Australia incorrecta
Carlos Rodríguez Braun
Catedrático, Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Como en la película Sospechosos habituales, están pasando cosas raras. El pueblo ha sido convocado a votar y no ha votado lo que la corrección política progresista prescribe. Lo hemos visto en Chile con las sucesivas consultas sobre la reforma constitucional, que rechazaron los ciudadanos. También en la Argentina, donde el pueblo eligió a Javier Milei, ante la indignación de los maîtres-penseurs en el diario El País. Otro tanto en España, donde la izquierda pierde elección tras elección, y solo gobierna contorsionándose hasta resultar irreconocible. Y en eso fueron y votaron en Australia. La cuestión en las antípodas es parecida en parte a la chilena, porque los australianos fueron convocados a un referéndum para cambiar la Constitución e incorporar a los pueblos originarios como tales al Parlamento, y lo rechazaron por mayoría.
No se trata de que los australianos se opongan a los indígenas por motivos racistas. Como recordó Helen Dale en Law & Liberty, la última vez que votaron sobre cuestiones indígenas fue en 1967 para suprimir cualquier consideración racial en la Constitución. Más del 90 por ciento del pueblo votó a favor.
Ahora la situación es distinta. Lo que ha pasado en Australia en las últimas décadas, igual que en otros países, es que la izquierda esgrime el indigenismo como bandera progresista, pero no el indigenismo que busca la igualdad en la convivencia de los ciudadanos libres y con los mismos derechos. Al contrario, se trata de propiciar una igualdad forzada desde el poder quebrantando la libertad. Lo mismo que quiere hacer nuestra izquierda en España cuando aboga por cambiar los museos para "descolonizarlos", es decir, para retorcer y humillar a los españoles por su pasado. En Australia hablaron de indígenas invadidos, oprimidos, explotados y colonizados. Lógicamente, solo los indígenas son los verdaderos propietarios de la tierra en Australia. Todo es igual a lo que dijeron durante décadas sobre los trabajadores. Y, por supuesto, de paso, con tantos horrores de la colonización, nos vamos olvidando del comunismo.
En medio de todo esto, mucho dinero público, como siempre, subvenciones, picaresca y corrupción. Pero la esencia es la politización del indigenismo. Por eso, cuando el político opositor, Peter Dutton, se quejó por un referéndum que dividía a los australianos pecó de ingenuo. Ese era precisamente el objetivo. Y, bendito sea Dios, no coló.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 20 de marzo de 2024.

 

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