Macri y la llave secreta

Diana Ferraro
Escritora
Con el viejo prejuicio que le hace preferir aliados
radicales y un cómodo ideario desarrollista—aunque el desarrollismo haya
gobernado apenas por un par de años y sólo haya podido hacerlo apoyado por el
peronismo--el Presidente Macri se resiste a entrar en lo que quizá perciba como
el barro de un peronismo al que hay mucho para reprocharle.
A pesar de los muchos peronistas que forman parte del
PRO, no existe en el gobierno una
relación empática y explícita con el peronismo
más genuino. Más aún, por parte del actual gobierno existe una deliberada
ceguera hacia los millones de peronistas hoy libres de ataduras. Esos
peronistas que no se inclinaron nunca por el kirchnerismo, que miraron al PJ
con espanto ante sus sucesivas agachadas ante la autocracia kirchnerista, y que
terminaron depositando no sólo el voto sino una oscura esperanza en que el
Macri de Boca sencillo y tenaz, por alguno de esos inesperados milagros
argentinos, les devolviera la fe. Más allá de todas las distorsiones y dislates
que sufrió el peronismo en las últimas décadas, esos mismos millones de
peronistas continúan esperando un final feliz para un movimiento inconcluso,
detenido en el tiempo, sin un liderazgo adecuado que actualice los instrumentos
para el crecimiento de la Nación y real felicidad del pueblo, únicas metas
aceptadas por el mismo General Perón como guía doctrinaria permanente.
Con una mirada sesgada, que desde la herida siempre viva
del peronismo histórico incomprendido y perseguido, en ese peronismo tan masivo
como huérfano de liderazgo, se ve con inmenso desagrado la siempre interesada
confusión que desde el gobierno se persiste en hacer entre kirchnerismo y peronismo, como si el primero fuera la cabal
expresión del segundo y no su horrenda apropiación y distorsión. Todo esto
sería, como a veces parece creerse desde el gobierno, un problema exclusivo de
un peronismo que no supo hacerse valer o generar dirigentes inteligentes, si no
fuese que, ignorado, ese peronismo queda como una inmensa masa boyante en el
gran lago de los problemas irresueltos del país, transformándose por inercia en
un obstáculo para el cambio. Esa masa informe y sin conducción asoma cada tanto
bajo la forma de un peligro sobredimensionado e inminente, en especial durante
las manifestaciones sindicales y de sectores marginales que no se sienten parte
del cambio y que no saben ni qué pedir ni cómo negociar adecuadamente. Las
conducciones alternativas al estilo de Sergio Massa y sus aliados
social-demócratas sólo son aspirantes en un torneo en el cual el peronismo sólo
busca a Macri o a un semejante, el Menem más perfecto, el Cavallo finalmente
peronizado, promesas que la historia, hasta el día de hoy, no le cumplió. ¿Sólo
el peronismo recuerda—y no siempre—que fue el primero en modernizar y
reconciliar la Argentina, casi treinta años antes de Macri?
Semejante a la de los tiempos en que Perón irrumpió para
equilibrar las fuerzas sociales y productivas, impidiendo que el país se
deslizara hacia una izquierda sin retorno, la Argentina de hoy, con su más de
treinta por ciento de pobres y en aumento—aunque más no sea por crecimiento
demográfico—requiere de un nuevo Perón antes de que la suma de ojos cerrados y
manos operando a medias en la economía cree una nueva inclinación hacia un
inevitable estatismo donde se termine repartiendo la pobreza por igual. O sea,
el socialismo a la cubana o en la versión Venezuela.
Si pudiera deshacerse del prejuicio histórico hacia el
peronismo, el Presidente Macri quizá podría ver como potencialmente propio el
peronismo de esos millones de peronistas sin liderazgo ni atención y hacer suya
la llave secreta que siempre está a disposición de aquel que, audaz en su visión, realmente desee el bien
del país. Su estrategia de confrontar electoralmente con un kirchnerismo
envuelto en la sábana del fantasma peronista seguramente se marchitaría aún más
y algo nuevo sucedería bajo el sol argentino. La libertad de trazar una raya de
justicia y legalidad, en primer término, sin oportunismos electorales, y la aún
más preciada oportunidad de trazar la línea divisoria entre los que desean un
libre mercado, nacional y global, con una gran participación privada de la
inversión y el trabajo, antes que la acción estatal. Y aquí es donde el
Presidente Macri debería enterarse de que no sólo existe la llave sino que hoy
sólo él puede usarla.
