Las reformas se empantanan en el Congreso y Tribunales
Sergio Crivelli



Antes de cumplir un mes en funciones el presidente Javier Milei comenzó a encontrar obstáculos de una magnitud que ponen en duda su programa de reformas lanzadas vía el DNU70 y el proyecto de ley ómnibus. Son obstáculos que, más allá de su efectividad, lo dañan porque ponen en duda la gobernabilidad, lo que a su vez repercute negativamente sobre las expectativas de los operadores económicos.
El gobierno juega su partido en dos canchas: la de los mercados y la de los tribunales y el Congreso. En ambas los resultados empiezan a generar inquietud.
Con su plan de ajuste y devaluación Luis Caputo consiguió inicialmente estabilizar el dólar. Era la única manera disponible para evitar una corrida que termine en hiperinflación. Durante las primeras dos semanas consiguió que la brecha entre el dólar oficial y los financieros estuviera por debajo del 30% pero en los últimos días empezaron los deslizamientos. La brecha pasó al 40% y comenzó a retraerse la demanda de pesos.
Como el eterno problema de la economía es el stock de dólares, la estrategia de Caputo consiste en aumentar las reservas, algo que logró con la nueva cotización del oficial, para montar un puente hasta marzo/abril a la espera de las liquidaciones del campo. El problema es que la alta inflación de diciembre, enero y febrero se comerá el colchón hecho por la devaluación. Contribuirán además especialmente a ese fenómeno aumentos decididos por el propio gobierno como los de la nafta, las tarifas energéticas y los precios del transporte. Si a esto se suma que el vocero presidencial exagera los pronósticos inflacionarios, la situación se hace aún más compleja.
La herencia que recibió de Sergio Massa consiste básicamente de una economía en llamas con todos los extinguidores fuera de servicio.
En suma, el partido decisivo para Milei se decidirá en los mercados que se entusiasmaron con las reformas y ahora son menos optimistas por la fuerte resistencia corporativa. También por el desorden en el oficialismo. El único activo del presidente, generar una expectativa positiva, parece más comprometido con cada choque contra la realidad.
En ese sentido era previsible que los jueces laborales, fuero en el que abundan los promovidos por el kirchnerismo, fallarían contra el DNU 70. Y la previsión se cumplió con creces.
Otro tanto ocurrió en el Congreso, un barrial en el que los lobbies tienen quien los escuche. Si el objetivo es que el ajuste lo pague el Estado, pedirle que se ajusten a quienes viven del gasto público resulta incongruente por decir lo menos. Cada vez que un legislador opositor pronuncia la palabra “consenso”, cualquier esperanza de salir del infierno inflacionario retrocede varios casilleros.
En ese plano el gobierno recibió su primera derrota parlamentaria en el Senado a propósito de la boleta única de papel. Se trata de la herramienta más idónea para evitar las maniobras de los grandes partidos contra los que no cuentan con la estructura necesaria para controlar las elecciones. Representa un freno al robo de boletas y el voto cadena, variantes del fraude que envilecen la práctica democrática.
Innecesario señalar que el peronismo se niega a aprobarlo (ya se opuso en Diputados) y que hará todo lo posible para por lo menos dilatar su sanción. El miércoles pasado lo consiguió en un plenario de comisiones que postergó la firma del dictamen correspondiente hasta el miércoles próximo.
El revés del gobierno fue grave. Primero, porque es una pésima señal respecto de la gobernabilidad. ¿Qué reforma puede sacar Milei del Congreso si un proyecto muy poco controvertido y que obtuvo amplio “consenso” en Diputados se frena en el Senado al primer intento. Segundo:  la iniciativa para derrotar al presidente la llevó un peronista disidente de peso político computable en cero. La fragilidad parlamentaria del jefe de Estado es extrema.
Anteayer envió el DNU 70 al Senado. La Cámara de ingreso no es relevante ya que deberá ser tratado por una comisión bicameral, pero lo ocurrido con la boleta única es un antecedente que permite esperar un mal resultado para el Ejecutivo. En ese sentido sus expectativas deberán trasladarse a Diputados porque los DNU deben ser rechazados por ambas Cámaras para caducar.
Hubo también otras señales del cambio de expectativas sobre el futuro del gobierno al margen de lo ocurrido en los tribunales y el Congreso. Después del breve silencio en que entró tras la derrota electoral, Sergio Massa, volvió a escena mediante un encuentro con la CGT. Los fallos del fuero laboral contra las reformas obraron como la señal de partida para que el peronismo comience a reorganizarse. Como ocurre históricamente cuando los políticos son vencidos, la corporación sindical será la que encabece la oposición hasta nuevo aviso.
Publicado en La Prensa.

 

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