El nuevo proyecto peronista
Diana Ferraro
Escritora



Hay peronistas en todas partes y líderes que van asomando con un nuevo proyecto en manos: Schiaretti, Pichetto, Massa, entre los que destacan más por su clara idea de que el peronismo debe en primer término organizar una macroeconomía liberal para permitir el crecimiento y la inversión y, simultáneamente, reformular todo su instrumental de atención a los trabajadores y la nueva clase pobre que alcanza hoy niveles jamás vistos en la Argentina.
La enorme suerte con la que cuentan estos líderes potenciales, es la de tener en el haber del peronismo el antecedente de los años 90, y de un primer modelo interno de funcionamiento eficaz del peronismo aunado al liberalismo. Deberán, no obstante y ya mismo, construir un equipo peronista liberal semejante al que construyese en aquel momento Domingo Cavallo desde la Fundación Mediterránea y el IERAL, de modo de tener bien estudiados todos los problemas que va a dejar el nuevo fracaso del kirchnerismo y con todas las  soluciones evaluadas y preparadas. Quedan todavía muchos cuadros de aquel equipo inicial, y el mismo Domingo Cavallo, que pueden ser muy bien los referentes que ayuden en el armado de los nuevos equipos jóvenes con la mayor eficacia y celeridad.
Más allá de las muchas gratuitas acusaciones que se hacen contra el peronismo, tomando al kirchnerismo como una expresión de éste y no como lo que es, algo totalmente ajeno al espíritu real del peronismo, hay que reconocer que, por encima de la supuesta exclusiva batalla y elección entre kirchnerismo y macrismo, lo que hay es un peronismo disperso que con su proverbial tradición de organizado cardumen, sólo espera el pez líder para abrir, otra vez, la esperanza argentina hacia un horizonte de productividad y grandeza.
No importa desde qué fuerza o bajo qué nombre el líder actúe, todo el peronismo se encolumnará detrás de él. Lo que importa es la idea rectora de un peronismo recuperado en su esencia y renovado en su instrumental.
Es fundamental, entonces, crear ya, en conjunto y desde las miradas afines, un sólido equipo visible que vaya planteando a la comunidad el nuevo horizonte.
El nuevo horizonte es el de una macroeconomía liberada de todas las trabas que hoy la asfixian—una  economía liberal—donde se ejerza, simultáneamente, el mejor modo peronista de resolver la protección de los trabajadores y de solucionar la pobreza creando vías de salida de ésta, genuinas y escalonadas.
Ese mejor modo peronista, sin embargo, esta vez debe recurrir a nuevos instrumentos. No hace falta dibujar el cómo de una economía liberal, ya que esta es bien clara, conocida y practicada en muchísimos países que nos sirven de ejemplo. Hace falta sí, cambiar algunos de los instrumentos de protección de los trabajadores y de superación de la pobreza de modo de que no traben la inversión ni la producción y sean muy eficientes, además, en proteger realmente a los trabajadores y en crear los caminos de auténtica y duradera superación de la pobreza.
Organizar una nueva estructura fiscal desde el inicio es crucial para eliminar los excesivos impuestos y distorsiones, como cualquier economista liberal puede señalar, pero, en esta estructura fiscal hay que incluir la liberación de las provincias en cuanto a organizarse y disponer de sus propios recursos. Hay que tener la valentía de hacerlo, ayudando a las provincias más pobres de un modo diferente y original, para llevarles inversiones, gente con la que agrandar su mercado y nueva tecnología. No existirá ninguna reducción real de la pobreza si no se potencia a las provincias para que sean focos de inversión y crecimiento y para que, poco a poco, vayan reabsorbiendo el exceso de población de la Provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires. Un buen modo de sentar la base de este nuevo desarrollo federal es recordar y obedecer la consigna popularizada por el hoy muy lamentado Gobernador de la Sota: “Recaudan las provincias y aportan a la Nación”, y no al  revés, es decir como es hoy, en esa extraordinaria asfixia centralista disfrazada de equiparación benévola y discrecional desde el poder ejecutivo, entre provincias ricas y provincias pobres.
Organizar una economía auténticamente liberal, supone dejar a los empresarios, grandes, medianos o pequeños, liberados de toda intromisión en su inversión por las leyes laborales, justas en un momento pero que con el correr del tiempo se transformaron en abusivas y en detrimento final de los trabajadores. El trabajador tiene que estar protegido, pero no por el empleador, con el cual sólo debería tener un contrato normal de trabajo. Del mismo modo en que el peronismo logró que todos los trabajadores tuvieran una cobertura de salud de calidad por medio de las obras sociales de los sindicatos, puede tener una cobertura de seguro de desempleo. Con el aporte de los trabajadores direccionado hacia su seguro sindical, semejante a su seguro de salud, se libera a los empleadores de responsabilidad y juicios, con una gestión justa de cada aseguradora sindical, solidaria del trabajador por su misma constitución y a salvo de la intromisión de indebidos juicios.
Los sindicatos, lejos de tener que ser considerados hoy como enemigos del progreso económico, tienen que retomar su rol de socios en la economía liberal y en el progreso personal de los trabajadores, creando, en conjunto con el Ministerio de Educación, una escuela primaria y bachillerato sindical, de una modalidad sencilla para alcanzar a formar en el menor tiempo posible a aquellos que hayan quedado atrás y, por otra parte, creando en cada sindicato y a escala nacional, escuelas de oficios (los oficios pertinentes a cada sindicato)  donde se formen los jóvenes o mayores hoy aspirantes, sin trabajo o en transición.
