Ponele alambre que aguanta
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




             Empecemos por decir que la suba de tarifas no es inflacionaria y ni siquiera aumenta el IPC. Las prestadoras están subsidiadas por el Estado, de modo que, los ciudadanos -vía impuestos- no solo pagan los subsidios sino además los sueldos de los intermediarios estatales.
 
            Así, eliminados los subsidios -y aumentada la tarifa- al mercado debería quedarle más dinero en el bolsillo, bajando el IPC que, si hoy aumenta, es porque el Estado no solo no devuelve los impuestos, sino que -al subir la tarifa- aumenta la recaudación ya que las boletas tienen un componente tributario (IVA; Ingresos Brutos, etc.) de un 37%, según el Iaraf.
 
           Dicen que “los servicios tienen un costo y hay que pagarlo” pero el mercado no se mueve por costos sino por ganancias. Las tarifas -en un mercado libre y competitivo- no son determinadas por los costos sino por la oferta (que sube o baja según la ganancia) y la demanda, y así se regula el uso eficiente de los recursos sociales.
 
            Hoy las prestadoras no son empresas libres y competitivas sino monopolios, oligopolios -como el transporte público-, y algunas estatales. Así, las tarifas propuestas por la oposición y el gobierno -no sabremos si son altas o bajas mientras el mercado no rija- nada tienen que ver con la tarifa justa, eficiente, es solo una discusión política a espaldas del mercado.
 
            Claramente la inflación es la depreciación del peso debido a una exagerada oferta -respecto de la demanda del mercado- que, en tiempo real, desencadena una serie de efectos. Así, quitar dinero circulante una vez desencadenados estos efectos no detiene a la inflación como pretende Sturzenegger al subir la tasa, insistiendo en una política fracasada.
 
            Con tasas altas tipo país africano, la inflación en 2018 superó a la de 2017 y la “núcleo” viene subiendo de 1,5% en enero, a 2,1% en febrero y a 2,6% en marzo y se estima que en abril se mantendrá en 2,6% -o incluso más- que anualizada llega a la friolera de 36%, aunque los principales analistas auguran que bajará y rondará el 25%... veremos.
 
            Las altas tasas lejos de bajar la inflación son inflacionarias porque disminuyen la demanda de dinero -que la gente deja en inversiones- en tiempo real aumentando el spread con la oferta. La demanda de M1 cayó 1,0% interanual en términos reales en marzo 2018 según el BCRA. El mundo sería muy fácil si se pudiera emitir descontroladamente para enriquecer al país y después frenar la inflación con solo pagar más intereses.  
 
           Típico argentino de poner alambres, parches en lugar de solucionar el fondo, ahora el BCRA, a fin de contener al dólar, elevó su tasa de política monetaria, al 30,25%. Las tasas artificialmente altas -no establecidas naturalmente por el mercado- retrasan el crédito, ergo, la productividad y así disminuye aún más la demanda de dinero. 
 
         Tampoco el dólar tiene que ver con la inflación, al igual que las tarifas, si aumenta solo produce reacomodamiento de precios y consumos. Pero el BCRA está determinado a contener el dólar. Solo entre marzo y abril, el BCRA "quemó" US$ 6.771 M, el 11% de las reservas y casi el 7,5% de la base monetaria y, sin embargo, la inflación no da indicios de bajar demostrando que no es absorbiendo billetes circulantes que se baja la inflación.
 
         El problema de fondo, en rigor, no es el gasto estatal en sí mismo -como argumentan los ortodoxos- sino que no se solventa con recursos genuinos -aquellos voluntariamente aportados por el mercado, e.g. la venta de propiedades estatales- sino con fondos obtenidos en base a coacción como impuestos, inflación y endeudamiento exagerado presionando a otro aumento de las tasas. 
 
          Hoy, alrededor del 15% del gasto de la administración nacional se destina al pago de intereses de la deuda que sumaron $ 224.907 M en 2017, 71% más que en 2016. En 2016 y 2017, la deuda pública nacional interna y externa, en pesos y moneda extranjera, subió en US$ 80.269 M, un crecimiento de 22%. Ahora, con este aumento de deuda -en 2016 y 2017 equivalente al 15% del PIB, la economía habría crecido solo 0,6%.
 
          Por cierto, el mercado demanda dólares porque ha resultado una excelente inversión: en lo que va del año se incrementó un 10%. Además, se produjo un cambio de coyuntura global ya que el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años superó el 3% y, ciertamente, los “lebaqueros off shore”, el 8% del stock de Lebac, que huyen del impuestazo.
 
        En cuanto a las Lebac, otro motivo de escapada es que hay bancos que a los depósitos que siguen a la “inflación” les pagan hasta 5 puntos extra. Es decir, que si el IPC aumentara 25% este año como calculan la mayoría de las consultoras, el rendimiento sería del 30%. En cambio, aun cuando las Lebac superen el 30%, hay que descontarle la comisión que cobra el banco que anualizada ronda el 3%, es decir, que la tasa real de la Lebac, en el mejor de los casos, queda en algo más del 27%. 
 

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