La redención de Sergio
Dardo Gasparré
Economista.


A partir del resultado de las primarias han cambiado los escenarios, y pareciera que también ha cambiado la percepción sobre el candidato de UP, que ha comenzado a tener un tono rubión en el pelo y ojos celestes, al menos a estar por las opiniones de muchos medios de TV, radio y diarios.
Hasta un segundo antes de la elección, Massa era el peor ministro de Economía de la historia, un candidato que usando su cargo había empeñado al país aún más, alguien que había dejado de herencia las larvas de una hiperinflación, destruido fatalmente la moneda, paralizado la importación, saqueado a los exportadores y creado una ensalada de tipos de cambio (un robo) que hacía imposible una recuperación en un tiempo razonable, mucho menos el restablecimiento de los  precios relativos, vital para las decisiones de inversión, del crédito  y del consumo.  
Había pateado los problemas para más adelante y dejado una herencia fatídica para el país. Además, era un hipócrita cínico, que esparcía sus mentiras con frialdad sobre el escándalo de miseria y pobreza de los argentinos, a las que había colaborado a potenciar hasta la vergüenza con su último año de gestión.  También había utilizado todo mecanismo a su alcance, legal o no, para bajar a trompadas el tipo de cambio paralelo, y había entrado a sangre y fuego en el mercado del contado con liquidación y el MEP para manipular el valor de la divisa. 
Por el mismo precio, había utilizado y dilapidado recursos de exportación futuros con sus ofertas de tipo de cambio preferencial de corto plazo, y había endeudado al estado con los importadores por 40 mil millones de dólares. Y por si fuera poco, había alterado la frecuencia de medición de la inflación para mostrar guarismos engañosos. También amenazaba con más impuestos, la fatídica y controladora moneda digital, un nuevo ajuste al estilo socialista y populista sobre el sector legal de la economía y una licuación vía inflación necesariamente injusta. De paso, había llenado la administración de nuevos puestos permanentes de acomodados en pocos meses y no tendría otro camino que el de emitir más moneda para enfrentar el pago del déficit y de los intereses de la deuda interna. Y para rematar, proponía un acuerdo multipartidario de izquierda de tipo Kirchner o Chávez. 
También había armado las listas de Milei y había hecho derroche de populismo explícito con alevosos Planes Platita para coimear a los votantes. 
Sólo hace falta hacer un esfuerzo de memoria de apenas una semana para corroborar todos esos dichos de los medios, o hacer una rápida recorrida por las redes donde aún se pueden leer y ver todos esos comentarios que no son de esta columna, que se limita a transcribirlos.  
Cuando era necesaria la polarización para posibilitar al ministro-candidato entrar en el balotaje en un escenario de tres tercios, como había pergeñado Cristina Kirchner, Milei ocupó todos los titulares, los comentarios periodísticos, como un fenómeno de comunicación y presentándolo como casi un virtual ganador en primera vuelta. Al mismo tiempo, se contó con el eficaz resentimiento y vocación de traición de los Lousteau y otros perdedores socialistas sistémicos, que se encargaron de manipular a sus seguidores para torpedear a Patricia Bullrich, que claramente no tiene un pensamiento similar al de la UCR, la CC y la parte del PRO que Macri se encargó de fustigar en sus libros. Con el resultado conocido. 
Tras el resultado del domingo se produjo la metempsícosis. Milagrosamente, las críticas a Massa se olvidaron, o mejor, se anularon. Como si nunca hubieran existido ni fueran ciertas. Se acuñaron las frases “Massa o el salto al vacío”, “Massa o un loco”, “Massa o el insulto a Patricia”, o “Patricia no puede perdonar esa afrenta’, como modo de redimir al peor ministro de economía de todos sus hechos, falsedades, mentiras, daños, fracasos y trampas. El periodismo se hizo amplio eco de esos conceptos, no sólo equiparando el daño que causó el tigrense con el daño que no causó Milei, sino mostrándolo como un nuevo moderado, un nuevo Alberto, un fundador del nuevo peronismo, que seguramente desplazará a Cristina Kirchner, argumento de venta que también se usó para marketinear a Alberto Fernández. 
Todos supuestos basados absolutamente en ningún razonamiento ni fundamento, de la noche a la mañana. Supuestos que fueron repetidos por todo el sistema vertical partidista, periodista y equipos de bots, como es imaginable. Nadie podrá explicar por qué se silenció la trágica responsabilidad massista, ni qué hechos justifican ese cambio de opinión sobre el rey de la ventaja. Pero ello no es demasiado importante, porque el electorado o buena parte de él no parece conmoverse ni ante la corrupción, ni ante la ineficacia, ni ante el reparto de miseria, ni ante la hiperinflación, o sea que ha entrado en fase sumisión. 

