El mercado o un sándwich de US$ 1500
Maximiliano Bauk
Es Analista de
Políticas Económicas en el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad.
Actualmente cursa una Maestría en Políticas Económicas en la SMC University.
Participó del “Programa de Jóvenes Investigadores y Comunicadores Sociales” de
Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Vivimos en tiempos en los que nadie
se ahorra sus críticas a los sistemas de producción modernos, en donde el
capitalismo parece ser la máquina del mal que lleva a las personas a pensar
solo en dinero, como si el desarrollo industrial trajera consigo un retroceso
implícito: productos en masa de menor calidad, alimentos poco nutritivos,
etcétera. En fin, presuntamente, la especialización y la división del trabajo
no han hecho más que estragos en nuestra vida.
Ante esto, muchos se preguntan qué
ocurriría si cambiara esta situación y cada uno se ocupara más de sus necesidades,
como por ejemplo, para saciar el hambre ¿se imaginan la calidad de nuestra
comida si nos encargásemos de la producción de sus ingredientes? Andy George, conductor
de un programa de TV online, quiso responder a esta incógnita preparando un
simple sándwich de pollo de esta manera, elaborando cada uno de sus
componentes:matando a la gallina, recogiendo el trigo el pan, plantando sus
vegetales y hasta ordeñando una vaca para elaborar su queso. Muchos pensarán
probablemente que debe tratarse del más rico y natural sándwich del mundo, pero
eso no fue lo que sucedió. En primer lugar, toda la confección demoró
aproximadamente 6 meses, los cuales hubieran sido más de haberse encargado del
proceso completo –alimentar y mantener a la vaca que ordeñó, lo mismo con la
gallina y elaborando a su vez los granos que fueron su alimento-. En segundo,sin
contar el costo de oportunidad por desperdiciar tanto tiempo en esta improductiva actividad,necesitó más
de 1.500 dólares para realizarlo; y en tercer lugar, Andy confesó que su sabor
no era el mejor.
El escritor estadounidense, Leonard
Read, dio un ejemplo similar en su obra “Yo,
el lápiz”,donde, en primera persona, un lápiz común y corriente explica detalladamente
su origen: desde el leñador que recolecta su madera, pasando por los mineros
que extraen su grafito, y llegando inclusive a los
constructores de los barcos que transportan estos elementos como a los
encargados de los faros que guían a esas embarcaciones. Es decir, literalmente
miles de personas en diferentes partes del mundo son las que participan en el
origen de este sencillo artefacto sin siquiera saberlo, concluyendo que ningún
individuo del planeta es capaz de fabricarlo por sí mismo.
No existe mente maestra alguna que dirija este proceso desde arriba,
indicando a donde va cada cosa, simplemente las personas producen aquello por
lo cual obtendrán un mayor beneficio, especializándose para ser más
competitivos y así elegidos por los consumidores en cada una de sus compras.
Este orden espontáneo parece mágico, pero no lo es, se da gracias a la
coordinación del conocimiento disperso en la sociedad, a través del sistema de
precios, la oferta y la demanda. Si una gran sequía azota a Ucrania, un
granjero en La Pampa inmediatamente destina su campo a la producción de trigo,
no por leer los diarios del Este europeo, sino porque el precio de este cereal
subirá cuando la oferta se reduzca.
Vemos entonces que, después de todo,
no estamos frente a un enemigo, sino que contamos con una constante ayuda
invisible para realizar cada tarea durante la jornada. Ésta no solo ha unido
familias separadas por las circunstancias de la vida mediante los aviones
comerciales e internet, o logrado que las ideas de un nigeriano sean escuchadas
al instante por un norteamericano gracias a la comunicación;sino que además
prolongó nuestra vida: la expectativa de vida al nacer antes de la revolución
industrial era de 35 años, siendo hoy de 70, habiéndose multiplicado 7 veces más
en ese pequeño período que lo logrado desde el origen de la historia humana.
La lección es simple y está
respaldada por los hechos: el mercado funciona; por lo tanto, si pretendemos
avanzar a un desarrollo económico y social, debemos procurar que nuestros
gobernantes no lo sigan obstaculizando, es decir, que no estorben la
prosperidad.
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