¿Usurpación o auto proclamación en Venezuela?

César Yegres Guarache
Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo
de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de
Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento
(1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve
Las primeras semanas de 2019 han sido como
largos años para los venezolanos. Una sucesión de hechos han ido cambiando lo
que era durante las festividades navideñas un panorama lúgubre y de
desesperanza respecto a la posibilidad de cambios políticos hacia el surgimiento
de un escenario diametralmente opuesto, no previsto por ningún analista ni
consultor político nacional o internacional.
En escena se encuentran diversos actores,
protagonistas y de reparto. En primer lugar, Nicolás Maduro quien resultó
ganador por un pequeñísimo margen en las elecciones presidenciales convocadas
luego del fallecimiento de Hugo Chávez, para el lapso 2013-2018 mandato ya
cumplido, con los desastrosos resultados ya conocidos. En segundo lugar, una
Asamblea Nacional (AN) de amplia mayoría opositora, electa para el lapso
2015-2020, pero que desde el principio fue anulada por el Tribunal Supremo de
Justicia (TSJ), de tendencia oficialista, bajo una figura de “desacato” (no
aplicable en la legislación venezolana para instituciones sino para individuos)
por una supuesta irregularidad numérica en las elecciones de los diputados
representantes en una de las 23 entidades federales venezolanas, que no ha sido
resuelta desde entonces. En tercer lugar, una Asamblea Nacional Constituyente
(ANC) que opera desde mediados de 2017, luego de un proceso de conformación y
puesta en funcionamiento en contrasentido de las leyes nacionales, cuya única
función teórica sería la de redactar y someter a consideración del electorado
un proyecto de nueva Carta Magna pero que no ha presentado públicamente ni
siquiera el preámbulo de tal proyecto y que se ha dedicado a cubrir y usurpar
funciones propias de la AN. En cuarto lugar, las Fuerzas Armadas, cuyas
funciones elementales teóricas pasan por resguardar y defender a la Nación y
velar por el cumplimiento de las leyes, en respaldo a los representantes
legítimos de las diferentes ramas del Poder Público, sin preferencia ni
parcialidad política alguna, pero que ha siempre ha sido así. Y, por último,
Juan Guaidó, un dirigente político opositor, diputado de la AN por el partido
“Voluntad popular” y que fue designado el 5 de enero de este año como
Presidente de dicha institución legislativa para el ejercicio 2019, por un
acuerdo previo de rotación anual de dicho cargo entre los partidos de la
alianza opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD). Como actores de reparto figuran el Consejo
Nacional Electoral (CNE), de claro sesgo oficialista y cuya credibilidad
interna y externa se ha evaporado con cada proceso comicial; los medios de
comunicación venezolanos, que atraviesan múltiples dificultades para cumplir
con su labor, a excepción de los favorables al gobierno; la coalición de
partidos opositores bajo las siglas de la MUD, cuyos éxitos electorales han
ocurrido cuando obvian sus diferencias ideológicas y actúan en bloque y la denominada “comunidad internacional”, una
variopinta gama de países y organismos multilaterales, cuyas acciones (y
omisiones) hacia Venezuela dependen de su afinidad ideológica e intereses
particulares.
De esta forma, los hechos se han sucedido en
los últimos meses. La Constitución vigente en Venezuela desde 1999 estipula
períodos presidenciales de 6 años, iniciados el primer 10 de enero y cuyos
comicios deben realizarse el año inmediato anterior, con la opción de la
postulación y reelección indefinida para el primer mandatario. Pues bien, un
proceso comicial que normalmente se realiza entre noviembre y diciembre, fue
fijado ilegal y anticipadamente por la ANC para el 20 de mayo de 2018, en un
marco donde los auténticos partidos políticos opositores y sus figuras
potenciales como candidatos ya habían sido inhabilitados para participar, por
inconstitucionales y abusivas decisiones del CNE y el TSJ. Ese proceso se llevó
a cabo con un único contendiente para Maduro -de dudoso proceder, y que al
final fue derrotado por un amplio margen-, en un proceso con una participación
históricamente baja y cuyos resultados no responden a la realidad ni resisten
el más mínimo análisis. Un total de 64 países no reconocieron esos resultados
frente a 24 que sí lo hicieron. Para la mayoría de los venezolanos y de las
naciones democráticas del mundo, esas elecciones fueron fraudulentas y el
mandato legítimo de Maduro expiró el pasado 10 de enero. Por supuesto que, según
Maduro y quienes aún le siguen, ese domingo de mayo se eligió legítimamente
Presidente para el lapso 2019-2025.
