Las odiosas confesiones de los fracasados
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Inés Varela, una ministra del intérprete de los pájaros, Nicolás Maduro, llamó a los venezolanos a cerrar sus cuentas de Facebook para -según ella- evitar trabajar gratis para la CIA.
Usando otra red social -Twitter- creada gracias al ingenio del imperialismo (que ella usufructúa, claro está) dijo también que los países que habían sido objeto de espionaje norteamericano debían solicitar una indemnización al gobierno de Obama: "vamos a quebrar la economía de USA", espoleó.
En esos simples renglones se esconden varias confesiones. En primer lugar la soterrada ambición de ver a Facebook cerrado. Se trata de un viejo deseo de todo totalitarismo: evitar el acceso a la libre información y a la posibilidad que la gente se conecte y se comunique. Con herramientas que le permitan saber cómo son las cosas y, a su vez, entrar en contacto con el mundo exterior, las personas son más difíciles de engañar y los regímenes absolutos, más difíciles de imponer.
Varela ha elegido por ahora el trámite de la "solicitud". Pero no tengan dudas que cortaría todos los enchufes de las computadoras de Venezuela si tuviera la posibilidad de hacerlo.
En segundo lugar aparece la clara colisión entre los derechos individuales y la seguridad de los Estados. Desde Septiembre de 2001,  los Estados Unidos contra toda su historia han privilegiado la seguridad nacional por sobre la vigencia de los derechos individuales. Han dicho que eso les ha permitido abortar muchísimos atentados que habrían sido cometidos en suelo norteamericano. Pero el remedio llevaba el veneno de un fruto prohibido. El atentado a la privacidad individual habrá evitado muchos atentados pero perpetró uno mayúsculo: espiar la intimidad de millones.
Esto demuestra que no pueden obtenerse buenos resultados de los malos procedimientos.
Pero dicho esto, hay que subrayar el otro párrafo faltante de la fulgurante ministra Varela. Me refiero a la arenga la de "quebrar la economía de USA"
¡Qué desgarro de odio y envidia!, ¡cuánto rencor acumulado, cuanta rabia, cuanta furia! ¡Por no poder tener aquello que tienen ellos llamo a destruirlos! ¿No sería más saludable inventar un sistema que supere aquel que tanto criticamos y que produzca un  estándar de vida para la gente mejor que el que produce el norteamericano?
Es tal el fracaso del "socialismo del siglo XXI" que para disimular su estrepitoso estruendo llama a destruir el faro que mide y le da dimensión a esa derrota.
El nivel de vida que produce el capitalismo democrático resulta tan evidente y tan abrumador que  la envidia socialista no tiene otro camino más que proponer su destrucción. No puede generar un sistema superador: debe romper la luz que hace ver su enorme fracaso.
Se trata de una versión aumentada de la visión marxista para hacerse de riqueza. ¿Hablaba Marx de crearla? ¡Por supuesto que no! El alemán proponía ir a "arrancársela a la burguesía".
Esto es invitaba al robo; y al robo violento.
Su conclusión era lógica: su sistema era incapaz de crear riqueza nueva para aquel que no la tuviera. La única alternativa era ir a quitarle la propiedad a aquellos que ya la poseían.
Varela ha entregado una versión internacional del ataque a lo ajeno; a lo ajeno y a lo que se odia: propone reclamar "indemnizaciones masivas" para "quebrar la economía" de EEUU.
¡Cuánto odio, por favor!, ¡cuánto odio y cuánta paupérrima incapacidad para hacer algo útil!
El gobierno norteamericano ha cometido un error garrafal. Una falla fundamental. Una traición a las tradiciones de su cuna. Pero lo de Varela es revelador. Una prueba más de que el odio es inherente al marxismo. Sin odio, como diría Guevara, no puede sostenerse una aberración de las ideas de semejante magnitud.
 

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