Refuerce el yo, el nosotros será consecuencia
Orlando Litta
Abogado y presidente de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina. 


Existe una manera de hablar entre los seres humanos, que especialmente se marca con una impronta firme en los países en desarrollo como el nuestro, cuando nos referimos a cómo resolver problemas relativos a cuestiones públicas y no tan públicas, como por ejemplo las relacionadas a cualquier tipo de organización con o sin fines de lucro.

Esa manera de hablar siempre incluye los términos “nosotros”, “social”, “el pueblo”, “lo colectivo”, “la nación”, entre otros más que tienen implícito un concepto totalizador. Es como si el llamamiento a una “voluntad general” nos va a solucionar la problemática que debamos abordar.

Ese modo de comunicarnos refleja claramente una idiosincrasia que nos signa como país. Tal idiosincrasia es la de ocultar nuestras responsabilidades individuales y cubrirnos en aquellos “términos” para eludir las mismas. Es fácil protegernos tras “esas palabras”, lo difícil es hacernos cargo de las responsabilidades propias.

La palabra “nosotros” debe ser utilizada luego que cada uno de nosotros merezca ser honrado como persona singular, como individuo. La suma de individuos honrados y responsables hará que el nosotros fructifique.

Es el “yo” el que debemos reforzar, el ego; entendido este como la instancia en la que un ser humano se reconoce como que existe, que es consciente de su existencia y de que es capaz de realizarse. Tal reconocimiento implica un trabajo de introspección, de conocerse a si mismo.

Es arduo ese trabajo, en muchas ocasiones duele, pero solo así podremos identificar nuestro plan de vida para luego liberar nuestro potencial, asumiendo riesgos racionales y venciendo los miedos. Con ese obrar amaremos la vida, nuestra vida, Y en consecuencia, luego, estaremos en condiciones de sumarnos a “los otros” y llegar al “nosotros”; ello siempre y cuando “los otros” hagan el mismo trabajo.

El efecto multiplicador de individuos responsables de sus propias vidas, con espíritu crítico y criterio propio, es enorme. Caso contrario seremos dóciles esclavos de otros que deciden nuestra vida y nos alimentarán como pájaro en jaula.

Si se refuerza el “yo”, el “Nosotros” será consecuencia.        

Ahora bien, educar al individuo para vivir en una República (cuestiones de todos) implica evacuar preguntas como estas: 1) Qué debe hacer un individuo en una democracia? La respuesta es sencilla pero difícil de asumir por nosotros, ni más ni menos que respetar las instituciones, las reglas de juego. Un funcionario público surge de la sociedad, es un individuo que no tiene internalizado el respeto a esas reglas (siempre hay honrosas excepciones); por lo tanto, se forma un círculo vicioso. 2) La segunda pregunta es la que el individuo pueda decir sin ahogo, sin angustia; ¿qué quiero hacer?, y que en la respuesta su Libertad esté intacta, que la voluntad de lo que quiere hacer como proyecto de vida se lo permitan desarrollar sin otro obstáculo que el respeto a las instituciones republicanas.

En el derrotero de la construcción de una República las premisas “colectivismo, social, pueblo, nación, nosotros”, deben estar subordinadas a la premisa del “yo” insustituible. Si aquellas premisas prevalecen, los individuos estarán sujetos a las decisiones de otros que decidirán sus metas y le planificarán la vida.

Debemos dejar que los individuos tengan preocupación por el propio interés. El mismo debe elaborarse y edificarse. Sus insatisfacciones no deben crearle derechos que otros deban asumir como obligaciones para resolverle la vida, deben ser un incentivo a la superación personal.

Educar en el proteccionismo conlleva la cultura de la dádiva, del facilismo, del que otros hagan lo que me corresponde hacer a mí. Todos los silogismos que contengan esas premisas darán como resultado la dependencia de unos individuos hacia otros que le arrebatan la vida.

Muy probablemente se dirá, pero qué hacemos con los pobres, con los marginados. No dudo que cuando el sistema de organizar una sociedad se encuentre basado en la educación del individuo responsable, del “yo”; las consecuencias será el “nosotros”. Muchos individuos educados ayudarán a aquellos marginados que en distintas épocas y por distintas circunstancias no pueden jugar sus propios partidos envueltos en las promesas de aquellas premisas totalizadoras. 

Son los particulares –educados en la construcción del “yo”- quienes harán progresar a los menos educados o marginados.

Seguramente, la solución no será plena y total, pero los frutos de la suma y multiplicación de los “yo” íntegros serán más sabrosos y producirán menos personas dependientes de otros, tal como ocurre de la manera que se organiza en la actualidad el ser humano.

Soy conocedor que las ideas que expreso no tienen buen crédito o aceptación en estas épocas que vivimos. Puedo entender y debo tolerar la diferencia del análisis de los comportamientos humanos, pero también estoy seguro de que el goteo incesante sobre la mente de los individuos por parte de quienes les agrada o piensan que desde el Estado es correcto organizar la vida de los ciudadanos, ha causado y causa un daño considerable en el progreso de la humanidad.

Los planificadores de la sociedad incurren en un grave error que desemboca en la soberbia y el subestimar a los seres humanos.

Somos nosotros (sumas y multiplicaciones de “unos”) quienes hemos hecho avanzar a la humanidad, y somos los que la haremos seguir avanzando. Para ello necesitamos que nos eduquen en la Libertad para trabajar, producir, crear, imaginar. 

Necesitamos que nos eduquen en el “yo”, y en el mismo sentido debemos educar a nuestros hijos, permitamos que ellos se miren hacia dentro. Los hijos no son nuestra extensión, tienen vida propia, son únicos e irrepetibles; son INDIVIDUOS.       
                                

 

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