El escenario económico cambia; en el político buscan una tregua
Sergio Crivelli


La crisis inflacionaria y de reservas del BCRA está comenzando a ceder gracias al inclemente ajuste de Luis Caputo. Este cambio de escenario puede consolidar al gobierno, pero tiene tal impacto negativo sobre la clase media que, si se prolongase sin horizonte, lo llevaría al fracaso.
El recorte del gasto y el apretón monetario presionaron la inflación y los dólares libres a la baja, pero al costo de una recesión inevitable. Por ejemplo, los fabricantes de alimentos siguen mandando a los supermercados todas las semanas listas con subas de sus productos cercanas al 5%, que los sectores empobrecidos ya no pueden convalidar. En el mediano plazo esa situación terminará achatando la inflación, pero al precio de un riesgoso deterioro social.
El gobierno no ignora la situación y quiere acelerar el actual tramo del ajuste para llegar a la estabilidad que haga posible una rápida recuperación (ver “La visión de Arriazu”), pero para eso necesita despejar el camino de obstáculos políticos. Con ese objetivo el presidente Javier Milei pretende acelerar el Pacto de Mayo: el viernes 1° lo lanzó desde el Congreso y una semana después hizo el primer ensayo con público en la Casa Rosada con la asistencia perfecta de todos los gobernadores. La idea es que por lo menos no le bombardeen desde el Congreso las reformas en trámite a cambio de fondos fiscales.
En suma, el argumento del ballet es el mismo, pero con un nuevo elenco: el director anterior que fracasó, Guillermo Francos, va de nuevo, pero vigilado de cerca por el más intransigente Nicolás Posse. Se mantienen en reserva el símbolo de la dureza fiscal. Luis Caputo, y el responsable de la derrota parlamentaria de la ley ómnibus, Santiago Caputo. La estrategia de fondo consiste en ganar tiempo, aunque la música pretenda sonar con la solemnidad institucional de un acuerdo patriótico.
Desde la platea asisten como espectadores diputados y senadores, porque Milei privilegia el entendimiento con los gobernadores antes que con el Congreso. A estos último los recibió el jefe de Gabinete, mientras que legisladores propios y ajenos lo habían esperado en vano el día anterior en el Senado para que les explicara por qué el decreto de necesidad y urgencia 70/2023 tiene necesidad y urgencia.
Lo llamativo es que los maltratados congresistas tienen en sus manos el destino de la única herramienta de cambio que todavía sobrevive en el parlamento: el DNU 70. Sin embargo, el presidente sigue ignorándolos. Además, con la decisión de que ningún funcionario concurra a rendir cuentas ante los legisladores, dilapidó semanas de paciente tejido de la vicepresidente Victoria Villarruel para mantener calmados a los caudillos provinciales, precaria estrategia que todavía le permite aislar al kirchnerismo en la Cámara alta.
Milei prefiere entenderse con los gobernadores porque hablan su mismo idioma: el del dinero necesario para pagar sueldos. En el primer bimestre del año les recortó $101.000 millones en transferencias discrecionales. En febrero les cortó el 88% y en enero el 98%. Por eso los mandatarios provinciales fueron disciplinadamente a oír a Posse. No están las cosas como pelearse con el Tesoro Nacional.
El resto de la dirigencia opositora tiene, en cambio, sólo dos objetivos: zafar del ajuste y reorganizarse para volver si Milei fracasa.
Los más afectados por la irrupción del libertario son los del PRO, porque no les queda más que alinearse de manera incondicional con el gobierno. Comparten electorado con el presidente y no tienen posibilidad de sobrevivir si terminan aliándose con el kirchnerismo.
Esto último lo entendieron Patricia Bullrich y Cristian Ritondo, que buscan insertarse en el entorno presidencial. No opina igual Mauricio Macri que quiere volver a la presidencia del partido, cargo que representa una indecorosa “diminutio capiti” para alguien que fue presidente de la Nación.
Más complicado aún está Horacio Rodríguez Larreta, repudiado ampliamente por los votantes igual que sus socios políticos Martín Lousteau y Sergio Massa. El PRO como prácticamente la totalidad de los partidos nativos fue construido alrededor de una figura con fuerte atractivo electoral. Mauricio Macri, que ya perdió esa condición.
El peronismo, en tanto, no consiguió aún superar el golpe de la derrota por 10 puntos que le infligió Milei. Su sector de mayor peso, el kirchnerismo, sufre en buena medida el mismo problema del PRO con Macri: no hay renovación de dirigentes por lo que no tiene manera de reciclarse. Cristina Kirchner conserva su liderazgo al precio de que nada crezca a su alrededor.
En consecuencia Milei tendrá margen para seguir ajustando mientras no aparezca una alternativa opositora seria.


Publicado en La Prensa.

 

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