La llave secreta no es otra que la que Perón supo usar en
el pasado desde la Secretaría de Trabajo, aquel modesto invento desde el cual
hizo una revolución que cambió la historia de por lo menos un país
latinoamericano, el nuestro, poniéndolo a la vanguardia de la justicia social y
logrando en pocos años transformar a una masa trabajadora sin formación y
desorganizada, en una clase media educada y capaz de defenderse, no a través del
Estado sino a través de organizaciones libres e independientes del Estado y del
Gobierno. El peronismo, a pesar de haber concretado su revolución con mano
férrea, autoritaria y muchas veces poco respetuosa de las libertades
individuales, se preocupó por dotar a los trabajadores con entidades propias e
independientes del Estado, comparables en poder a las entidades empresarias.
Todo el resto dicho, esa fue su duradera e inextinguible revolución. El
peronismo, llevado a su última instancia, no es otra cosa que los trabajadores
organizados en sindicatos, con los sindicatos organizados en una gran
Confederación General del Trabajo y apoyados por una organización política, las
62 organizaciones peronistas, útiles a la hora de construir poder electoral
para asegurar, justamente, la representación sindical en el Congreso.
Así, la llave del peronismo no es otra que la llave de
los trabajadores y la llave de los trabajadores está en las manos de cualquier
gobierno que, en vez de temerles, decida asociarlos genuinamente a sus
políticas. En su primer año de gobierno el Presidente Macri mostró una
instintiva capacidad de conducción de los trabajadores organizados, asegurando
la libertad de las paritarias y promoviendo la cláusula gatillo en la mayoría
de las negociaciones de modo de proteger los salarios contra una inflación que
sólo puede desaparecer gradualmente mientras se va ordenando el Estado. En este
segundo año, el Presidente Macri parece haber renunciado a esta conducción
indirecta del peronismo, creyendo erradamente que transformarlo en el enemigo
elegido lo favorecerá en las elecciones.
La estrategia antes mencionada de confundir peronismo con
kirchnerismo arrastra también a la CGT y a los trabajadores que se ven en la
indeseable posición de oponerse a un gobierno al cual votaron y que les
respondió bien en su primer año de gobierno, o permanecer invisibles e
inmóviles. Ni siquiera piensan en líderes alternativos como Sergio Massa, que
pretende muy específicamente conducir a ese peronismo huérfano, ya que los
trabajadores tienen demasiados problemas como para esperar un fin de ciclo
macrista y un nuevo liderazgo presidencial.
Desde ese peronismo huérfano, lo que se siente es que el momento es
ahora y que el hombre de la decisión es el actual Presidente Macri.
¿Qué podría éste
entonces hacer para, en vez de enemistarse con los trabajadores, amigarse y
liderarlos? La principal política a la que el Presidente Macri debería
esforzarse en asociar a los trabajadores es a la del cambio. No desde el
discurso, sino desde la participación activa e interesada en ese cambio total
de la economía y de los poderes del gobierno que el actual Presidente ha
propuesto a los argentinos. Sin los
trabajadores enmarcados específicamente a través de sus organizaciones en
nuevos programas que hagan ese cambio posible, no habrá cambio real y mucho
menos cambio duradero, porque los problemas de los trabajadores permanecerán
sin solución en la medida en que ellos mismos y sus organización no comprendan
cuál es su participación en el cambio y contribuyan a éste de modo de
beneficiarse en el tiempo. No hay entonces, como muchos desean, un final
anunciado del peronismo sino una actualización pendiente e imprescindible de la
columna vertebral del peronismo, sus trabajadores y sus organizaciones
sindicales, una actualización que, increíblemente, y por su propia naturaleza,
beneficiará tanto al gobierno y a su política de cambio como a las mismas
organizaciones y trabajadores.
