The Freeman: El gobierno debe hacer que la gente cuide mejor
Lawrence Reed
The Foundation for Economic Education (FEE), Estados Unidos.
Traducido al castellano por Gustavo Rance.
Pocos meses atrás, entraba en un
restaurant y le pedía al mozo una mesa para dos personas en donde no se fume.
Me respondió “No hay problema. En todos los restaurantes de Florida está
prohibido fumar por ley. Sígame”. Por un instante mientras nos dirigíamos a la
mesa me dije: “¡Dios mío! ¡ni siquiera esta permitido una pitada! Y entonces me avergoncé. Había sido víctima
del mismo impulso estatista que aflige tanto en estos días a los llamados “progresistas”.
Durante 40 años –reflexionaba- adherí apasionadamente a la idea de una sociedad
libre. Sin embargo, por un segundo, sentí placer en ver como el gobierno
pisoteaba las libertades de unos adultos en un lugar privado.
Ese incidente me hizo pensar en una
escala mayor. Quería saber porque mi primer instinto había sido abandonar mis
principios en función de una pequeña conveniencia pasajera. Y si un amante de
la libertad como yo podía ser tan fácilmente
llevado en una dirección equivocada. ¿Qué decir de aquellos que ni siquiera se
ponen a reflexionar sobre una sociedad
libre? ¿Que harían frente a una tentación tan grande?
Primero pensé en el daño que muchos
médicos dicen que produce el ser fumador pasivo. Quizás no estaría mal si el
gobierno protegiera a un no-fumador si se diera el caso de una persona que impusiera
su conducta dañosa a otra que no la consintiera. Entonces, de inmediato, me di
cuenta de dos cosas: nadie me obligaba a mi a entrar al restaurante, y el
restaurante no era ni propiedad del gobierno ni mía. El hecho a secas es que en
una sociedad libre de verdad, un propietario que quiera permitir a determinada
gente en su establecimiento fumar tiene todo el derecho de hacerlo, así como
usted y yo tenemos el derecho de ir a cualquier otro lugar. La gente no toma
debida conciencia de los riesgos que implica la prohibición legal. Así como
nadie tiene el derecho de obligar a otro ciudadano de proveerle de un
restaurante en donde se pueda fumar. Por mucho que reflexione en las conductas
riesgosas en las que muchos adultos libremente se involucran, como los deportes
extremos o la “caída libre”, entre otros, jamás le pediría al gobierno que los
prohíba. Las estadísticas muestran que enseñar o trabajar en cualquier escuela
pública es también muy riesgoso e incluso aún más que ser un ocasional fumador
pasivo. Y esto es tanto como decir que un camino peligroso puede ser un camino
peligroso. ¿Acaso es correcto dejar en manos del gobierno que decida que
actividades pueden realizar y cuales no de modo personal? Algunas personas solo
leen libros malos. ¿Deberíamos entonces sacárselos, especialmente aquellos que
sostienen los que algunos ven como de curanderos, o los prohibidos por el
cielo, o incluso los que hacen propaganda de la resistencia al estado? ¿Y que
decir de esos tragos prohibidos por el anterior alcalde de Nueva York, Michael
“Nanny” Bloomberg, que penalizaba a los dueños de los restaurantes en donde sus
clientes los pedían? ¿Podrán los progresistas justificar la actual violencia
del estado en beneficio de nuestro propio bien?
A mí en cambio me parece que
esforzarse por garantizar los derechos privados (tanto de los bienes materiales
como psíquicos) produce una sociedad con reglas de juego más claras y
predecibles. Esto es mucho mejor que una voluntad de poder del gobierno sobre
nuestras conductas con el fin de hacer lo que el crea para nosotros lo mejor. Quedando
para la sanción solo aquellas acciones que violenten los derechos de propiedad
de los demás. Puedes fumar todo lo que gustes, en tanto no me tires el humo en
la cara, o fumes al lado mío en un restaurante en el que esté prohibido hacerlo.
Ciertamente cuanto más “socializamos” las cosas una mayor injerencia del
estado, invasiva e intrusiva, tendremos en consecuencia. Si cada uno de nosotros
está pagando por la salud de todos a través de los programas de redistribución
del gobierno entonces es lógico que cada uno tenga el incentivo de preguntar,
escrutar, denunciar y regular el comportamiento del resto. Si yo pago tu caja
de alimentos no quiero verte en el kiosco canjeándola por cigarrillos. Pero si
te pagas tus propios cigarrillos entonces no hay nada que tenga que decir, nada
en lo que me tenga que inmiscuir en tu comportamiento. Este, en cambio, es un
sentimiento de paz y a favor del interés de cada uno que evita la socialización
de los asuntos personales, a menos que se quisiera una sociedad repleta de
pequeños y mirones dictadores. El impulso estatista es una voluntad de
despliegue del estado para que se logre un beneficio –real o imaginario, para
uno mismo o para otros- en vez de la opción por la persuasión. la educación, o
la libre opción. Mucha gente suele pensar en estos términos confiando en que la
intervención del gobierno resuelva los problemas a través de una fuerza que luego
supuestamente decrecerá. El problema es que con frecuencia no se identifica
esta práctica intervencionista con la fuerza. Pero eso es lo que precisamente
es. El gobierno del estado de Florida no les pidió a los restaurantes que se
prohíba fumar sino que se los ordenó bajo pena de prisión. Le he comentado a
algunos de mis amigos estos razonamientos. Y con excepción de los libertarios
“duros de matar”, he escuchado los siguientes lugares comunes que expresaron
como:
Falsa
ilusión: “No se trata
en realidad de “fuerza” si la mayoría de los ciudadanos lo apoya”.
