La Argentina fue inventada, pero fracasa por la desunión y el divisionismo
Jaime Correas
Ex Director General de Escuelas de Mendoza y miembro de la Coalición por la Educación.
"La Argentina nunca
se puso de acuerdo con respecto a sus ficciones orientadoras... es una casa
dividida contra sí misma y lo ha sido al menos desde que Moreno se enfrentó a
Saavedra... Si bien las crisis recurrentes del país tienen, obviamente, muchas
causas y explicaciones, no puedo evitar el sentimiento de que los mitos
divergentes de la nacionalidad legados por los hombres que inventaron la
Argentina siguen siendo un factor en la búsqueda frustrada de la realización
nacional".
Nicolas Shumway, "La
invención de la Argentina. Historia de una idea"
En 1993 apareció un libro
cuyos ecos polémicos siguen. El profesor estadounidense Nicolas Shumway había
publicado dos años antes "The Invention of Argentina" en la editorial
de la Universidad de California. El ensayo académico sobre los avatares
históricos y literarios de nuestro lejano país durante el siglo XIX fue
elogiado por importantes historiadores estadounidenses. "The New York
Times" lo eligió como "un libro notable del año" en 1991. Este
hecho llamó la atención de Tomás Eloy Martínez, que pasaba buena parte del año
dando clases en Estados Unidos. Era entonces uno de los escritores y
periodistas más influyentes del país. Entrevistó al profesor Shumway en un bar
neoyorkino de la Calle 42, frente a la célebre Grand Central Station. El
diálogo apareció en "Página/12", que vivía su época dorada de
prestigio y lectores, con un fragmento del libro traducido por el autor de
"Santa Evita". Con olfato periodístico, eligió una parte del capítulo
dedicado a Bartolomé Mitre, en el que según Shumway: "Sugiero que el Mitre
historiador perseguía algunas de las mismas metas que el Mitre militar y
político: la consolidación de un país bajo la visión y el dominio de Buenos
Aires. Para él, centralizar la historia del país en Buenos Aires y controlar su
territorio desde Buenos Aires, eran, en cierto sentido, un solo proyecto".
Shumway relató luego lo
sucedido: "La reacción del diario ‘La Nación', que en ese momento seguía
bajo la dirección de la familia Mitre, fue rápida y furibunda. Publicó una
columna estrepitosa defendiendo al fundador del diario de todo error. Hasta ponía
en duda una de las premisas menos discutible de mi libro: que las naciones son
invenciones humanas y no fenómenos naturales." El aludido respondió en
"Página/12": "Mitre estaba lleno de ideas, brillo y
contradicciones. Historiador, periodista, coleccionista, militar, político,
polemista, ambicioso, conspirador -ninguna otra figura de la historia argentina
rivaliza con él en ese extravagante multifacetismo-. Por lo tanto, no me gusta
que esos supuestos defensores suyos lo quieran convertir en un ícono estéril,
cargado de clisés y simplismos. Prefiero mil veces al Mitre auténtico que nos
fascina y nos alude, sin duda para siempre. Y aconsejaría a los editores de ‘La
Nación' que se regocijaran por ese Mitre fabuloso que es su verdadero legado y
que descartaran por irrespetuosos a quienes lo quisieran beatificar".
Shumway daba así una lección de pensamiento crítico, inteligencia, ironía e
historia, que le hubiera gustado a Mitre seguramente. Las consecuencias fueron
inmediatas. Tres editoriales le ofrecieron hacer la edición en español de su
obra. La elegida fue Emecé, "en parte porque era la editorial de Borges
pero también porque consiguieron contratar a César Aira, a quien admiro mucho,
para traducirlo", sintetizó el historiador. El libro fue presentado con
grandes elogios bajo el título de "La invención de la Argentina: historia
de una idea".
Es un estudio fascinante y
crucial para cualquier discusión sobre el país. Esto no implica, como bien el
propio Shumway enseña, acordar con todo lo que dice. Pero su hipótesis de fondo
es apasionante y requiere de lecturas y relecturas. El volumen tiene una
característica importante. Además de leer a los comentaristas de los diversos
autores que trata, como Mariano Moreno, Mitre, Sarmiento, Alberdi, José
Hernández, leyó meticulosamente las obras de todos ellos.
