La sangría de reservas siguió pese a los anuncios de Massa
Sergio Crivelli


El Banco Central perdió en los últimos 10 días mil millones de dólares de las reservas que entraron en zona roja. Esa peligrosa sangría fue la causa principal de la eyección de Silvina Batakis. Pero su reemplazo por Sergio Massa no parece haber mejorado el clima de desconfianza, a pesar de la expectativa positiva que trataron de insuflar los medios y los partidarios del ex diputado en su ceremonia de asunción.
La extraña pretensión de que se estaba inaugurando un nuevo gobierno chocó rápidamente con dos obstáculos. El primero fueron las indefiniciones: pese a haber pedido una “prórroga” de varios días para lanzar un “paquete” de emergencia, el flamante ministro debutó con un cúmulo de generalidades y promesas de ajuste sin datos precisos sobre las decisiones que tomará.
Esa actitud cayó mal entre bancos de inversión como Goldman Sach o J.P. Morgan que hablaron de “medidas decepcionantes” que no contemplaban “un plan de estabilización”. Al FMI mejor no preguntarle.
Como Massa venía presionando para que le cedieran el manejo de la economía desde la renuncia de Martín Guzmán, ese nivel de improvisación resultó desconcertante. Lo que llevó a pensar en el segundo obstáculo que desafía al nuevo ministro: la falta de autonomía respecto de Cristina Kirchner.
El gobierno ha ido mutando a medida que la situación económica y electoral se deterioró, pero la accionista mayoritaria sigue siendo la vicepresidenta. No hubo devaluación, ni anuncios creíbles sobre un fuerte recorte del gasto público, porque ella se opone.
De manera que Massa descartó el volantazo (si alguna vez lo tuvo en cuenta) e intenta alejarse progresivamente del precipicio. Resultado: persistió la desconfianza y la fuga hacia el dólar. El ministro no sólo tiene antecedentes de ser poco previsible; carece además de la autonomía básica para hacer los cambios imprescindibles.
Por eso en el corto plazo su situación puede resultar parecida a la de Fernández, que se replegó ante el fracaso, pero que sigue teniendo que firmar los decretos para que sean legales. En otras palabras, conserva poder de veto. Massa no sólo peleará contra la sequía de dólares, al mismo tiempo deberá disputar el poder dentro del oficialismo.
El triunvirato que gobierna es disfuncional, porque desde el minuto uno nadie quiso hacerse cargo del costo político del ajuste. Pero como el ajuste era inevitable se terminó haciendo vía destrucción de la moneda y empobrecimiento de quienes viven de un ingreso fijo. La llegada de Massa al gabinete es consecuencia en partes iguales de esa estrategia --a la larga suicida-- y del temor que termina por disciplinar hasta a los más reacios a aceptar la realidad. Manifestación de ese temor son los cambios improvisados de gabinete y el minué en torno de medidas de austeridad que se prometen y rara vez llegan a los hechos.
De allí que el debut de Massa haya decepecionado. Para sumar dólares a las reservas prometió pedir créditos de organismos internacionales y un tipo de cambio mejorado para que los productores agrarios liquiden sus tenencias. No se supo, sin embargo, cuál sería el valor de ese dólar. Lo único conocido es que su secretario de agricultura pidió a los dirigentes rurales que revelen sus preferencias políticas.
En cuanto al ajuste fiscal, prometió cumplir con las metas pactadas con el FMI que involucran reducirlo al 2.5% del PBI. Los especialistas estiman que su actual nivel es del 6%. La pregunta es cómo logrará bajarlo a menos de la mitad en cinco meses.
Otro tanto puede decirse de la promesa de no emitir, poco viable en vista de las obligaciones del Estado y contradictoria con otra promesa hecha en el mismo discurso: la de un bono para jubilados. ¿Cómo lo pagará? ¿Con patacones?
También hubo un anuncio para la Cámpora (la construcción del gasoducto NK) y hasta uno para la clase media: la auditoría de los planes para piqueteros. Jueguito para la tribuna.
Pero no sólo el “establishment” se muestra escéptico. También los sindicalistas que quieren reabrir paritarias (nafta al fuego de la inflación), rechazan aumentos por suma fija y mantuvieron su decisión de volver a la calle en dos semanas. Vieron bien un “bono” antiinflacionario por única vez, pero Massa tendrá que convencerlos de que lo acepten la semana próxima.
Por último, tampoco genera euforia la reaparición en el gabinete de miembros del elenco estable del peronismo más rancio como Ignacio de Mendiguren o la presencia en la jura de empresarios “expertos en mercados regulados” ¿Hay que hacer nombres? Son parte del clan que hace negocios con el estado desde tiempo inmemorial bajo el ala del peronismo y testimonio de la vigencia del lampedusiano “cambiar todo para que nada cambie”.

Publicado en La Prensa.

 

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