El gobierno, el kirchnerismo y los docentes

Claudio Chiaruttini
Politólogo y destacado periodista.
El Gobierno de Mauricio Macri se encuentra empantanado entre la
incapacidad para retomar la iniciativa y el desgaste que genera la durísima
huelga de los maestros, mientras el kirchnerismo mostró 2 veces más –la Marcha
de los Docentes y el 24/03- que tiene una mayor capacidad de movilización,
organización y de encarnar el creciente odio antimacrista de una parte de la
opinión pública, sobre todo, bonaerense.
La
impotencia del Gobierno se hizo evidente en 2 hechos:
>
el 1ro., el cuidado enojo del Jefe de Gabinete, Marcos Peña, contra la bancada
kirchnerista, mientras que fue mucho más complaciente ante las críticas de los
legisladores massistas;
>
en 2do. lugar, haber abandonado concentrar la propaganda oficial en redes
sociales, para volcarse al sistema kirchnerista de poner avisos tradicionales
en medio de los partidos de fútbol, en este caso, de la Selección Nacional.
Pero
ni la reciente barba de Marcos Peña, ni el cuidado enojo (imitando la misma
reacción que tuvo Mauricio Macri el 01/03, en la Asamblea Legislativa, hacia la
misma bancada K), ni hacer publicidad tradicional en partidos de futbol alcanza
para recuperar el tiempo perdido, seducir votante del balotaje que hoy están
enojados o desilusionados con Mauricio Macri y, menos, para cambiar la agenda de
los medios.
El
estilo descafeinado de la propaganda oficial muestra que el Gobierno de
Mauricio Macri “hace”, una crítica que tiene más de 9 meses de antigüedad, por
lo cual, llega a destiempo y con bajo impacto. Pero al ser piezas sin textos
que den contundencia a las obras, quedan como hechos vacíos, dado que la clave
de la propaganda en el Siglo XXI es llegar a la persona, cubrir una necesidad,
atender un problema; incluso, se le agrega una frase que le de sentido al todo.
Así, el kirchnerismo creó el concepto de “ampliación de derechos”, que le
otorgaba un contenido, un contexto y un claro beneficiario de cada medida que
tomaban, aunque todo fuera mentira.
En
ese sentido, el Gobierno de Mauricio Macri ha “ampliado los derechos” muchos
más que el kirchnerismo, pero como no le da entidad, no muestra a los
beneficiarios, ni exhibe públicamente el efecto positivo de cada med ida,
quedan como datos menores, que simplemente, pasan.
La
comunicación oficial no deja en claro cuál es es el eje de la campaña que tendrá
el macrismo en esta elección. ¿Hay que votar a “Cambiemos” para que no vuelva
el kirchnerismo al poder o hay que votarlos porque están haciendo obras y
cumpliendo promesas y anuncios realizados?
En
realidad, hay varios grupos de votante de Cambiemos, sumando los que aportaron
su voto en las PASO, la 1ra. vuelta + el balotaje: están los “PRO puros” + los
aliados radicales + los seguidores de Elisa Carrió + grupos peronistas
antikirchneristas + los antikirchneristas puros. Y, algunos de ellos, han comenzado
a poner su duda repetir su voto. ¿Qué está haciendo el Gobierno para volver a
seducirlos? Nada. Y esto es grave.
Quizás,
quién más está haciendo para que el voto antikirchnerista vuelva a canalizarse
a Cambiemos sea el propio kirchnerismo, que e n las 5 grandes marchas que se
organizaron en 2 semanas, aportaron las columnas más nutridas, tomaron el
control de los actos y, en la de la CGT, coparon el escenario; superando a
organizaciones de derechos humanos, sindicatos y partidos de izquierda. Sin duda,
todo un éxito de organización, armado y obediencia de la estructura, sin contar
con recursos necesarios para sostener todo lo necesario en una movilización.
En
las redes sociales (y, en reserva, muchos funcionarios macristas) se preguntan
cómo hace el kirchnerismo (y La Cámpora, en particular) para financiar estas
inmensas columnas (el 24/03 tenía 14 cuadras abigarradas de largo, algo que no
se veía desde los años '70 en la Argentina). Por supuesto que es una pregunta
equivocada. La militancia kirchnerista tiene 3 motivaciones para movilizarse:
>
la ilusión (cierta para ellos) de volver al poder,
>
el odio profundo al macrismo por haberlos derrotado en las urnas (incluso
argumentan que hubo un “fraude” electoral que nunca explican cómo o dónde
ocurrió), y
>
quieren recuperar las prebendas que perdieron cuando asumió el Gobierno de
Mauricio Macri.
Las
fuentes de financiación del kirchnerismo son muchas: más de 50 municipios
importantes cobijaron a gran parte de la militancia kirchnerista que salió de
los gobiernos nacional y de la Provincia de Buenos Aires, sindicatos y
empresas, todos afectados por el modelo económico del macrismo + el propio
dinero que el Gobierno de Mauricio Macri canaliza, por miles de millones de
pesos, hacia colectivos sociales que son tributarios del Frente para la
Victoria o del kirchnerismo mismo.
Que
el kircherismo sea hoy el colectivo social que tiene mayor capacidad de
movilización del peronismo es también culpa del Gobierno. Por un lado, Mauricio
Macri y sus funcionarios se negaron a explicar, con pelos y señales y en tiempo
y forma, el daño que le hizo al país el Gobierno de Cristina Fernández y la
gestión de Néstor Kirchner. Por el otro, que no avanzaron en la “batalla
cultural” que eran necesaria luego de 12 años de populismo ideológico.
