la candidatura a
gobernadora- habría dejado en el llano a Kicillof y al el peronismo en Buenos
Aires. Grindetti habría sido el Gobernador.
Ahora se abre un período en donde los
aspectos psicológicos van a jugar un papel importante de aquí al 26 de octubre.
El resultado de ayer pone en serio riesgo el equilibrio
económico y el desasosiego económico debilita aún más la posición del gobierno.
La rea Kirchner en el balcón de su prisión (entre
paréntesis, ¿es ese un hecho normal para alguien que está preso?) soñando de
antemano, quizás, con un indulto de un futuro gobierno de cuño propio, ahuyenta
a las mejores mentes y a los bolsillos más dispuestos a emprender, todo lo
cual, obviamente, es funcional a la profundización de la miseria.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia había 300
villas miseria y asentamientos urbanos sin servicios en el país. Hoy hay 6000.
En ese tiempo el kirchnerismo gobernó 16 de los 20 años transcurridos entre
2003 y 2023.La ciudadana de la provincia de Buenos Aires votó eso. Y lo hizo
libremente.
En algunas secciones rurales el presidente fue castigado
porque su discurso de alivianar el peso del Estado en los bolsillos privados no
se cumplió. La política económica empeoró los términos de rentabilidad de los
sectores productivos y de los generadores de dólares. Y lo hizo porque no
aplicó los principios de la libertad económica: abrochó un acuerdo que le dio
espalda financiera para surfear el tema cambiario pero no desarmó el estatismo
que le habría permitido anclar unos primeros pilotes verdaderos de libertad de
comercio y emprendedurismo real.
No se aprovechó la ola del 2023 para
desarticular las cadenas del socialismo económico y todo terminó confundiéndose
con la simple y mecánica figura de la motosierra, cuando lo que quizás se
debería haber utilizado habría sido un bisturí.
El presidente primero reconoció la derrota, luego dijo
iban a identificar los errores cometidos y que los iban a reparar. Al lado de
eso dijo que el rumbo económico no solo se ratificaba sino que se iba a
profundizar.
Allí empiezan las preguntas: ¿Contra qué votó la gente ayer?
¿Contra los modos iracundos del presidente o contra la política económica?
¿Contra las puteadas o contra el torniquete al gasto público?
Detrás del gasto público siempre ha habido recipiendarios
privados ¿Se podía aspirar a cortar el gasto sin dejar un tendal de ciudadanos
“enojados”?
Esos ciudadanos quizás en algún momento creyeron que
podía cortarse el gasto (digamos, groseramente, aplicar la motosierra) sin que
ellos fueran afectados. Obviamente no estaban obligados a entender los
vericuetos de la economía política, pero está claro que no puede bajarse el
gasto público que genera inflación sin cortar lo que recibían individuos
concretos que se quejaban de la inflación.
Es posible que esos groseros palotes
económicos sean completamente ignorados por la media de los argentinos que aún
no entienden que lo que, aparentemente, te dan por un lado te lo sacan con
creces por el otro.
Si el voto fue contra la iracundia, contra los modales,
contra los tiros en los pies, contra las “innecesariedades”, hasta sería
saludable y entendible. Pero si el voto fue en el sentido de “queremos que nos
vuelvas a ‘regalar’ cosas como hace el peronismo”, la señal hacia el futuro no
podría ser peor.
Al lado de Axel Kicillof en el escenario peronista de
ayer había un caleidoscopio impresentable: desde Fernando Espinoza, abusador
sexual, hasta Sergio Massa, uno de los responsables más conspicuos del peor
gobierno desde 1810 hasta hoy, pasando por Baradel, Grabois -un sujeto que
admitió que saldría armado a robar propiedad privada ajena- y Hugo Moyano, un
patotero bloqueador serial de empresas dadoras de trabajo. Al lado de ellos, el
discurso del gobernador parecía salido de la glosa de Churchill.
La referencia del gobernador al “trabajo por la
provincia” la verdad que no se nota: la provincia se debate y se cuece en el
mismo barro que el peronismo empezó a crear hacer 80 años.
Kicillof dijo que las urnas le dieron al presidente un
mensaje: que no se puede desfinanciar la obra pública, la salud, a los
discapacitados y a los jubilados. Kicillof dijo que las urnas le dijeron al
presidente que no se puede gobernar con odio, con divisiones y violando la
Constitución.
Pero resulta que la obra pública fue la
herramienta utilizada por el kirchnerismo para robar miles de millones de dólares;
resulta que cuando asumió Néstor Kirchner había 70000 discapacidades y hoy hay
casi 2000000; resulta que cuando asumió Cristina Fernández se abrió el grifo
para jubilar a 3000000 adicionales de personas… Y resulta que el que inventó la
terminología de los “gorilas”, la “leña” el “cinco por uno” y el “hay que
tenerle miedo a Dios y un poquito a mi” no fue otro que el peronismo.
Lo del gobernador ayer pareció el prólogo del discurso de
un candidato a presidente: admitió venir de una “enorme decepción” cuando ellos
fueron gobierno nacional y anticipó salir a buscar fuerzas de todos lados
-peronistas y no peronistas- entre los que “luchan y resisten”, en lo que
pareció ser una clara alusión a la peor izquierda, a la que rompe todo y
difunde mensajes incendiarios.
Insistió en reclamarle a Milei que no “gobierne para los
de afuera” apostando al típico y conocido chauvinismo nacionalista del
peronismo.
Si la interpretación del voto que hace Kicillof es la
correcta, de nuevo, el futuro no podría ser peor porque implicaría interpretar
el voto de los bonaerenses en el sentido de un regreso inmediato al pasado
ultra conocido por los argentinos.
Pero de algo podemos estar seguros: el
peronismo no va a cometer el error del gobierno de torpedear a quienes intenten
ayudarlo.
Ayer se vio claramente como todos parecen dispuestos a
entregarse a las manos del vencedor Axel Kicillof. La especulación sobre una
eventual discusión entre él y Cristina Kirchner a mi juicio solo debería
interpretarse como la ilusión que tienen los que creen que el peronismo va a
dividirse.
No participo de esa creencia. Y la primera que creo que
está de acuerdo conmigo es la mismísima condenada que sabe que el camino más
corto entre su calabozo Airbnb y su completa libertad empieza por instalar a un
peronista en el gobierno, aún cuando ese peronista haya llegado allí, en parte,
por enfrentarla a ella.