VENEZUELA, POLÍTICA Y PETRÓLEO, por Rómulo Betancourt

Carlos Goedder
Carlos Goedder es el seudónimo de un escritor venezolano
nacido en Caracas, Venezuela, en 1975. El heterónimo de Carlos Goedder fue
alumbrado en 1999 (un juego de palabras con el nombre de pila correspondiente
al autor y el apellido de Goethe, a quien leyó con fruición en ese año. La
combinación de nombre algo debe también a la del director orquestal Carlos
Kleiber).
En el
centenario de la industria petrolera venezolana, conviene reflexionar sobre el
papel institucional del petróleo, algo que sólo un Presidente democrático de
Venezuela se ha ocupado por documentar en un libro: Rómulo Betancourt, en 1956
Si bien la industria petrolera en Venezuela tiene
antecedentes en el siglo XIX, con la empresa andina Petrolia del Táchira, es el
31 de julio de 1914 cuando formalmente entra en operación el negocio petrolero,
con el pozo Zumaque I. Desde ese
momento, el petróleo protagoniza la vida económica venezolana, los ingresos
fiscales y la dinámica política.
Sólo un presidente venezolano se tomó la molestia
de formalizar en un libro sus consideraciones sobre la industria petrolera y
las instituciones venezolanas. Se trata de Rómulo
Betancourt (1908-1981). En el exilio mexicano, escapando de la dictadura liderada
por Marcos Pérez Jiménez (concluida el 23 de enero de 1958), consiguió publicar
una obra en 1956, cuatro años antes de asumir la presidencia venezolana. Se
trata de Venezuela, Política y Petróleo. Es un libro importante, porque
fue el primer intento serio de un
demócrata venezolano por analizar las consecuencias políticas y económicas del
petróleo. Sorprendentemente, ningún otro presidente en Venezuela ha hecho un
ejercicio semejante, ni siquiera Presidentes con título académico como Caldera
o Chávez (egresado de la Academia Militar). Bajo el chavismo ningún político ha
ofrecido una alternativa analítica al asunto, limitándose a seguir la doctrina
de Fidel Castro o recomendar a la población lecturas tan curiosas como ·”El
Oráculo del Guerrero”. Así que Betancourt, en pleno centenario petrolero, sigue
siendo la referencia fundamental desde la política venezolana sobre el mayor
problema venezolano. Sólo un político capaz de entender técnicamente el
problema del rentismo petrolero venezolano sacará a esta nación de su hecatombe
actual.
Dado que Betancourt fundó el partido Acción
Democrática y sus logros fueron vilipendiados por Chávez, es imposible
encontrar una edición nueva de este libro desde instituciones o editoriales
oficiales. En el mercado de usados y fuera de Venezuela los precios son
elevadísimos. No obstante, he conseguido ponerme en una formidable edición
usada, publicada en inglés y en excelente estado, la cual fue publicada en
1979. La traducción tiene estos datos editoriales: Venezuela, Oil and Politics.
Traducido al inglés por Franklin Tugwell (Houghton Mifflin Company, 1979).
Ya me imagino que algún izquierdista o adepto al
imperialismo de la Cuba Comunista dirá que este es un libro publicado por
“yanquis” y demás cosas, mas lo que hoy quiero comentar, como inicio de la
serie sobre el trabajo de Betancourt, son dos maravillosos textos añadidos por
los editores: el prólogo de Arthur
Schlesinger, Jr., y además la Introducción por Franklin Tugwell. Estos dos
autores nos colocan la obra y la figura de Betancourt en una perspectiva destacable.
Conviene que señale, antes de seguir, que nunca he militado ni votado por
Acción Democrática y en mi familia se era más bien favorable, sin militar nunca,
por el partido rival Copei, al menos hasta finalizar los años ochenta, en que
todos los que teníamos en casa algo de sensibilidad y carecíamos de padrinos
políticos caímos en el desencanto con estos dos partidos. Lamento destacar que
de esa época me quedó un severo desprecio por sus fundadores, Betancourt y
Caldera. Por Caldera mi menosprecio no ha hecho sino crecer con los años. En
cambio a Betancourt lo estoy explorando con seriedad es ahora, salvo algún
ensayo previo de Francisco Herrera Luque y Manuel Caballero. Este libro sobre
Petróleo no ha hecho sino ganar mi respeto y admiración por Betancourt y en
ello han sido decisivos los textos de Schlesinger y Tugwell. Por demás he
descubierto a estos dos académicos gracias al libro de Betancourt.
Lo primero es poner la fecha de publicación del
texto en inglés dentro de su contexto histórico: año 1979. América Latina está en ese año bajo dictaduras (de
derecha o izquierda) o bien sometidas a las guerrillas promovidas desde la Cuba
de Castro. En aquel momento la democracia venezolana, arribando a 20 años,
lucía como un bastión de posibilidades civiles. Betancourt, el estadista que
estableció esa democracia, necesariamente era una figura admirable y digna de
estudio. De allí que un prestigioso historiador como Schlesinger se ocupase de
hacer el Prefacio de una edición en inglés de Venezuela, Política y Petróleo.
