Finalmente la crisis económica ingresó a la agenda electoral
Sergio Crivelli


El dólar es desde el primer peronismo un protagonista recurrente del drama político nativo y todo indica que seguirá siéndolo. Apenas pisó el umbral de los mil pesos la campaña presidencial dio un giro brusco y los candidatos pasaron a vivir en la misma realidad en que lo hace el resto de sus compatriotas. Una realidad alejada de Marbella, cargada de incertidumbre y angustia, que puso al tope de la agenda la crisis empobrecedora y sin horizonte que el gobierno no ha parado de agravar con sus medidas.
El descontrol de la moneda americana y correlativamente el de la inflación tuvo además el efecto inmediato de reubicar a los candidatos, en particular a Javier Milei que es el que, si ha de creerse a las encuestas, mejor se perfila para la votación del domingo próximo.
El libertario no tuvo más remedio que enfrentarse con Sergio Massa,  algo que había evitado generando la sospecha de un pacto con el peronismo, que sus coqueteos con sindicalistas como Luis Barrionuevo y Gerardo Martínez no habían hecho más que consolidar.
Pero el dólar a $1.000 cambió eso, disparando una polémica en mitad de la semana entre el gobierno y el libertario que llegó hasta la Justicia y resultaría cómica en un marco menos desesperante.
Massa es a una semana de la elección el más vulnerable de los candidatos. No sólo por su impotencia ante la corrida cambiaria, sino por su creciente aislamiento político. Le fue mal en el debate presidencial, la inflación es arrasadora y los casos de corrupción le arruinaron el tramo final de la campaña.
Pero en ese desastroso panorama había por lo menos alguien que no lo atacaba, Milei, situación que cambió cuando el libertario dio un consejo perogrullesco a los ahorristas: hay que escapar de los pesos porque valen menos que excremento. Innecesario aclarar que a esa altura sólo se quedaban en pesos los que no tenían cómo cambiarlos por dólares, patacones, rupias o pastillas de menta.
Las declaraciones de Milei hicieron que el gobierno lo metiera en la misma bolsa que el cambista croata con un abuelito nazi y el chino envuelto en dólares, declarados oficialmente enemigos del pueblo, responsables de la corrida cambiaria y de la debacle del peso. Pero, como es obvio, ni el croata ni el chino ganaron las PASO y tampoco están en condiciones de llamar a conferencia de prensa para contestar las acusaciones.
Milei, en cambio, sí y respondió en su estilo pseudo académico y agresivo exponiendo las incontables equivocaciones y la corrupción kirchneristas y ocupando el lugar que más le conviene: el de franco opositor. Había hecho un pobre papel en ese sentido durante los debates por TV y sus recetas, básicamente la de dolarización, estaban dejando bastantes dudas en cuanto a su puesta en práctica. El ataque oficialista, en particular la ridícula denuncia de Alberto Fernández por intimidación, lo devolvió automáticamente al rol que jamás debería haber abandonado: el de antagonista de la a esta altura dantesca gestión “K”.
De todas maneras le quedan tareas pendientes. Una, explicar cómo dolarizará la economía sin necesidad de destruirla primero. Otra, cómo hará para gobernar en absoluta minoría en el Congreso sin convertirse en un títere del peronismo.
Su situación es, sin embargo, mejor que la de Massa. El tigrense parece depender hoy exclusivamente del voto kirchnerista “duro” y, si en los sectores  bajos y medio bajos hay tanto enojo y ánimo vindicativo como detectan los “focus groups”, puede terminar siendo víctima de un desastre electoral.
En este mar inestable navega Patricia Bullrich con una brújula que parece no del todo confiable. En el segundo debate presidencial le fue bien atacando a Massa, pero ahora ese rol quedó, “malgré lui” a cargo de Milei. Parece haber llegado por lo tanto la hora de cambiar de blanco y enfocarse en el libertario, algo en lo que no se ha empleado a fondo.
La campaña positiva, mostrándose como garantía de un cambio “en orden”, debería en ese sentido incorporar una vertiente de crítica al cambio wagneriano que propone Milei. Cuando el libertario dice con alegre despreocupación que cuánto más alto esté el dólar más sencillo resultará dolarizar, no explica qué les pasará a los jubilados de la mínima que deberán sobrevivir con US$ 40 por mes.
Otro “target” al que Bullrich no apunta lo suficiente con su discurso es el de la gobernabilidad. Las imágenes de Mauricio Macri, gobernadores y dirigentes respaldando su candidatura es positiva, pero de relativa utilidad si no le agrega la contracara que representa Milei, titular de un “one man show” que ni siquiera puede transmitir sus votos a sus colaboradores más cercanos y que terminará indefectiblemente prisionero del peronismo y las corporaciones. Con quien debe polarizar es con Milei, no con Massa, que se autodestruye sin necesidad de que lo ayuden.

Publicado en La Prensa.

 

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