En ese sentido, es importante mencionar que la
Constitución vigente en Venezuela plantea diversas situaciones en las cuales de
producirse la ausencia del Jefe del Estado durante la primera mitad del período
presidencial, las funciones del Poder Ejecutivo son asumidas por quien presida
la AN luego de lo cual debe convocarse en 30 días a un proceso comicial para
escoger al nuevo Presidente para el resto de los 6 años correspondientes. Sin
embargo, esa situación concreta no aparece de forma taxativa entre los causales
de declaración de la mencionada ausencia, así que por analogía se estaría
aplicando esa asunción al poder de Guaidó, con el sólo nombramiento de la AN,
sin necesidad de juramentación o proclamación por parte de ningún otro poder
público nacional. Dicha asunción la realizó simbólicamente Guaidó el pasado 23
de enero en un cabildo abierto en Caracas frente a los diputados de la AN y el
público en general, una figura que la misma Carta Magna establece como
vinculante para sesiones y actos del órgano legislativo, más que por anunciarlo
públicamente -en una nación donde no existe plena libertad de expresión ni de
comunicación- que por la necesidad legal de hacerlo.
El resultado ha sido el reconocimiento de
Guaidó como presidente interino por parte de la casi totalidad de los países
democráticos del mundo, en contrapartida de aquellos que aún se pliegan a un
régimen que, luego de 20 años en el poder, primero con Chávez y desde 2013 con
Maduro, ha dinamitado todas las fuentes de generación de riqueza y de
crecimiento económico y social en esa nación suramericana, sumergiendo en la
pobreza a casi 9 de cada 10 habitantes y forzando al 15% de ellos a una
emigración al extranjero en búsqueda de mejores condiciones de vida. Es
increíble que, con todo el potencial de desarrollo económico venezolano por sus
haberes de recursos naturales, recursos humanos, infraestructura y posición
geográfica, haya ocurrido tan monumental desastre que hoy amerita ayuda
humanitaria, sin mediar desastre ni catástrofe natural alguna.
Al momento de escribir estas líneas, Maduro
permanecía usurpando la silla del Palacio de Miraflores en Caracas, prácticamente
bajo el único sostén de las armas, de unas Fuerzas Armadas cuya homogeneidad y
respeto irrestricto a la cadena de mando se encuentran en duda. La presión internacional
para que se respete la Carta Magna venezolana y se convoquen elecciones libres y democráticas crece día a
día, con diferentes matices, cuyos tonos más extremos han sido las sanciones
financieras por parte de EEUU a la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y la
posibilidad de una intervención militar si Maduro no cede en su posición.
Guaidó por su parte, ha convocado con éxito dos masivas movilizaciones
populares –de millones de venezolanos entusiasmados que han retomado las
acciones pacíficas de calle- y busca apoyo para su agenda de cese a la
usurpación, de la instalación de un gobierno de transición con un plan ya
anunciado de acciones para la recuperación económica y social y de la celebración
de unas elecciones verdaderamente democráticas para la renovación de los
poderes públicos.
Las acciones de estos actores siguen y cada
hora es crucial. En política nada está escrito y la dinámica puede cambiar en
cualquier momento pero, pase lo que pase, este parece ser un punto de inflexión
en la vida venezolana, ojalá hacia el camino de la libertad y la democracia.
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