Tugwell advierte: “Venezuela, Política y Petróleo no
es objetiva en el sentido académico del término” (p. XI) y destaca que el autor
tenía opiniones fuertes, confesando el mismo Betancourt esto en el prefacio de
la primera edición: “Escribo como pienso y siento. Venezuela está en mi sangre
y huesos. Sus problemas me hieren. Cuando escribo sobre ellos, sería hipócrita
si pretendiese ser imparcial.” (p. XI). Schlesinger señala que la obra fue
iniciada por Betancourt desde 1937, con apenas 21 años e incluso tras
publicarse en 1956, el autor siguió trabajándola hasta 1978, poco antes de
fallecer. Betancourt se tomó el problema del petróleo como una inquietud vital
para su país y su obra política.
Lejos de
ser una figura agradable para los “yanquis”, Betancourt tenía como gran
inquietud las multinacionales petroleras conduciendo negocios en Venezuela bajo
régimen de concesión.
Schelsinger comenta esta reflexión de Betancourt en 1936: “El problema
nacional, dijo, es el de una economía «dominada por el más peligroso y agresivo
sector del mundo financiero internacional, las compañías petroleras,»” (p.
VII). Betancourt se preocupaba porque Venezuela, el mayor exportador petrolero
en ese tiempo, tuviese la suerte de las naciones bananeras sometidas a la
tiranía de la United Fruit Company. La primera inquietud en su texto y luego en
su acción política, fue restar poder a las petroleras, proceso que conduciría
en 1976 a la total nacionalización de la industria petrolera.
Cuando Betancourt logra hacerse del poder en
Venezuela con Acción Democrática, con un golpe cívico-militar en 1945, se toman
medidas como la negociación del primer contrato colectivo para los trabajadores
petroleros, quienes carecían de protección legislativa alguna en una industria
con treinta años de vigencia y donde el empleado era venezolano, mientras el
capitalista y la gerencia eran estadounidenses. Cuando se saca del poder a
Acción Democrática mediante otro golpe militar, en 1948, quienes están por
detrás son capitales vinculados al negocio petrolero y acólitos venezolanos en
industrias relacionadas. Cuando Betancourt vuelve al poder en 1960, mediante
elecciones, retoma su agenda petrolera, creando la Corporación Venezolana del
Petróleo (CVP), impulsando la creación de la OPEP; generando mayor supervisión
a las petroleras y suspendiendo nuevas concesiones, atrayendo con ello
nuevamente la ira de estas multinacionales y sus adeptos empresarios
venezolanos. Schlesinger recuerda, en ese contexto, una restricción
estadounidense sobre importaciones de petróleo venezolano establecida por
Eisenhower –una medida así, hoy día, sería una tragedia política y colectiva
para una Venezuela con el 95% de sus exportaciones representado por petróleo-.
La medida cesó cuando Betancourt visitó EEUU en 1963 y J.F. Kennedy, en pleno
programa “Alianza para el Progreso” para promover la democracia en
Latinoamérica, valoró la visión institucional de Betancourt, revocó el veto al
petróleo venezolano hecho por su antecesor y dijo públicamente que Betancourt
era “un símbolo de lo que deseamos para nuestro país y nuestras repúblicas
hermanas”, añadiendo, al dirigirse al presidente venezolano: “Usted representa
todo lo que admiramos en un líder político.” (p. IX)
Betancourt resistió la tentación de estatizar
completamente la industria petrolera, por temor a una represalia que hiciese
pírrica tal victoria. En su agitada presidencia entre 1960 y 1964 le tocó vivir
el tiempo más turbulento imaginable: su fervor democrático era resistido por
las dictaduras de derecha (Trujillo en República Dominicana) e izquierda
(Castro, en Cuba). Se le intentó asesinar con una explosión de carro bomba en
1960, de la cual salió con vida, pero con quemaduras relevantes y lamentando la muerte de tres colaboradores.
Localmente muchos resistían su afán nacionalista petrolero. Una crisis bancaria
se inició en 1960 en Venezuela. Las guerrillas comunistas impulsadas desde Cuba
pululaban por el país. Tugwell considera: ·”Venezuela fue afortunada de tener
un hombre como él al mando durante estos tempranos días críticos.” (p. XIX). Y
es una frase de Tugwell la que más me ha impresionado al considerar esta
dimensión de estadista de Betancourt: “Pocos eventos políticos en la turbulenta
década de 1960 pueden rivalizar el espectáculo de un atribulado presidente
venezolano batallando por el privilegio, no de retener el poder, sino de
traspasarlo a un sucesor libremente elegido.” (p. XIX). En efecto, Betancourt
tuvo su mayor victoria al traspasar la banda presidencial en 1964 a su sucesor,
Raúl Leoni (1905-1972). Luego optó por residir fuera de Venezuela y nunca
intentó un nuevo mandato. Comparar esto con un Chávez que quería gobernar por
al menos un cuarto de siglo es elocuente (Chávez, elegido en 1998, quería
gobernar hasta 2031. Se puede ver la declaración en http://www.elmundo.es/america/2011/11/21/venezuela/1321907976.html).
