Límites

Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Se supone que
todos sabemos qué son los límites. Se supone que todos tenemos límites. Se
supone que no todos tenemos los mismos límites sobre los mismos temas. Se
supone que algunos límites nos son comunes a todos. La ley es un límite común a
todos.
Sin embargo,
los argentinos estamos cada día más predispuestos a borrar los límites. Y
algunos límites no pueden, no deben ser obviados. Se imponen, desde la ley
hasta el sentido común. No respetarlos es retroceder en materia de
civilización.
Límites, de
acuerdo al diccionario, en su 2ª acepción, dice que es: “punto o línea que
señala el fin o término de una cosa no material: suele indicar un punto que no
debe o no puede sobrepasarse”.
Estamos
sobrepasando todos los límites que no deben sobrepasarse. Lo hacemos con los
tiempos judiciales, con el abuso de menores usando como medio algo tan digno
como el deporte, que se cree los protege de esos abusos. Y con la libertad de
expresión.
Hay otros
límites, demasiados que dejamos de lado, pero estos tres tienen notoriedad y
actualidad. Los tiempos judiciales son inverosímiles. Pueden tardar 23 años, es
el caso de un ex presidente y la venta de armas, condenado y sigue siendo
senador nacional y nadie pide que le quiten los fueros.
Al cambiar el
gobierno y las políticas, distintas de las de los K, de pronto hay una
proliferación de denuncias que salen de sus empolvados cajones y los
denunciados pasan a ser indagados, procesados y muchas veces detenidos con
prisión preventiva, velozmente.
La prisión
preventiva se aplica si el acusado puede fugarse, o si al seguir en libertad
hasta su juicio, puede entorpecer la causa. Hay muchos detenidos con prisión
preventiva que no tienen razones reales para estar presos. Un exceso de
“justicia” mal empleado.
Puede que sea
para sumar méritos ante la sociedad o el consejo de magistratura (que no se
sabe muy bien que hace), o para que los abogados defensores de los detenidos
puedan sacarlos con facilidad, alegando que la detención no se ajustó a
derecho.
Los ejemplos
abundan y hacen que el país siga consagrando la impunidad como una forma de
vida absolutamente normal. Y no lo es. Haber sobrepasado este límite hace
que la Argentina tenga poder judicial, pero no tenga justicia. Deplorable y muy
peligroso.
En el caso del
abuso de menores por parte de personas que los tenían a su cuidado, que los
usaron personalmente o los “prestaron” o comercializaron, es tan aberrante, que
las palabras son pobres para definir la situación. Lo bueno es que se sabe y se
investiga.
Y con la
libertad de expresión, algo por lo que cualquier periodista del planeta lucha,
si desconoce los límites a los que debe atenerse, convierte a esa libertad
consagrada por la Constitución Nacional, en algo sucio y desgraciadamente
irreparable.
Cuando en un
programa de TV que era prestigioso, se permite que una invitada haga uso y
abuso de la palabra para difamar a personajes muy conocidos por la sociedad,
sin tener pruebas para sostener sus dichos y, la conductora no la echa de su
mesa, es infame.
El procurador
general de la provincia de Buenos Aire, Julio Conte Grand, dijo no tener
denuncias de abuso de menores cometidos por personas conocidas. Esto no tiene
en la gente el mismo peso que las denuncias. La calumnia es rápida, la
desmentida casi no importa.
Tampoco
importa si fue una operación, si fue paga, si la conductora sabía o no sabía de
qué se iba a hablar (difícil que no supiera), el hecho es que la invitada en
cuestión, no es digna de ser escuchada, que la conductora la debería haber
frenado.
Y en cuanto al
productor general del programa, pedir perdón por un error de producción, no
alcanza, no sirve. Siguen llegando llamados para preguntar si fulano o mengano
son pedófilos, si una los conoce lo suficiente como para afirmar que no, que no
lo son. Las calumnias algo dejan.
Debemos aprender
que hay límites intocables, para empezar, la ley y, el básico respeto por el
otro, para no olvidar nunca que nosotros, somos el otro del otro. Que tenemos
una responsabilidad enorme para con la sociedad en la que vivimos.
Si no
reconocemos límites, que no son simples limitaciones sino algo más profundo,
que hacen que la convivencia sea armoniosa entre nosotros, nunca seremos una
nación de personas civilizadas, ni un país serio.
Lo de esta
semana que pasó, ha sido gratuitamente escandaloso y en alguna triste medida,
nos define.
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