Paternalismo: “La fuerza es algo positivo porque
es para tu bien”.
Dependencia:
“¿Si el gobierno no lo hace quien lo hará?”.
Miopía: “Estas haciendo un caso de una
nimiedad. ¿Cómo la prohibición de fumar en los restaurantes va a ser una
amenaza a la libertad?. Es algo tan chico que no es un tema”.
Impaciencia: “No quiero que mi restaurante
favorito cierre”.
Exorbitancia
de poder: “Los restaurantes que no quieran prohibir que
se fume deben ser obligados a hacerlo”.
Ensimismamiento: “A mi no me importa, lo que se, es
que odio el cigarrillo y no quiero arriesgarme como fumador pasivo incluso aún
cuando exista en los restaurantes espacios reservados para fumadores”.
En gran escala cada uno de estos
argumentos pueden aplicarse –ciertamente ellos son sistemáticamente empleados-
para justificar las cadenas que tienen muchas personas que limitan
intolerablemente las libertades. Si hay algo que debemos aprender de la
historia de los regímenes autoritarios es que si uno se descuida un poco, tarde
o temprano, apelando a las carencias populares ellos se llevan todo. El desafío
consiste en hacer entender a la gente que la libertad es borrada en las
pequeñas cosas, no tanto por un acto único y repentino, y que por lo tanto es
sabio resistir la erosión de las libertades en las pequeñas cosas más que
esperar a librar grandes batallas en un futuro incierto. Falsa ilusión, paternalismo, dependencia, miopía,
impaciencia, exhorbitancia de poder y ensimismamiento: todas estas son
razones para sucumbir al impulso estatista. Como he ponderado, también ocurre
aquí que encontramos en estos lugares comunes vestigios del pensamiento
infantil. Como sucede con los niños y los adolescentes en quienes la
comprensión de cómo funciona el mundo a medio hacer en el mejor de los casos. Esperamos
que los demás hagan por nosotros, que nos den, y no nos tomamos muy en serio
como es que ellos lo harán y de inmediato. “No se como pero lo quiero ahora”.
Nos consideramos “adultos” cuando aprendemos que existen límites que nuestro
comportamiento no debe violar, cuando pensamos a largo plazo, cuando hacemos
cada esfuerzo por ser independientes tanto física y mentalmente, cuando dejamos
a cada uno que vaya por su cuenta a menos que se tornen una amenaza, y cuando
pacientemente colmamos nuestros deseos a través de medios pacíficos más que en
algún club nocturno. Nos consideramos “adultos” cuando aceptamos nuestra
responsabilidad en los actos personales. Regresamos a nuestra conducta infantil
cuando rechazamos todo esto. Viendo el debate actual sobre la política pública
americana nos encontramos con un sin fin de demandas en torno a la utilización
de la fuerza del estado “para hacer algo”. “Sancionen a ese sujeto porque tiene
más que yo”. “Denme un subsidio para que pueda competir con el extranjero”.
“Subsidien mi educación universitaria”. “Saquen esa propiedad para que yo pueda
poner un hotel en su lugar”.
“Soluciónenme este problema mío y háganlo pronto”. “Díganle al
propietario del restaurante que no puede atender a los que fuman”. Me pregunto
si Norte América se ha convertido en una niñera gigante, rodeada de bebitos
llorones que quieren ver al estado como su amada madre. Lo que me hace querer
decirles: “¡Es hora de crecer!”.
Las sociedades suben y caen de acuerdo
a como son de civilizados sus ciudadanos. Cuanto más se respetan los unos a los
otros y se asocian libremente más seguros y prósperos son. Cuanto más dejan
librado a la fuerza -legal o no- es cuanto más dóciles son en las manos de
tiranos demagogos. De modo que resistir al impulso estatista no es un tema
trivial. Para mi, resistir a ese impulso no es sino algo propio de los adultos.
Conclusiones
- Es fácil caer en la trampa del “efectismo” que sugiere el uso de la fuerza (por el estado) dirigida a la solución de un problema. Pero se debería pensar antes en las consecuencias de este criterio y en especial en el impacto que produce en los derechos individuales.
- Los derechos de la propiedad
privada correctamente defendidos y garantizados brindan un mejor marco
para una sociedad con reglas que el capricho de unos pocos que quieren
imponer su voluntad sobre lo que es bueno al resto de la gente.
- Paternalismo,
dependencia, miopía, impaciencia, exhorbitancia de poder y ensimismamiento
hacen
que nos dirigamos rápidamente en busca de policias pero no son realmente
motivaciones genuinas de una política de gobierno.
Para más información se puede consultar:
“Free Markets are Regulated” de Steven Horwitz:http://tinyurl.com/mz8d8un“Employers Swamped by Good Intentions” de James L. Payne:http://tinyurl.com/kcx6aqg“Abolishing the FDA” de Larry Van Heerden:http://tinyurl.com/jw5lwdw
“Let Property Settle Smoking Disputes” de Andrew Cohen:http://tinyurl.com/nf5p5ls“The Nanny State” de Donald J. Boudreaux:http://tinyurl.com/oyolr9gPublicado originalmente en The Freeman, The Foundation for Economic Education (FEE), www.fee.org.
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