La llave secreta que el Presidente Macri puede usar es la
de la continuidad de lo que fue la acción inicial del General Perón proyectada
a las circunstancias actuales:
Fortalecer la CGT
y las organizaciones sindicales con un nuevo rol en la economía reconociéndoles
su capacidad de liderar parte del cambio en tanto representan el capital humano
productivo del país
Conseguir que la
CGT y las organizaciones sindicales apoyen nuevas leyes que bajen el costo
laboral permitiéndoles gestionar y administrar un seguro de desempleo de sus
afiliados, con compañías aseguradoras sindicales que funcionen a semejanza de
las Obras Sociales en la atención de Salud.
Hacer que los sindicatos sean el primer lugar de
referencia y contención de los millones de jóvenes hoy excluidos de la
educación y el trabajo, ocupándose junto a otras organizaciones privadas de su
formación (ver artículo El Plan Pertenecer)
Aprovechar la
experiencia de muchos líderes sindicales devenidos ellos mismos empresarios
para crear un programa de Primera Empresa en la cual se ayude a los
trabajadores con vocación emprendedora a formar su primera empresa
Dado el volumen de actividad económica que los sindicatos
tendrán a su cargo en esta nueva etapa de una economía cien por cien
capitalista y de libre mercado, considerar la creación sindical de un nuevo
banco privado, el Banco Sindical, destinado a la concreción y solución de los
problemas financieros de los trabajadores
Rescatar para los trabajadores la fortaleza de las
organizaciones libres del pueblo, capaces de crecer hasta su mejor dimensión en
una sociedad libre, en la cual el Estado tenga cada vez menos injerencia y
obligación fiscal, trasladando estas obligaciones a los mismos trabajadores
organizados en sindicatos, cooperativas y asociaciones sin fines de lucro
Confiar en que el único peronismo posible del siglo XXI
es el peronismo de los trabajadores asociados en libertad para su propia
protección y beneficio con nuevos instrumentos capitalistas (seguros, apoyo
financiero, formación continua etc.) dentro de una economía libre, como queda claro en los textos del General
Perón actualizando La Comunidad Organizada, textos de un iluminado liberalismo
visto desde el ángulo de los trabajadores, un punto de vista que muchos aún no
pueden percibir y que, para bien de todos, convendría subrayar
Si pensamos que el Presidente Macri y Cambiemos ya tienen
el apoyo implícito de las 62 Organizaciones conducidas por el Momo Venegas para
llevar adelante un plan semejante al arriba descripto que pueda concretar el
cambio en forma efectiva sin dejar afuera a lo que es en realidad su parte
sustancial—los trabajadores actuales y los no trabajadores que desean
trabajar—resulta incomprensible imaginar
una campaña electoral bienintencionada y honesta que no los incluya explícitamente
y, con ellos, al verdadero peronismo.
Dejarlos sin liderazgo, o con el aparente liderazgo del
kirchnerismo—al cual, es cierto difícilmente se vuelquen, justificando entonces
que ignorarlos puede no ser demasiado peligroso—no alterará demasiado el
resultado de las elecciones que, por descarte, ganará de todos modos Cambiemos.
Pero, ¿es justo atrasar el progreso del cambio, no ser más enérgico y veloz, y
más eficiente a la hora de terminar con la pobreza en nombre de relegar a un
peronismo que se persiste en ver como molesto cuando se lo debería ver como
socio principal?
No son las elecciones de Octubre 2017 las que están en
juego, sino las de Octubre de 2019. Esas en las que se medirá cuán sintonizado
está el Presidente Macri con las necesidades de todo el pueblo argentino y no
sólo con las de una mitad. Porque esa famosa grieta de la que no termina de
hablarse no tiene nada de nuevo. No se trata de la grieta entre el kirchnerismo
y el antikirchnerismo, sino de la antigua grieta entre el antiperonismo y el
peronismo, con el antiperonismo hoy encarnado tanto en el kirchnerismo como en
el a veces limitado pensamiento macrista sumado al antiguo antiperonismo
radical, todos aliados en el no poder reconocer al peronismo genuino, a ese
peronismo flotante, aferrado a su eterna tabla de la justa ley, hoy sin
liderazgo pero con la llave secreta colgada del cuello. Sí, allí está, solito,
ese peronismo que ha resistido el naufragio, tantas tormentas y que aún espera
abrir con su llave y para siempre, la puerta grande de la historia argentina.
Si el Presidente Macri no recoge la llave, otro lo hará. ¿Vale la pena la
espera?
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