A tres semanas del fin de la primera etapa
Jorge Raventos
Estudió sociología en la UBA. Periodista profesional. Fue directivo de las revistas Panorama, Confirmado, Primera Plana, el Observador, Playboy, Competencia, Economía Argentina.

Es columnista político de La Capital de Mar del Plata. Ejerció la docencia en las carreras de Ciencias Económicas y Sociología y en el Instituto de Formación Política de La Plata.

Fue asesor de comunicación de la Confederación General de la Industria y de la Unión Industrial Argentina y consultor de la ONUDI. Fue vocero de la Cancillería Argentina (1992-1999).

Es miembro cofundador (1997) del Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario. Junto a Jorge Castro y Pascual Albanese publicó en 2008 La Argentina después de Kirchner.


El último domingo hubo en la capital cordobesa una concentración de altos mandos de la coalición opositora: desde gobernadores en funciones hasta candidatos de varias provincias y, hecho excepcional, los dos precandidatos presidenciales, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich que no suelen compartir espacios.
Puede fallar
Llegaron convocados por el presentimiento de que al final de esa jornada, Rodrigo de Loredo, el candidato de Juntos por el Cambio, le daría a la coalición un triunfo de peso en la última elección importante previa a las PASO de mediados de agosto
; le permitiría recuperar el gobierno de la ciudad más importante de la provincia y que ese acontecimiento ofrecería un óptimo escenario para “la foto de la unidad”, un festejo compartido por Montescos y Capuletos en el que Larreta, Bullrich y sus respectivas familias políticas regresaran al camino de sensatez y concordia que les reclama el círculo rojo y prescriben sus tifosi mediáticos. “Puede fallar”, como memorablemente explicó Tu-Sam.
Rodrigo de Loredo perdió por siete puntos. Con la victoria de Daniel Passerini, nuevo intendente electo, el cordobesismo de Juan Schiaretti se anotó una segunda victoria después de que Martín Llaryora derrotó a Luis Juez por la gobernación. La famosa foto de la unidad se hizo, pero testimonió amargura y reticencia; los dos precandidatos opositores se mantuvieron rígidos en el escenario, separados por el físico de De Loredo, que mostró una gran presencia de ánimo y una hidalguía ejemplar cuando reconoció su derrota antes de que se hubieran difundido las cifras oficiales del comicio (“Tenemos nuestras mesas testigos y nos permite reconocer que la diferencia ya está del otro lado. Cuando el pueblo se expresa, éso es sagrado. Queremos ante todo reconocer un triunfo y saludar a quien va a ser el próximo intendente de Córdoba, Daniel Passerini", dijo; su frase fue acompañada por aplausos que no fueron unánimes: Patricia Bullrich se mantuvo inmóvil).
Cordobesismo: Episodio III
La elección cordobesa deja mucha tela para cortar. Un hecho merece destacarse. Con los triunfos de Llaryora y Passerini el peronismo de Córdoba ha exhibido un proceso que en muchos sentidos es excepcional: está produciendo armónicamente un relevo de liderazgos y un “trasvasamiento generacional” (como le gustaba aconsejar a Juan Perón). La muerte que alejó a José Manuel de la Sota y el final del ciclo gubernamental de Juan Schiaretti dejan una simiente que al mismo tiempo que se proclama orgullosa continuadora de ese largo período (cinco décadas de militancia, dos de administración de la provincia), adelanta que comienza un ciclo nuevo. Antes de calzarse el traje de gobernador, Llaryora ya está exhibiendo un perfil para situarse en el debate nacional como fuerte defensor del federalismo y crítico de los privilegios de los que goza el AMBA. Una frase picante sobre “los pituquitos de Recoleta” (“meses soportando que vengan a explicarnos de transporte unos tipos a los que la Nación les administra el transporte y los tapa de subsidios") corría el riesgo de quedar en un mero artificio retórico, pero él se encargó de ir más lejos: "Se quedan con la palabra ‘pituquitos’, pero yo hablé de cosas muy concretas: devuelvan al interior los recursos de las retenciones, liberen a todo el país los subsidios al transporte que se quedan en el AMBA, repartan las fuerzas federales que están solo en Buenos Aires y piensen en la infraestructura que necesita todo el país. No tolero esa discriminación al interior. Defiendo una idea de país mucho más amplia y mucho más federal”.
