Mauricio Macri y el dilema de la actitud ¨light¨

Virginia Tuckey
Investigadora, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Se votó nuevamente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
y Rodríguez Larreta es el Jefe de Gobierno electo luego de que el ballotage lo dejara con escasos tres
puntos por encima de Martín Lousteau.
Esta elección fue esperada ansiosamente por el PRO para
ser usada como el trampolín que empujara a Mauricio Macri a la presidencia. La
estrategia, finalmente –y a menos de un mes de las PASO presidenciales-, no
resultó como se esperaba. Aunque los acérrimos militantes y seguidores del PRO
intentaban demostrar su felicidad con el infantil y poco convincente “lo
importante es que ganamos” y “le ganamos a todos los partidos”, la realidad es
que las sonrisas forzadas y la notable falta de euforia en el bunker del
candidato ganador demostraron claramente otra cosa. Algo no salió como se
esperaba.
En política, como en la vida misma, la contemplación de
los factores a tener en cuenta para asegurar un resultado en un futuro cercano
o lejano, son imposibles de considerar en su totalidad, ya que la dinámica del
mundo y los millones de individuos que formamos parte de él no lo permiten. Sin
embargo, hay cuestiones que son de carácter básico, sobre todo cuando lo
elevamos a un nivel profesional.
No tener en cuenta las altas probabilidades de que
existiese un ballotage y que dicha elección se llevaría a cabo en plenas
vacaciones de invierno, no son
cuestiones que se escapan del análisis del asesor político por la complejidad
de los factores sino por simple torpeza de quienes se han cargado al hombro la
estrategia política partidaria. No ser capaz de obtener una encuesta para uso
interno con datos confiables y que expresen la realidad con un margen de error
lógico (y que no alimente falsas expectativas que luego vuelven como un búmeran
al conocerse el resultado verdadero) genera sospechas sobre la idoneidad de
quienes lideran la campaña del PRO.
Entender que el trampolín para activar las chances
presidenciales no dependía del resultado electoral de la Ciudad de Buenos Aires,
sino que la campaña presidencial tendría que haber sido un trampolín para los
resultados en la Ciudad, para Santa Fe y el resto del país, y que sería esto lo
que finalmente daría las bases sólidas que se necesitan en la Argentina de hoy
para enfrentar a quienes ostentan el poder sin escrúpulos, no requería de un
genio de la ciencia política sino simplemente de la virtud del coraje y la
honestidad intelectual del establishment que da forma a la estrategia
partidaria para construir desde arriba y provocar un efecto derrame que
sirviera de fortalecimiento de las bases.
Pedir que Lousteau se baje del ballotage, teniendo en
cuenta que Mauricio Macri podría atravesar idéntico escenario frente a Daniel
Scioli en octubre –amén de la poca dignidad detrás de ese ruego-, demuestra un
nivel ruin y alarmante en la estrategia e inteligencia política.
Exaltar que “se ganó a todos los partidos” es apelar a
una parcialidad que por su extracción del contexto podría resultar mentirosa en
otros entornos. Ganar la Ciudad de Buenos Aires no asegura ganar el país, y
mucho menos, la provincia de Buenos Aires. Hasta se podría decir, que nada de
lo que se usa en la Ciudad como estrategia será realmente útil a nivel nacional
por un antagonismo sociológico harto conocido. Teniendo en cuenta este
antágonismo, si la Ciudad que ha mimado siempre a Mauricio Macri lo deja al
borde de una elección, ¿qué podemos esperar de la Provincia de Buenos Aires? ¿y
del resto del país?
Tomar la critica constructiva como un ataque enemigo
destructor es alarmante cuando esto sucede en los mandos medios que tienen,
entre otras cosas, la importante tarea de sumar votos.
Responder a aquella crítica con un tono de snobismo
falsificado apelando al supuesto monopolio de ser la única alternativa al
peligro institucional que enfrentamos, y usando esto como una justificación
para apelar al silencio de quienes ellos quieren como electores, no los
diferencia demasiado de quienes dicen oponerse.
Es probable que todo lo que ha sucedido hasta ahora
parezca una secuencia de “errores” que en realidad tendrá un desenlace de
victoria para Mauricio Macri y su asesor Durán Barba. Tal vez, hay algo que no
podemos alcanzar a vislumbrar quienes estamos preocupados por ver poca acción o
acciones confusas y erradas de parte de quién tiene más chances de rescatar el
Sillón de Rivadavia. Tal vez, el triunfo ya está asegurado y por esto mismo se
está jugando la carta de la actitud "light”. Tal vez, en los próximos
días, Macri nos contará un gran plan que devolverá a Argentina su dignidad
republicana. Tal vez, en los próximos días, nos deslumbremos al darnos cuenta
que han estudiado y aprendido las lecciones de grandes políticos y estrategas,
como fueron Churchill y Mac Arthur, y de quienes comprendieron que “las
criticas no serán agradables, pero son necesarias” y que “es fatal entrar en cualquier guerra sin
voluntad de ganarla”.
Faltan escasas semanas para que el futuro del país se
defina. El tiempo corre y a la República se le acaba el oxígeno. Mauricio Macri
está ante un momento y oportunidad históricos. Él decidió jugar este momento,
él decidió encabezar "el cambio". ¿Tendrá en cuenta que el cambio es
ahora o no es nunca más? ¿Tendrá en cuenta que el activo más importante hoy es
el coraje y no la timidez? ¿Tendrá en cuenta que no importa el resultado sino
la actitud que él tome? ¿tendrá en cuenta que somos muchos quienes estamos
dispuestos a acompañarlo?
En Argentina no hay segundas oportunidades para quienes
pierden una elección presidencial, es ahora o nunca. En Argentina, da la
casualidad, tampoco hay muchas chances para conservar los últimos vestigios de
República y recuperar los que perdimos. Es ahora o nunca.
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