Además,
desde el comienzo de la gestión del PRO, el plan fue polarizar con el
kirchnerismo para eliminar a Sergio Massa del escenario electoral. Si bien el
ex intendente de Tigre viene “escapando” del desgaste que produce el choque
entre el Gobierno y el kirchnerismo gracias a sus viajes al exterior (ahora
está en China); el efecto negativo que generó esta polarización es que no
permitió que el peronismo se deskirchnerizara, tal como era de esperar luego de
una derrota electoral tan contundente.
Hoy,
no hay nadie en el peronismo que mida mejor en las encuestas que Cristina
Fernández. Hoy, no hay nadie que tenga el poder de movilización que tiene La
Cámpora. Hoy, no hay nadie en el peronismo que pueda articular alianzas tan
amplias como el kirchnerismo. La duda resulta si todas esas ventajas se
terminarán por confirmar en las urnas.
El
peronismo es un conjunto de aparatos muy complejo, donde operan cientos de
miles de punteros, miles de colectivos sociales, culturales, políticos o
sindicales, intendentes, legisladores (nacionales, provinciales y municipales),
gobernadores, sindicalistas y ex funcionarios que ya no tienen espacios de
poder propio, sino que son portadores de nombre, algo de prestigio y un puñado
de votos.
Esta
compleja maraña de estructuras formales e informales, subestructuras y figuras
individuales se ordenan siguiendo 3 ejes:
1.
Cantidad de votos que arrastra
2. Acceso a dinero y reparto de esos fondos.
3. Cantidad de estructuras que puede reunir a su alrededor.
2. Acceso a dinero y reparto de esos fondos.
3. Cantidad de estructuras que puede reunir a su alrededor.
Justamente,
al convertir al kirchnerismo en el protagonista principal de la oposición y no
darle aire a ciertas figuras alternativas, el Gobierno ha terminado por
“ordenar”, de cierta forma, la interna peronista. Por eso, la figura de
Cristina Fernández, que hace un año era rechazada por casi todos los “Barones
del Conurbano”; ahora es aceptada si logra darle un golpe definitorio (para no
decir “mortal”) al Gobierno de Mauricio Macri.
Y
acá aparece otro punto clave del nuevo reordenamiento dentro del peronismo: el
antimacrismo paga muy bien hoy, electoralmente hablando. La cadena inmensa de
“balazos en el pie”, “si pasa, pasa” o “errores no forzados”; más la falta de
una baja real de la inflación, una salida contundente de la recesión y un
aumento del poder de compra de los salarios alimentan ese antimacrismo furioso
que se vio estos días.
Los
ciudadanos son muy particulares cuando deben elegir su voto. La memoria de
corto plazo se impone a la de largo plazo, salvo que haya un hecho que haya
impactado directamente en el votante (la famosa “máquina de coser para la
Vieja”, que argumentaban muchos peronistas hasta hace 10 años). Por eso, los
votantes independientes, que no tienen fidelidad por un partido, figura e
ideología; suelen emitir su sufragios según lo que les pasó hace 1 semana, 1 mes,
3 meses.... Ya se han olvidado de los desastres del kirchnerismo, pero
recuerdan vivamente el daño que les ha causado, de uno u otra forma, el
macrismo.
Si
algo deja de enseñanza para el Gobierno de Mauricio Macri estas 3 semanas es
que la polarización se ha radicalizado. No es hora de responder con la “tibieza
zen” del discurso tradicional del PRO. No sólo debe retomar la iniciativa, sino
también, cambiar el eje de discusión. Debe pasar al ataque, en vez de siempre
salir/estar a la defensiva.
El
clima que está tomando la campaña, por ejemplo en la Provincia de Buenos Aires,
descarta a candidatos “livianitos” como Jorge Macri o Esteban Bullrich. La
virulencia del kirchnerismo obliga a tener a Elisa Carrió al frente de las
listas legislativas. La capacidad de “daño” que todavía tiene la chaqueña
contra el peronismo y el kirchnerismo es mayor que cualquier acción que pueda
encarar el intendente de Vicente López, cuya gestión en el Grupo Bapro está
bajo el radar de la oposición, esperando la oportunidad para desatar el
vendaval; o el ministro de Educación, quien no puede frenar una de las más
salvajes huelgas docentes desde el regreso de la Democracia.
Casi
con desesperación el Gobierno intenta cambiar el humor del consumo y la
inversión. El esfuerzo oficial apunta a firmar acuerdos entre sindicatos e
industriales para bajar los costos, pero los funcionarios no miran la paridad
del peso/dólar y/o la catarrada de productos importados que están ingresando,
justo, en los sectores donde se está produciendo más cierres y despidos.
En
las redes sociales la militancia macrista, y en los medios tradicionales
algunos funcionarios, han criticado a Mirtha Legrand por preguntar, tal como
Mirtha Legrando lo hace, a Mauricio Macri, sin hacer la menor autocrítica de la
falta de preparación que tuvo el Presidente de la Nación para enfrentar a la
Diva. Tanto fue así que el Mandatario no sabía cuánto paga su gobierno una
jubilación mínima.
Y
éste es el mayor problema: los problemas pasan por las narices del Gobierno y
el Gobierno no entienden por qué ocurren. Esto, demuestra una desconexión con
la realidad y una incapacidad notable para escuchar. La consecuencia, en
política, son las derrotas electorales.
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