VOLVIO MAURICIO

Ahora vuelve a escena Mauricio Macri, que alberga hace tiempo una idea que ha expuesto en cuanta oportunidad tuvo, dentro y fuera del país: los dos sectores que representan las ideas de la libertad se deben unir. Esos dos sectores están representados en esta instancia por los votantes de Milei y Bullrich. Cada vez queda más claro que no por la UCR ni la CC ni medio PRO. Por otra parte, Bullrich puede aportar lo que el libertario no tiene: buenos y muchos gestores, y sobre todo, equilibrar y contener a un candidato que necesita madurar y conducir un gobierno, y refinar muchas de sus posturas básicas, que requerirían una cuota de esquina y sensatez, que le podría ofrecer un acuerdo como el que se esboza. 
Macri simplemente se adelantó a la intención de Lousteau, Larreta, Gerardo Morales y otros gobernadores que comulgan más con el kirchnerismo que con las ideas de libertad, lo que garantizaba algo que ya había empezado a ocurrir en primera vuelta, donde el apoyo a la candidata de JxC fue más formal que real. 
Y ahí empieza la segunda ola a cargo del selecto y costoso grupo de medios, periodismo, comunicadores, manipuladores de redes y demás.
Tan pronto se produjo el anuncio de los integrantes de la fórmula del PRO, se abrió un nuevo frente: la confrontación descalificatoria con Milei y Bullrich, comenzando por la comparación derogatoria del León con el tigrense cloroadicto. Esa comparación ya contiene en sí misma la anulación del pasado reciente y remoto del ministro-candidato. “Milei está loco y medicado, se nota en las entrevistas, donde se muestra irascible, en cambio Massa es atildado y sereno”. O “del insulto de montonera y asesina no se vuelve”. Además de que lo primero es una cuestión de opinión y lo segundo una cuestión personal, se compara esas situaciones con las acciones de alguien que ha ejercido todo tipo de violencia sobre las instituciones, las empresas, el mercado, los acreedores, los jubilados legítimos, los trabajadores, los ahorristas, la economía, la producción, las Pyme, la exportación, la importación, y ha empeñado por una década a la sociedad argentina. 
Está claro que Milei merece muchas críticas y dudas, y esta columna ha expresado muchas de ellas y lo seguirá haciendo. Inclusive sobre algunos de sus pilares dialécticos, como la dolarización, una ensoñación teórica como otras del candidato. Así como muchos de sus adláteres que no pueden dirigir ni una calesita. Justamente ese es un aporte que podría hacerle este acercamiento de la ex candidata de JxC.  Pero sopesar todo eso en comparación al daño causado por el candidato de UP y a su conducta en el pasado, (sin contabilizar siquiera la gestión de su esposa y delegada) se parece demasiado a un relato de los muchos que ha debido deglutir la ciudadanía.  O para ponerlo de otro modo, los principistas se escandalizan si Bullrich perdona a Milei, pero ellos perdonan alegremente a Sergio las atrocidades en que incurrió, sin que se haya arrepentido de ninguna. 

