El cambio tecnológico
Isaac Katz

Investigador y catedrático del Instituto Autónomo de México.




Los artículos pasados los destiné a señalar la importancia de que los agentes económicos enfrenten un conjunto de reglas formales eficientes que norman su comportamiento y su interacción, un marco legal que tiene tres funciones primordiales: definir los derechos privados de propiedad en sus tres componentes (posesión, uso y transferencia), procurar la competencia en los mercados y facilitar el surgimiento de nuevos mercados derivado tanto del cambio en las preferencias individuales como del cambio tecnológico.
Esta tercera función del marco legal, la de permitir el surgimiento de nuevos mercados es muy importante ya que, en conjunto con las otras dos arriba señaladas, es lo que determina el éxito o fracaso en el desarrollo económico de un país, fenómeno que está íntimamente ligada al cambio tecnológico, particularmente en los procesos de producción. El crecimiento económico se deriva de dos fuentes: la acumulación de factores de la producción (capital físico y número de trabajadores) y el cambio tecnológico que se traduce en una mayor productividad factorial total, siendo éste el más importante.
La humanidad ha experimentado tres grandes revoluciones tecnológicas: la invención de la agricultura hace 10 mil años, la industrial durante los siglos XVIII y XIX y la revolución cibernética y de la información que inició a mediados del siglo XX. Se puede afirmar, sin duda, que el aumento en la esperanza de vida de aproximadamente 30 años a inicios del siglo XVIII a casi 80 años en la actualidad, así como la posibilidad de alimentar a un creciente número de individuos utilizando cada vez menos tierra es por el cambio tecnológico. Más aún, la calidad de vida de una familia de clase media baja en una zona urbana es significativamente mayor que la que tenía la nobleza en Europa en el siglo XVIII y ello solamente puede ser explicado por la continua introducción de nuevas tecnologías, tanto en los procesos productivos como en la tecnología de los bienes de consumo disponibles para las unidades familiares.
Casi toda introducción de una nueva tecnología de producción genera un choque y oposición a la misma, como fue el caso de los Luditas en Inglaterra durante la segunda década del siglo XVIII, quienes se opusieron a la introducción de los telares que desplazó al trabajo artesanal. Al analizar el cambio tecnológico y sus efectos es un error ver la fotografía en lugar de ver película. Es de esperarse que una empresa introduzca una nueva tecnología de producción si con ello puede reducir sus costos (un cambio tecnológico que aumente la productividad factorial total es equivalente a una disminución de los costos variables totales) y normalmente implica una reducción en la cantidad de trabajadores empleados por unidad de producción. Es este desplazamiento de trabajadores (la fotografía) lo que puede generar oposición al cambio tecnológico. Sin embargo, es la misma introducción de las nuevas tecnologías y el consecuente incremento en la productividad que genera crecimiento, mayores niveles agregados de producción y un aumento en el empleo (aunque no en el mismo sector) y mayor bienestar generalizado (la película).
Y aquí es donde destaca la importancia de un marco legal flexible que no entorpezca la introducción de cambios tecnológicos ni la movilidad sectorial y regional de los recursos de la producción, sino por el contrario, lo facilite ya que es la fuente más importante del crecimiento y el desarrollo económico. Un marco legal o inclusive una política pública que busque proteger el empleo en determinado sector aunque en éste se utilicen tecnologías obsoletas de producción, inhibe el crecimiento e impide alcanzar mayores niveles de bienestar de la población. ¿Cómo estamos en México en el 2019 en este tema? Mal.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 9 de abril de 2019 y en Cato Institute.

 

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