Que “todo cambie” para que siga la corrupción
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Así las cosas, los italianos llegarán
a cientos de Repúblicas. La actual, la Segunda, nació después de Mani Pulite,
el macroproceso que destapó una extensa red de corrupción.
Ahora, después de las recientes elecciones, Italia es el único país europeo
donde los partidos anti “establishment” suman más del 50% de los votos, contra
la casta política ineficaz y corrupta. Surgieron dos formaciones opuestas pero
populistas, el Movimiento 5 Estrellas (M5S), con el 32,6% de los votos, un
artefacto antisistema fundado hace 10 años para acabar con los privilegios de
la 'casta'; y la Liga, con el 17,4%, una formación xenófoba. Ambos intentan presidir
el Gobierno de la tercera economía de la zona euro.
El primer ministro, Matteo
Renzi, del Partido Democrático (18,7%) de centro izquierda, y Silvio
Berlusconi, de Forza Italia (14%), de centro derecha, fueron humillados. Pero
nadie tiene una mayoría clara como para formar Gobierno. “Ha nacido la Tercera
República”, proclamó Luigi Di Maio, el candidato del M5S (31 años) y que
comenzó su carrera en el neo fascismo.
Pero la corrupción no ocurre
solo en Italia, sino en los Gobiernos del mundo, todos. Solo por nombrar casos
recientes, señalemos que el Grupo contra la Corrupción del Consejo de Europa le
pidió a Portugal -el país con mejor calidad de vida de Europa según
InterNations- que mejore la prevención de la corrupción en diputados, jueces y
fiscales ya que la situación es "globalmente insatisfactoria".
Otra noticia da cuenta de que Netanyahu, después
de 13 años en el poder israelí, está cercado por escándalos de corrupción y la
policía ha recomendado imputarlo por soborno y fraude, aunque su capacidad de
resistencia es grande. Del otro lado del Medio Oriente, el príncipe Mohamed Bin
Salmán (MBS) de Arabia Saudí ha iniciado su primer viaje desde que fue
designado heredero. La gira, con paradas en Londres y Washington, busca atraer
al reino las millonarias inversiones requeridas para las reformas dado el
desplome del precio del petróleo.
MBS intenta, entre otras cosas, privatizar
el 5% de Aramco, la empresa estatal de petróleo, por la que espera obtener dos
billones de dólares. Pero hete aquí que, más allá de la corrupción detrás de la
gigantesca compra de armas occidentales, los analistas son escépticos ya que Aramco
tiene problemas de transparencia en su gestión y tendría que revelar datos que
nadie quiere esclarecer.
Es que la corrupción es esencial al Estado
moderno, al punto que muchas economías no podrían funcionar sin ella: por caso,
hay países en donde el trabajo informal -“en negro”- es tal que el nivel de desocupación
sería insoportable si no existiera. El problema es que el Estado moderno se
define como el monopolio de la violencia dentro de un territorio, y la
violencia, ya lo decían los griegos como Aristóteles, es la corrupción de la
naturaleza incluida la humana y la social.
Al contrario del mercado natural, donde una persona si quiere paga por
una mercadería el precio que el vendedor le pide, el Estado impone, por
ejemplo, el cobro de impuestos incluso a aquellos disconformes, y esta
disconformidad es caldo de cultivo para corromper al funcionario que tiene la
capacidad de decidir la coacción de las normas. O sea, que los italianos podrán
cambiar miles de repúblicas porque no es cambiándolas que terminaran con la
corrupción, sino terminando con la coacción de los Gobiernos.
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