Atraso cambiario, deuda y déficit externo, tres efectos del plan actual
Agustín Monteverde
Sus
escritos fueron publicados en las obras “Claves para interpretar la Argentina”
(2004), “Desafíos del Bicentenario para
la Libertad” (2010) de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
A la hora de plantear y juzgar un cuadro de situación es indispensable
empezar por entender cuál es el modelo o el plan que se está aplicando. Sucintamente:
hasta hoy, el plan económico de esta administración nacional se ha basado no en
bajar el gasto público -madre de nuestros principales problemas económicos-
sino en financiarlo. La opción elegida ha sido bancarlo tomando deuda,
fundamentalmente en moneda extranjera.
Como resultado de ello, surgieron tres consecuencias o
subproductos inevitables. El primero e inmediato fue un atraso cambiario
creciente, generado por las divisas que ingresan. Otro efecto concatenado fue
el déficit externo también creciente, que en 2017 fue enorme: sumó nada menos
que US$29.000 millones. Tomamos dólares y los utilizamos en gasto ordinario
(apenas 4% del gasto va a obras públicas que mejoren nuestra competitividad), y
en su mayoría vuelven a irse, aprovechando el atraso del tipo de cambio, que
subsidia la salida de capitales.
El tercer subproducto de este programa económico fue
el endeudamiento -también creciente- del Banco Central, con el objetivo de
evitar que los pesos emitidos para comprar los dólares captados en los mercados
de deuda se vayan a precios (entre ellos, al tipo de cambio). Esto conforma una
peligrosa bomba cuasi fiscal.
Cuando esta deuda trepa -impulsada por la necesidad de solventar el
gigantismo estatal- más allá de cierto punto, se vuelve autónoma. Pasa a crecer
con independencia del déficit fiscal: aunque éste desaparezca milagrosamente,
de la noche a la mañana, esa deuda cuasi fiscal tiene asegurado su continuo
crecimiento por el solo hecho de la capitalización de los intereses (a tasas
que, por fuerza, son cada vez más elevadas para mantener a los inversores en el
redil).
Cuando el atraso cambiario y el desequilibrio externo
alcanzan niveles muy altos -esto es, cuanto más evidente se torna la necesidad
de un reacomodamiento cambiario que reequilibre los flujos de divisas-, el
riesgo de explosión de esa bomba se vuelve importante. Lo mismo puede ocurrir
cuando intervienen factores exógenos, que alteran las condiciones requeridas
para sostener el modelo, como puede ser la pérdida de acceso a los mercados de
deuda o una suba del costo de financiarse a nivel global. Los traspiés sufridos
por alguna emisión privada, la suba de rendimiento de los treasury bonds y el cambio de tono de
los mercados accionarios han confirmado lo que se temía: el último ciclo de
financiamiento amplio y barato ha llegado a su fin.
La tríada de desequilibrios expuesta constituye una
amenaza muy seria. Pero ellos son solo una consecuencia del problema de fondo
de la economía argentina, el gigantismo estatal.
Publicado en La Nación.
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