Pluripartidismo socialista
Emilio Martínez Cardona
Escritor y analista político.
Regímenes como el
de Venezuela, donde no existe un partido único al estilo de las viejas
dictaduras leninistas, sino un partido hegemónico que coexiste con fuerzas real
o supuestamente opositoras, a menudo suelen entenderse como una innovación
dentro del repertorio de los autoritarismos. Sin embargo, un somero repaso de
la historia muestra que el truco del pluripartidismo socialista es más antiguo
de lo que se cree.
Fue el caso de la
Alemania oriental o RDA, donde junto al Partido Socialista Unificado
(comunistas y socialdemócratas anexados), tenían participación en la Cámara del
Pueblo las representaciones de la democracia cristiana, los liberales, el
partido campesino y hasta nacionalistas exintegrantes del nazismo.
Pero, pequeño
detalle, todos los partidos debían formar parte de la lista única del Frente
Nacional de la Alemania Democrática, conducido por el partido comunista, que se
aseguraba una amplia mayoría y asignaba a las otras formaciones pequeños cupos
de los escaños.
La práctica de
este “frente” era la unanimidad, aunque los democristianos orientales se
zafaron de la camisa de fuerza en 1972, para votar contra el aborto, mientras
que los liberales comenzaron a levantar cabeza en la década de los 80, cuando
desde la Unión Soviética soplaron los aires reformistas de la Perestroika.
El método de una
supuesta pluralidad sometida a un “frente” es también el modelo chino, donde la
Constitución de la República Popular prescribe un “sistema de cooperación
multipartidista”, reconociendo junto al Partido Comunista de China a los “ocho
partidos democráticos”: Kuomintang, Liga Democrática, Asociación Nacional
Democrática de la Construcción de China, Asociación China para la Promoción de
la Democracia, Partido Democrático de Campesinos y Trabajadores, Partido
Zhigong, Sociedad Jiusan y Liga de Autogobierno Democrático de Taiwán.
Todo esto
parecería la obra de un bromista totalitario, pero es parte de las “pieles de
cordero” con las que se camuflan estas dictaduras ante la opinión pública
internacional.
La innovación, en
los casos latinoamericanos del siglo XXI, es el camino gradualista por el que
se han ido acercando a esa combinación de pluralismo aparente y monopartidismo
real. Nicaragua ya es unipartidista en la práctica, mientras que Venezuela
estaría llegando a ese puerto, al no permitir que la principal coalición
antichavista inscriba y decida libremente a sus candidatos para las elecciones
presidenciales.
En Bolivia, ese
unipartidismo de fondo, enmascarado por ficciones pluralistas, ha sido siempre
el objetivo de ideólogos del hegemonismo que, como Álvaro García Linera, han
planteado la vigencia del “horizonte comunista”.
Publicado en Los Tiempos.
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