Hoy más que nunca, economía política del gabinete presidencial

Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Parece obvio, pero en contextos que se acercan y asemejan a escenarios de
crisis, la economía y la política emergen a la opinión pública como dimensiones
inseparables, imposibles de desconectar en sus implicancias. En verdad en todo
momento es así, pero hay técnicos y especialistas que por miopía -antipolítica-
no lo aceptan y también gente que no imagina esta relación implícita hasta que
el agua les llega al cuello (algo que vemos todos los años y no es culpa del
cambio climático).
Pero entonces, clarifiquemos ¿Cómo toma cuerpo lo obvio? Más allá de las
frases y lugares comunes, lo que al próximo gobierno nacional le será imposible
e ineludible de afrontar es una decisión estructural e institucional en materia
de ética y gestión económico política. Pero esa decisión posee un tiempo
anterior, una decisión anterior y clave sobre personalidades y dinámicas
grupales.
Lo que no surge evidente entonces hasta el día de hoy, en esta compleja
realidad es ¿cómo vislumbran los candidatos presidenciales la conformación y
extensión de sus gabinetes presidenciales? Dar respuestas claras sobre el staff
y la división de competencias atribuidas en cada funcionario es comenzar a
responder todo lo demás, lo que es decir también responder en concreto sobre el
plan y la ejecución.
El tan remanido ajuste por lo tanto, no es ni será sólo un tema fiscal
y presupuestario. No puede ser reducido drásticamente a esa única perspectiva
economicista. Sino que, genéticamente, hablar de ajuste en la administración de
gobierno nos debe obligar a observar y analizar la calidad ético-constitucional
de los funcionarios elegidos, el número y extensión de los ministerios y
finalmente su especificidad técnico-administrativa. Entonces, ¿más o menos
ministros, subsecretarios y secretarios de gobierno? y/o ¿más o menos
técnicos en hacienda o especialistas en comunicación? Y no está demás pensar
también en ¿más o menos agencias? #verydificult
A la fecha no sabemos con total certeza que piensan cada uno de los
candidatos presidenciales de la oposición y aunque hay nombres en danza no
hablan de la conformación final del gabinete. Peros menos sabemos, y esperanzas
tenemos de conocer, que piensa realmente Daniel Scioli al respecto, dado que
comunicar esta decisión supone de antemano ganarse una interna peronista
todavía más feroz cuando la tradición justicialista invita a conformar a todos
pagándoles políticamente con cargos.
Por lo pronto, uno cree que la respuesta -formula- debería ser la
siguiente: menos ministerios y secretarías y más subsecretarios y mejores
comunicadores de las políticas que se van a implementar. Esa debería ser la
silueta de la pirámide de la gobernanza en este contexto. Es decir, la economía
política del gabinete no sólo se expresará en reconducir la macroeconomía y
estabilizar el gasto sino también en generar una mesa de toma de decisiones que
no se reduzca a la mesa chica, y opaca, de la década k, ni a un desfile de
actores técnicos sin expertise político que haga recaer toda la responsabilidad
en el presidente.
No sirve entonces, en este sentido, que tengamos un superministro de
economía ni sirve tampoco un área a lo Frankestein como el ministerio del
interior. Ministerio que de suyo genera marketineramente los nuevos
DNI, excepcionalmente tiene protagonismo en asuntos municipales o emerge en
importancia cada dos años por la materia electoral y finalmente resulta
ejecutante de la tardía inversión para la renovación del transporte
ferroviario en la región del AMBA.
La economía política del gabinete se avizora entonces cómo una dimensión de
análisis urgente y primordial para los próximos cuatro años. Por esto, es
esperable que se vuelva uno de los grandes temas durante el primer debate de
candidatos presidenciales que se anuncia para el día 4 de octubre.
No hay que olvidar además, que esta decisión sobre la conformación y
extensión del gabinete tiene inicio de ejecución política, desde lo formal, con
la Ley de Ministerios que envíe el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional,
contados días después de octubre. Posteriormente, la misma se materializará con
los nombramientos en los respectivos cargos y finalmente mostrará toda la
pertinencia y eficacia de la decisión presidencial en los primeros 100 días de
gobierno. Días, para los cuales falta poco y estamos tan cerca que nos estamos
chocando una vez más -de frente- con una amarga realidad después de una década
de relato e hiperpresidencialismo jacobino.
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