FRAUDE NATURALIZADO

Fui particularmente triste ver a periodistas de multimedios importantes naturalizar el fraude electoral clásico del peronismo como si fuera parte normal del sistema político, que es como naturalizar la droga, el narco y la mafia. La exégesis política lleva a veces a usar los códigos de la mafia para pensar. 
El punto más importante de esa reacción es la apelación a lo que se agita como neutralidad. Bajo ese paraguas se cobijan todos los sectores del radicalismo y estatistas vergonzantes que no se atreven a exteriorizar que apoyarán a Massa. Y aquí va la explicación. 
Esos sectores sostienen que, como ambos candidatos son malos, no votarán por ninguno, o sea que se abstendrán, votarán en blanco, anularán su voto con una feta de salame o mecanismos similares. El kirchnerismo, por supuesto, no sólo se pliega a ese discurso sino que lo difunde por su sistema rentado ya descripto. 
Los argumentos son diversos. El radicalismo sostiene que ha sido elegido para hacer oposición a quien fuera presidente. Cosa que es falsa. Los perdedores no son elegidos para ninguna función. Tampoco es cierto eso ni es cierta la apelación a los principios radicales, el partido que le vendió la reelección a Carlos Menem, que saboteó a De la Rúa, que cobijó el acuerdo Nosiglia-Manzano, y que no tiene los principios de Leandro Alem, traicionado por su sobrino y fundador de la UCR, Hipólito Yrigoyen. El principismo de apuro ad hoc sólo puede alegarse ante votantes inadvertidos. También se considera traicionado por Macri. Como si ese partido fuera un ejemplo de lealtades, en especial al votante. 
El kirchnerismo le exige a Milei que mantenga su rencor con Bullrich y que no cambie sus ideas. E intenta influir en el votante en nombre de la defensa del empleo, la soberanía, la defensa de la exportación y la producción, la seguridad y el bienestar de los argentinos. (Pausa para reírse, o llorar)
Está claro que el dueño del voto es el votante, como sostienen todos los protagonistas. (Tal vez por eso éste piensa que tiene derecho a venderlo, hipotecarlo, cambiarlo por un pancho y una coca, por un plan o un quiosco de droga, por una prebenda, un resentimiento o un acomodo) Pero también está claro que en Argentina el voto de las clases más bajas -a esta altura amplísima, y no por culpa de Milei - no es la dueña de su voto. Está en manos de punteros, jefes piqueteros, sátrapas provinciales llamados gobernadores, intendentes y demás cómplices. 


ACTO DE COBARDIA

Yendo al concepto central, la apelación a la neutralidad puede ser leída como un acto de cobardía de quienes lo esgrimen, en especial cuando se dedican a la política, o viven de la política, mejor dicho. Esto es porque la afirmación de que las abstinencias en cualquier formato no influyen en el resultado electoral de un balotaje es propia de quienes simplemente analizan el texto legal o la teoría. 
Cualquiera que analice con conocimiento de causa los resultados, sabe que la abstención en este caso NO FAVORECE AL QUE GANE, como sostienen algunos analistas apresurados (calificativo generoso) sino al que GANÓ la primera vuelta. Está claro que lo que está en disputa es el voto de quienes votaron por los tres perdedores, y a eso se refiere la famosa neutralidad. Si esos votantes perdedores se abstuvieran, necesariamente el triunfo en el balotaje correspondería al candidato de UP, o sea al redento exprés Sergio Massa. 
Quienes están intentando de convencer a votantes que ni los tienen en cuenta ni les pertenecen a abstenerse de votar por Milei en nombre de sus principios, simplemente votan por Massa embozadamente. Un acto de cobardía como tantos a los que nos tiene acostumbrado el sistema político nacional. Dicho con todo respeto. 
Ayer, algún conocido exexitoso periodista radial apostolaba que quienes sostuvieran que el voto en blanco favorece a Massa eran ignorantes y burros. Pocos minutos después de sostener que Milei era un grosero por decir las mismas cosas. Con gusto la Columna está dispuesta a dedicar algo de tiempo a hacer una filmina que grafique el concepto. 
El tema es importante porque en nombre de la actitud de seudodefensa de los seudoprincipios de los dirigentes que trajeron al país hasta acá, los votantes pueden condenar a toda la sociedad a volver a poner en carrera a lo peor de la política nacional, alguien que ha llegado a la desfachatez de proponerse como presidente para cambiar lo que él mismo hizo tan mal. 
Como si fuera un remate argumental ganador, los principistas de la neutralidad sostienen, en apretado resumen, que hay que elegir entre Massa o un salto al vacío. Buen símil. Perseguidos hasta el borde del precipicio por el kirchnerismo que incendió toda la pradera, sin futuro, sin seguridad, sin moneda, sin ahorros, sin producción, sin esperanzas, tal vez los lemmings no tengan otro camino que dar un salto al vacío. Es mucho menos riesgoso que volver a darle poder al incendiario, que ahora será definitivo. 


Publicado en La Prensa.

 

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