Siendo los sindicatos el lugar de protección de los trabajadores con trabajo o en transición de un trabajo a otro, y además, el lugar por excelencia de acceso a la educación adulta y primer trabajo, se puede ver con claridad que es allí, en esa tradicional columna vertebral del peronismo, donde está la primera puerta para salir de la pobreza. Lo notable de esta solución peronista es que no se apoya en el Estado, y que no requiere tampoco de los recursos de éste. Es una solución privada, a cargo del esfuerzo y progreso de los mismos trabajadores que, a la vez que liberan a empresarios e inversores para aumentar la productividad y el número de empleos, van sumando personal mejor capacitado.
La solución de la pobreza, desde el lugar de un pensamiento peronista actualizado a la nueva realidad argentina de más de un 40% de pobres, tiene que tener también una aproximación que cree un lugar legítimo de salida de la pobreza para las familias que viven hoy en villas miseria en las grandes ciudades o en asentamientos precarios en los suburbios de éstas.
Con la ayuda de la tecnología, hoy es fácil tener un registro de cada argentino, de su lugar de residencia, familia, educación, ingresos, gastos y ocupación. Interesa tener un registro limpio y actualizado de todas las personas en situación de pobreza, de modo de poder eliminar, en primeria instancia, los planes superpuestos, la falta de planes y todo el desorden que existe hoy debido a la intermediación de organizaciones políticas u otros motivos. El Estado debe continuar ayudando, pero dentro de un plan bien organizado de promoción por etapas para que cada persona salga de la pobreza poniendo su esfuerzo. Cada argentino adulto debe estar bancarizado y recibir la ayuda pertinente en modo directo.
La ayuda pertinente, por otra parte, debe ser una ayuda para prepararlo para el trabajo o para ayudarlo a mejorar su condición de vida; por ejemplo, comenzando a pagar su nueva vivienda. Al eliminar la carga de aportes laborales de los empresarios, no habrá motivo para que estos insistan en mantener en negro a sus trabajadores. Blanquearlos hará que estos sean sujetos de crédito. En este sentido, el temor de muchos receptores de planes a perderlos si comienzan a trabajar debe ser eliminado: el “exceso” del plan va a ser en la mayoría de los casos destinado a mejorar las condiciones de vida, por ejemplo, accediendo a una vivienda digna.
La construcción de viviendas populares de calidad puede ser alentada desde el Estado cediendo tierras fiscales a empresas constructoras que deseen invertir en este tipo de propiedad a la cual accederán los nuevos trabajadores por medio de un leasing, una fórmula que en la Argentina se usa poco, pero que combina las ventajas de un alquiler que se va contabilizando a cuenta de la compra.
Hace poco, durante la ocupación ilegal de tierras por parte de gente sin viviendas, el dirigente Grabois propuso una modalidad de ocupación legal, por medio de tierras fiscales cedidas principalmente por las provincias de modo de radicar allí a familias que se dediquen a la agricultura intensiva. Este es otro modo posible de ir, poco a poco, terminando con los asentamientos, quizá pensando en la constitución de nuevos pueblos autosuficientes, donde los habitantes no sólo sean los que construyan sus viviendas según un plan facilitador, sino que tengan disponibles para ellos, además de la producción agrícola, todos los demás empleos de servicios del pueblo. Esta es una iniciativa que, por estar orientada a la producción, puede ser también encarada en forma privada, por medio de créditos, y con sólo el aporte de tierra por parte del Estado. No es una idea original, en la España y Europa de las respectivas posguerras se construyeron muchísimos pueblos nuevos. En la Argentina, esto hoy es necesario porque la destrucción del país en las últimas dos décadas y la pérdida de recursos de los argentinos vuelven a requerir soluciones no sólo de educación y laborales sino colonizadoras.
La conjunción de esfuerzos privados, estatales y sindicales, con el enorme aumento de la inversión y productividad que se verificará una vez que se libere la economía, hacen que las perspectivas de la Argentina, lejos de estar sumergidas en la desesperanza, puedan visualizarse claramente. El liderazgo y la planificación harán la diferencia. No hay que dudar de que podemos y de que lo haremos. La tercera es la vencida.
Y un último secreto peronista: hay que pensar en la creación de padrinazgos culturales. A cada familia pobre o marginada, brindarle la amistad y padrinazgo de una familia en situación normal. No para donar dinero, comida o ropa, ni compartir nada que no se desee compartir, sino para integrar culturalmente. Para hacer que aquellos que no tuvieron la oportunidad de estar informados o educados, puedan recibir, rápido, de primera mano y con un ejemplo vivo presente delante de ellos, la más útil información acerca de la higiene, la alimentación, la salud, los modos de organizar una vivienda, de educar a los niños, el comportamiento ciudadano, etc. La tecnología hará la conexión entre apadrinados y padrinos, esa conexión hoy improbable, dificultada, rehuida, reemplazando a la desconexión que divide hoy a las dos Argentinas, la que se sabe valiosa pero no puede mirarse en el espejo de su propio horror. Con un año de padrinazgos efectivos y de promoción escalonada para salir de la pobreza, la Argentina será otra, la que queremos, y la que quizá fue en algún momento, aunque nunca del todo.
El todo es pronto y ya comenzó a ser, aunque hoy solo veamos la nada y no nos demos cuenta de cuántos y cuántos argentinos están pensando en la misma dirección y uniéndose sin saberlo.



 

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