Cruzar el desierto para llegar a la tierra prometida
Aldo Abram
Director de Fundación Libertad y Progreso.


Los argentinos hemos votado por un cambio de rumbo, hartos del actual que nos ha llevado a décadas de empobrecimiento y de ir de crisis en crisis. Ahora, hay que empezar a gestar ese cambio y no va a ser fácil. Empezando porque este gobierno nos ha metido en un proceso hiperinflacionario. La buena noticia es que es posible evitar que estalle una hiperinflación; lo que requerirá de la colaboración de la actual gestión que nos puso en esta situación y, también, de la que asumirá el 10 de diciembre. Hasta el traspaso del poder el gobierno tiene la responsabilidad de llevar el barco a puerto lo menos destruido posible. Es cierto que sus errores de diagnóstico nos han traído a la actual crisis; pero habrá que esperar que hagan lo mejor que se pueda, dado su leal saber y entender. Por el lado, del futuro Presidente y su equipo también hay una responsabilidad que es empezar a aclarar cómo lograrán los objetivos que se le han propuesto al país y que la mayoría de la gente votó. Cuantas más certezas den, menor será la incertidumbre sobre el futuro y eso es de gran ayuda a la hora de evitar el estallido de una hiperinflación; aunque lo más importante es que quienes gestionan no provoquen un estallido.
 
Si todo esto sale bien, le tocará al Presidente Milei empezar a resolver los problemas como lo prometió. Obviamente, los gobiernos están conformados por seres humanos; por lo que no es factible esperar milagros. Cuando alguien en su casa o trabajo se manda una macana enorme, no cuenta con una varita mágica para solucionarlo inmediatamente. Con esfuerzo y sacrificio se lo resuelve y, luego, se goza de los beneficios. Lo mismo pasa con los países. El desastre que dejará este gobierno es gigantesco. Por eso, el primer semestre será muy duro; ya que vamos a tener que hacer los esfuerzos y sacrificios para empezar a “curar” los graves males que están dejando. Luego, hacia mediados de año, si se hicieron bien las cosas, veremos caer la inflación y recuperarse la economía.
 
El tema inflacionario es el mejor ejemplo. En la actualidad tenemos un BCRA que, para financiar los excesos de gasto del gobierno, está produciendo pesos a más no poder. Por lo tanto, como todo lo que se produce de más, eso genera una caída en su precio, es decir el poder adquisitivo de nuestra moneda se está cayendo. Para colmo de males, la gente se cansó de que le quiten parte de sus ahorros y está bajando su demanda de pesos y, por ende, eso también está haciendo bajar su valor. Esto es lo que nos pone en un proceso hiperinflacionario; ya que más pierde poder adquisitivo el peso menos moneda local quiere la gente en un círculo vicioso muy peligroso. Si se lo deja continuar, los argentinos podríamos repudiar el peso; lo que implicaría que su valor caiga a cero y, por ello, todos los precios tiendan a subir enloquecidamente. Esto último es una hiperinflación. Sin embargo, aunque se la evite, la desvalorización del peso tardará meses en reflejarse en todos los bienes y servicios.
 
Además, es necesario salirse del cepo antes de que termine haciendo colapsar el BCRA. Eso implica reconocer que un dólar no vale lo que dice el tipo de cambio oficial, cosa que todos sabemos. Así que, seguramente, subirá y, con él, los bienes y servicios que se cotizan en dólares. O sea, todos los que se pueden exportar e importar.
 
Por otro lado, los controles de precios son insostenibles porque a los productores les conviene producir cada vez menos y terminan en desabastecimiento. Ya lo vivimos recientemente con el combustible, lo sufrimos todos los días con los faltantes en las góndolas y, peor aún, de insumos médicos. Esta actitud que complota contra el crecimiento económico, la creación de empleo y el bienestar de la gente tiene que terminarse y esa necesaria corrección también va a determinar un salto de los índices de precios al consumidor (IPC). Si sumamos que hay que sacar los subsidios a los servicios públicos a quienes pueden pagarlo, podemos entender por qué es esperable que, aun haciendo todo bien, veremos que el IPC interanual se ubicará por encima del 200% e, incluso, hasta en más de 230% en los primeros meses de 2024. Luego, si se logra tener un BCRA independiente que no financie más al Estado, la inflación tenderá a bajar en la segunda parte del año.
En tanto, el desbarajuste fiscal que está gestando este gobierno, mantendrá las tendencias recesivas en el período que lleve ordenar las cuentas públicas. Sin embargo, hacia mediados de año, la economía empezará a recuperarse. La buena noticia es que, si el programa de reformas estructurales continúa desarrollándose, las perspectivas de crecimiento económico son de más del 5% e, incluso, del 6% en los años siguientes, con una fuerte creación de empleo productivo con sueldos dignos. Nada novedoso, los países que hicieron estas mismas reformas tuvieron años de crecimiento a tasas aún superiores y hoy son los que envidiamos por su capacidad de generar oportunidades de progreso para su gente. Es más, son aquellos a los que se van nuestros jóvenes y emprendedores.

Publicado en Desafío Exportar.

 

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