En su gestión política, Betancourt fue ensayando
fórmulas y recurriendo a heurísticas, contando en materia petrolera con un gran
asesor sobre quien ya he escrito en esta publicación: Juan Pablo Pérez Alfonzo (1903-1979). Tugwell denomina este
procedimiento “experimentación asertiva”, una forma de hacer política
consistente en “tomar algunos riesgos, vivir con incertidumbre y confiar en el
propio juicio.” (p.XVIII). No se observa en Betancourt a alguien de mentalidad
rígida o intolerancia a la novedad. Sólo en un punto fue intransigente y la
historia le ha dado la razón: excluir al comunismo de la vida política venezolana.
¿Qué hace original Venezuela, Política y Petróleo? Schlesinger señala: “Este programa – el uso
del petróleo para la independencia nacional y el desarrollo económico – podría
haber sido asumido por cualquier déspota latinoamericano o de Medio Oriente
razonablemente inteligente. Pero lo que distinguió a Betancourt de otros
ególatras nacionalistas de su tiempo fue su profunda y perseverante convicción
de que el petróleo podría servir como base para las instituciones
democráticas.” (p. VIII) Tugwell añade,
a este respecto: “Otro punto fundamental en la aproximación de Betancourt al
petróleo – y esta es especialmente importante para la construcción de
instituciones democráticas – es que tiende a haber una conexión entre el
petróleo y el autoritarismo; que frecuentemente hay una afinidad entre
gobiernos dictatoriales y las élites gerenciales de la industria petrolera, y
que, dado que traería mayores controles y autoafirmación por parte del Estado,
el gobierno democrático tendería a tener oposición por las compañías
petroleras.” (p. XIII)
Betancourt no anticipó que una industria petrolera
en manos venezolanas, concretamente del Estado Venezolano, podría ser la
verdadera fuente de tiranía. El autor de Venezuela, Política y Petróleo
carecía de una formación universitaria completa y sólo su avidez intelectual
autodidacta le permitió emprender una reflexión seria sobre el petróleo.
Desconociendo el idioma inglés, hizo una traducción palabra por palabra, como
reseña Tugwell, de un libro de Ludwell Denny que le sirvió de inspiración, We
fight for oil. Betancourt nunca tuvo nociones sólidas sobre teoría
económica y ciertamente los asesores de su entorno en esta materia estaban
esencialmente formados en temas de planificación económica estatal, una
corriente que está penosamente vigente hoy día en ministros del gobierno
venezolano como Jorge Giordani. Los análisis más serios sobre economía
petrolera y los efectos sobre la economía de la bonanza petrolera estaban
inéditos o eran curiosidades académicas cuando se publicó la primera edición de
Venezuela,
Política y Petróleo. Nadie hablaba en 1956 de “Enfermedad Holandesa” –
el efecto de sobrevaluación de la moneda local y encarecimiento de precios en
servicios que ocurre en exportadores petroleros durante los booms de
hidrocarburos-. Si bien en el entorno de Betancourt había demócratas, se carecía
entre sus asesores de nociones sobre economía de mercado y Venezuela tampoco
contaba con tradición de pensamiento liberal. Anticipar que una industria
petrolera venezolana estatizada terminase subyugada desde 1999 a un régimen
comunista modelado desde Cuba por Fidel Castro nunca estaría ni en las peores
pesadillas de Betancourt o Pérez Alfonso.
No obstante, en 1977 Betancourt, sintiendo
auténticamente el problema venezolano, señalaba – esto lo reseña Schlesinger-
que su país “claramente corría la posibilidad de envilecerse o incluso
desintegrarse.” (p. IX). Ya entonces Betancourt denunciaba la distribución del
ingreso, con el 20% más rico de la población concentrando el 65% del ingreso
nacional y el 8% del ingreso correspondiendo al 40% más pobre. Alertaba a sus
compatriotas: “el dramático hecho de que esta es una pobre nación rica.” (p,
IX). Consideraba que el buen ciclo petrolero de los años setenta habían causado
“una loca histeria colectiva” (p. X) y haciendo las veces de un nuevo Jeremías
denunciaba: “Nuestro sistema de valores ha sufrido una grave distorsión.” (p.
IX)
Con este texto inicio una serie de entregas sobre Venezuela,
Política y Petróleo en pleno centenario petrolero venezolano. Los
aciertos y limitaciones del texto serán motivo de reflexión. No obstante, nunca
emergerá en Venezuela un estadista hasta que algún político tome la molestia de
documentarse y emitir un juicio bibliográfico propio sobre el problema del
rentismo petrolero. Tal ejercicio será incompleto sin considerar el texto de
Betancourt. Y lo cierto es que en 2014 ni los seguidores de Maduro ni los de
Capriles cuentan con un documento de tal índole emitido por sus líderes.
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