Im-¿Posibles?
Enrique G. Avogadro
Abogado.
“Donde antes habitaban la
perseverancia y el ingenio, ahora deambulan la apatía y la desesperación. Donde
antes reinaba la autosuficiencia, ahora ocupa su lugar un sometimiento
mendicante”. Hernán Díaz
En un país simplemente
normal, alguien como Sergio Massa no podría presentarse siquiera como candidato
a portero de un prostíbulo. Sin embargo, por alguna de esas múltiples razones
que convierten a la Argentina en un ejemplo nefasto para el mundo, no es tan
descartable como debiera la probabilidad de que se transforme en el próximo
presidente. Y ello habla muy mal de nosotros, ya que hubiéramos debido
aprender, y mucho, de las experiencias generadas por el peronismo siempre
mutante.
Sin embargo, sigue teniendo
un núcleo duro de votantes, que padece del síndrome de Estocolmo, entre los más
perjudicados por su fracasada gestión, en especial en el Conurbano bonaerense.
Allí, por múltiples razones históricas, políticas y delictivas, el Estado ha
abandonado a los ciudadanos: no hay luz, agua corriente, educación, seguridad,
salud, vivienda, e impera el narcotráfico y la violencia. Que un tipo que ha
llevado la inflación al 140% anual y el dólar a $ 525 aún tenga el apoyo de los
gerentes de la pobreza, de la CGT y del trotskismo llama la atención del mundo
entero. Hoy la Argentina, en manos de estos canallas desde hace más de veinte
años, se encuentra 6° entre los países más miserables del globo.
Es innegable que las
salvajes peleas a cielo abierto de la oposición coadyuvan a sostener las
esperanzas de Unión por la Patria. Por ello, me permitiré formular una
propuesta a los dos contendientes dentro de Juntos por el Cambio que anuncien
que, de triunfar en las PASO, ofrecerán al perdedor un cargo importante en su
futuro gobierno: ¿la Jefatura de Gabinete a Horacio Rodríguez Larreta?, ¿el
Ministerio de Seguridad y Defensa a Patricia Bullrich? Con eso, las dudas sobre
el comportamiento de los votantes de cada uno en las generales de octubre se
disiparían rápidamente y la imagen de verdadera unidad se vería solidificada.
Más allá de las
permanentes contradicciones y contorsiones que exhibe el Aceitoso sin pudor,
cabe recordar tres recientes hitos de su tradición de inveterado mentiroso: 1)
dijo que China había enviado una carta al Directorio del FMI para apurarlo a
cerrar el acuerdo con la Argentina, y fue desmentido hasta por la Directora
General, Kristalina Georgieva; 2) dijo que el gasoducto Kirchner se había
construido pese a la oposición del FMI, pero rápidamente se conocieron los
documentos que demuestran que el organismo recomendó priorizar esa obra para
mejorar la situación de las reservas monetarias; y 3) dijo que economistas de
Juntos por el Cambio habían reclamado al FMI no ayudar a nuestro país hasta después
de las elecciones; no sólo fue una flagrante falsedad, probada por su negativa
a dar nombres, sino que permitió recordar (https://tinyurl.com/bdhrv4cw) que el
peronismo, oficialmente, intentó perjudicar al gobierno de Mauricio Macri.
Los empresarios “expertos
en operar en mercados regulados”, con la permanente vocación por cazar en el
zoológico y pescar en la bañadera, siguen apoyándolo, sobre todo con mucho
dinero pero también operando en la prensa en su favor. Están convencidos de la
prosperidad que lloverá sobre ellos si consigue ganar las elecciones, al
continuar el saqueo de la mano de licitaciones amañadas, de permisos de
importación digitados y vendidos, de protecciones inicuas y de corrupción
generalizada.
Nuestros padres y nosotros
mismos, que ya somos mayores, en general abdicamos de nuestro rol político de
clase dirigente, al cual estábamos destinados por educación y por herencia, ese
papel que sí asumió responsablemente la generación del 80 haciendo grande al
país, y entregamos la administración de nuestro bien más preciado (la Patria) a
cafres de todos los colores; obviamente, a nadie podemos echar la culpa de lo
sucedido y la historia nos imputará por haber permitido, sin reaccionar, la
fatal y terminal decadencia de la Argentina.
El país dejó de soñar,
entonces, con ser una Nación y se conformó con ser un mero consorcio, en el que
no obedecemos el reglamento de copropiedad ni sus reglas de convivencia (la
Constitución), que establecen cuándo debemos sacar la basura, por dónde pueden
circular las mascotas o los horarios prohibidos para los ruidos molestos y, por
supuesto, no respetamos los derechos de los otros copropietarios (los
ciudadanos), entre otros, a circular libremente. El día en que se generalizó el
lema “sálvese quien pueda” y se internalizó la pregunta “¿dónde está la mía?”,
nos condenamos a la insignificancia y, en último término, a la inviabilidad.
Hoy el mundo, que en razón
de la prepotencia asesina de Vladimir Putin (prohibió la circulación de buques
graneleros en el Mar Negro) se encuentra nuevamente al borde de una monumental
hambruna, no puede permitirse por mucho tiempo más que los incompetentes y
egoístas argentinos terminemos de arruinar un territorio tan despoblado, con
capacidad para alimentar a 500 millones de personas, feraz en recursos
naturales de todo tipo, en agua dulce y en energías renovables. En la medida en
que nuestro país no se hundirá en el mar, resulta imaginable que su superficie
actual sea desmembrada y repartida entre los países vecinos y entre las
potencias globales que, aún con las dificultades derivadas de la presencia de
47 millones de incorregibles argentinos (¿por qué no pagarnos para que nos
vayamos?), administren eficientemente sus enormes potencialidades.
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