¡Ay, Axel y Alberto queridos!
Enrique G. Avogadro
Abogado.
"¿Hasta dónde
pueden llevar a un hombre la fe
y la obediencia absoluta a una
ideología?"
Leonardo Padura
En las dos últimas
semanas, el país y los mercados estuvieron en vilo ante la probabilidad de que
la Provincia de Buenos Aires cayera en default, ya que eso complicaría mucho la
negociación de la Argentina con sus acreedores externos. Finalmente, el
Gobernador anunció que pagará el vencimiento del bono que -contra sus
afirmaciones- no había sido emitido por María Eugenia Vidal sino por Daniel
Scioli; no podía ignorar que estaba mintiendo descaradamente puesto que él
mismo, entonces como Ministro de Economía, había autorizado ese endeudamiento.
El episodio puso
nuevamente sobre el tapete la enorme impericia que caracteriza a Axel Kiciloff
desde su ingreso a la función pública. Basta con recordar su proceder ante
Repsol y el Club de Paris siendo funcionario de Cristina Fernández, cuando ésta
ejercía la Presidencia.
Todos tenemos presente
la conferencia de prensa que brindó cuando la noble viuda decidió
"estatizar" las acciones que los españoles tenían en YPF, en una
nueva vuelta de tuerca al gran negociado que fue la "compra" del 25%
del capital por los Esquenazi/Kirchner, que derivó en la catastrófica pérdida
del autoabastecimiento energético para el país.
Muy suelto de cuerpo,
este groucho-marxista y neo-goebbeliano explicó entonces que no solamente no
deberíamos indemnizar a la empresa expropiada sino que sería ésta quien debería
abonar unos US$ 5.000 millones por los daños ambientales provocados durante su
gestión. Sin embargo, no sólo tal reclamo jamás fue formulado sino que debimos
hacernos cargo de una emisión especial de bonos que fueron entregados a Repsol
por US$ 9.000 millones. Me cuentan que La Caixa, dueña de la compañía española,
ordenó hacer sendos monumentos a Antonio Brufau, su CEO, y al propio Axel para
agradecerles el "éxito" de la negociación.
El otro episodio,
también carísimo, que forma parte del curriculum vitæ del Gobernador fue la
"negociación" que encaró, en 2014, ante el Club de Paris que,
curiosamente, se creó hace muchas décadas para gestionar en conjunto otra deuda
argentina. Allí fue nuestro querido Kiciloff, ante el asombro de sus miembros,
sin discutir aceptó pagar toda la deuda, incluyendo los intereses punitorios
que siempre eran condonados. Y allí terminaron otros US$ 10.000 millones, sin
que nadie imputara por mala praxis a nuestro enviado.
El miércoles pasado, el
propio Ministro de Hacienda, Martín Guzmán, recomendado de Joseph Stiglitz, el
economista preferido de la "abogada exitosa", a quien el Presidente
puso a cargo de negociar la deuda externa, criticó el acuerdo firmado por el
actual Gobernador alegando que resulta absolutamente impagable el saldo de US$
2.000 millones al 9% anual.
La fallida patoteada de
Kiciloff a sus acreedores, que son los mismos que los de la nación,
necesariamente hará que éstos sean más duros y apretarán a la Argentina mucho
más de lo que era esperable antes del episodio. Si, como algunos creen, toda
esta mascarada fue acordada entre Guzmán y la provincia, este fracaso resultará
insoportable.
Con relación a Alberto
Fernández, sorprendió su generosidad frente a los organismos de derechos
humanos franceses, cuando éstos le propusieron instaurar una policía del
pensamiento; se habría ofrecido a enviar al Hº Aguantadero un proyecto de ley
para penar con la cárcel a quienes nieguen los delitos de lesa humanidad que
habrían sido cometidos durante el proceso de 1976-1983 (¿la Triple A no hizo
nada en la materia?) y para que se niegue a los únicos verdaderos presos
políticos de la democracia -los 2.000 militares y civiles detenidos sin
sentencia firme- los derechos que los códigos argentinos conceden al resto de
los ciudadanos; para pedir este monumental disparate, adujeron la vigencia del
Tratado de Roma, que nuestro país firmó en recién en 2001 y que no prevé la
retroactividad.
Obviamente, esa noticia
nos remite a la ley provincial que María Eugenia Vidal promulgó siendo
Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, que lisa y llanamente prohíbe
discutir el fantasioso número de 30.000 desaparecidos, que Luis Labraña, ex
guerrillero, confesó haber inventado para tocar el alma y el bolsillo de la
izquierda de escritorio europea.
Graciela Fernández
Meijide, de quien nadie puede sospechar simpatía alguna con los militares de
aquella época, se ha preguntado repetidas veces dónde están las familias o los
amigos de los casi 22.000 que no figuran como desaparecidos en ningún lado, que
no fueron denunciados como tales, no tienen nombre y no figuran en ningún
registro. Hoy, a muchos años de la inauguración del Parque de la Memoria, en la
costanera porteña, ese es la cantidad de chapas que no han obtenido la
grabación de un nombre; es más, para llegar a los primeros 8.000, hubo que
recurrir a los muertos por causas políticas desde 1955 y a incluir hasta los
miembros del ERP y Montoneros fusilados por los mismos terroristas o que
cayeron intentando asaltar cuarteles y dependencias militares.
Para finalizar, un
pequeño reclamo a los diversos y otrora vocingleros organismos argentinos,
aplicable a los gremios docentes ante el congelamiento de los aumentos, por
ejemplo: ¡Muchaches (¿me habré puesto inclusivo?), olvidaron protestar contra
Nicolás Maduro cuando éste prohibió a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos ingresar a Venezuela! Pretendía verificar in situ las ingentes
denuncias por asesinatos, violaciones, encarcelamientos sin causa y hasta
desapariciones, algo a lo que no se atrevió siquiera la Junta de Comandantes
del Proceso de Reorganización Nacional argentino, tan denostado por esas mismas
organizaciones.
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