En un paisaje interno del peronismo en el que se han desdibujado algunas figuras del interior que se proyectaban ambiciosamente y donde se procesa el ocaso del ciclo kirchnerista, el cordobesismo que superó victoriosamente el desafío de las urnas y concreta la transición generacional de liderazgos seguramente tendrá algo que decir en el paisaje postelectoral y en el proceso de reconfiguración del sistema político.
Schiaretti-Larreta (bis)
En medio de la competencia cordobesa, Schiaretti insistió en sus propuestas antigrieta y en una política de convergencia. “Sostengo que así como hay que terminar con la maldita grieta, Argentina necesita un gobierno de unidad nacional. Todos los que tenemos una visión parecida es importante que hablemos”, señaló. Y, aludiendo a sus conversaciones con Horacio Rodríguez Larreta, agregó: La oportunidad ahora es después de la primera vuelta, de hacer los planteos para encarar un gobierno de unidad nacional”. Llegó a considerar que ese diálogo se pueda dar con Patricia Bullrich, “si ella está dispuesta”, pero juzgó que, por sus propuestas, “Bullrich exacerba la grieta”.
La unidad que la oposición quiso y no pudo concelebrar en Córdoba el domingo pasado pareció alejarse de allí en adelante. El bando de Bullrich se declaró ofendido cuando Larreta refutó una declaración de su adversaria en la que proponía un blindaje para salir rápidamente del cepo cambiario. “Eso ya fracasó con De la Rúa”, objetó el jefe de gobierno-candidato. Parece que esa conexión con De la Rúa (con quien Bullrich fue ministra) fue tomada como una agresión, que respondió el siempre dispuesto diputado Iglesias con una evocación del suicidio de René Favoloro.
No hay tampoco acuerdo sobre el tema de si la noche de las PASO los precandidatos esperarán los resultados en un bunker común o si harán rancho aparte. Larreta promueve la primera opción, mientras Bullrich se resiste. Mauricio Macri, que vuelve a Buenos Aires el domingo, probablemente admita el punto de vista de Larreta, sin por ello abandonar su simpatía por Bullrich.
El desfiladero de Massa
En el oficialismo, el ministro-candidato Sergio Massa juega simultáneas: durante la semana consiguió un paradójico éxito. Almorzó en el comedor central de la Exposición Rural rodeado por la cúpula ruralista y allí fue tratado cordialmente por sus anfitriones. Esa situación, que algunos definen como casi milagrosa (un ministro de Economía peronista en funciones, para más: candidato de su fuerza política, huésped bienvenido en el ámbito que libró la batalla del campo de 2008 contra el kirchnerismo), fue mal vista tanto en círculos del oficialismo como en las usinas opositoras más recalcitrantes
.
"Ningún político de nuestro campo debe ir a banquetear con los amos de la oligarquía", descerrajó Juan Grabois, el desafiante de Massa, en la primaria de Unión por la Patria. El latigazo de Grabois expresa el subconciente del costado izquierdo del oficialismo, que incluye principal pero no únicamente al kirchnerismo. Grabois dice en voz alta lo que la militancia K, disciplinadamente, calla, sea porque no quiere desobedecer la señal de la vicepresidenta, que ha elogiado al ministro de Economía por “atreverse a agarrar la papa caliente”, sea porque Massa para ellos es un mal menor, frente a la coalición opositora.
Lo curioso es que la Sociedad Rural –y en especial su presidente, Nicolás Pino- recibieron ataques desde el campo opositor, tanto desde postulantes desahuciados como desde el bajo clero que corteja a algunos candidatos o desde algunas tribunas mediáticas siempre más papistas que el papa.
Parece evidente que para buena parte de los dirigentes rurales (como para líderes empresarios de otras actividades) la idea de que Massa es lo mismo que el kirchnerismo no se ajusta a la realidad. Ellos observan la realidad de cerca, en detalle. No es que compartan las posiciones del ministro-candidato, pero perciben que hay diferencias. Tanto en tiempo presente como potencialmente.
De hecho, esos dirigentes coinciden en la apreciación con el kirchnerismo, que ve al ministro-candidato como algo diferente y sospechan de su programa de acción. Por el momento, el programa de Massa consiste en evitar males mayores, mantener la economía en movimiento mientras el desarrollo del proceso político le abre el panorama y, paso a paso, le suma respaldos y grados de libertad. Después de las PASO se abre para él una nueva etapa. Igual que para el vencedor de la interna opositora.

Publicado en La Prensa.

 

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