En el prefacio, Shumway
explica su camino de reflexión: "La opinión más extendida ve a la
Argentina como un fracaso nacional: uno de los pocos países que pasó del
primero al Tercer Mundo en unas décadas apenas. En la década de 1920 nadie
habría considerado a la Argentina un país subdesarrollado. Con un gobierno de
apariencia estable, una población altamente alfabetizada, y una prosperidad sin
igual en otras naciones latinoamericanas, a la Argentina se la veía como una de
las exitosas democracias nuevas, igual en muchos aspectos a Australia, Canadá y
los Estados Unidos. Y a pesar de estos aires de promesa, durante los últimos
cincuenta años (lo escribe en 1991) la Argentina transitó de crisis en crisis,
cayendo en honduras siempre crecientes de inestabilidad económica,
desgarramiento social, caos político, militarismo, endeudamiento y gobiernos
irresponsables".
Ese primer panorama de una
precisión quirúrgica es completado: "Este libro toma en cuenta otro factor
de la ecuación argentina que suele pasarse por alto en las historias
económicas, sociales y políticas: la peculiar mentalidad divisoria creada por
los intelectuales del país en el siglo XIX, en la que se enmarcó la primera
idea de la Argentina... una mitología de la exclusión antes que una idea
nacional unificadora, una receta para la división antes que un pluralismo de
consenso. El fracaso en la creación de un marco ideológico para la unión ayudó
a producir lo que Ernesto Sabato ha llamado ‘una sociedad de opositores', tan
interesada en humillar al otro como en desarrollar una nación viable unida por
el consenso y el compromiso... Estudio la mitología de la exclusión en la
Argentina del siglo XIX en sus partes constitutivas, que llamo ‘ficciones
orientadoras'. Las ficciones orientadoras de las naciones no pueden ser
probadas, en realidad suelen ser creaciones tan artificiales como ficciones
literarias. Pero son necesarias para darle a los individuos un sentimiento de
nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional."
Shumway introduce otro
libro en su análisis, "La invención del pueblo" del estadounidense
Edmund S. Morgan, citando un fragmento iluminador: "El éxito en la tarea
de gobierno... exige la aceptación de ficciones, exige la suspensión voluntaria
de la incredulidad, exige que creamos que el emperador está vestido aun cuando
veamos que no lo está. Para gobernar hay que hacer creer, hacer creer que no
puede equivocarse, o que la voz del pueblo es la voz de Dios. Hacer creer que
el pueblo tiene una voz o hacer creer que los representes del pueblo son el
pueblo. Hacer creer que todos los hombres son iguales o hacer creer que no lo
son".
Shumway remata su análisis
explicando que mientras las ficciones orientadoras de las Estados Unidos,
"el destino manifiesto", "el crisol de razas", "el
American Way of Life" han estado alineadas a la "consolidación de un
sentimiento colectivo de identidad, objetivos y comunidad" en la Argentina
han sido de exclusión por parte de unos argentinos de otros argentinos. La obra
pretende desentrañar las raíces de esa malformación que ha tenido consecuencias
funestas hasta hoy.
En estos días se ha estado
debatiendo el tema del mal llamado "adoctrinamiento" en las escuelas
y en esta columna se ha argumentado que el problema es más complejo que las
anécdotas conocidas y por lo tanto el remedio debe ser más sofisticado que la
denuncia y sanción de adoctrinadores. La gravedad deviene de la instalación de
un sentido común consistente en un pensamiento único impuesto desde el aparato
del estado. Para eso el populismo kirchnerista colonizó las usinas de la
investigación y las universidades, los institutos de formación docente y el
sistema educativo obligatorio. Instaló una buena nueva "nacional y
popular", cuya mera contradicción producía airadas descalificaciones. Con
un sólido aparato mediático y herramientas como la bibliografía que circula en
las escuelas, Wikipedia o el canal Pakapaka minorías intensas machacaron hasta
el hartazgo con una versión unificada.
Esa situación llevó a que
durante los últimos veinte años se consolidara un asfixiante clima cultural en
el que sólo se podía pensar de un modo y sostener un conjunto cerrado de
creencias. El relato. Porque si no se corría el peligro, no deseado por nadie,
de la exclusión. En términos de Shumway las "ficciones orientadoras"
K instalaron una fuerte "mitología de la exclusión". Muchos de
quienes analizamos este tema consideramos que había sido una experiencia
cultural nefasta pero exitosa, con "ficciones orientadoras" como
"la década ganada", "lo nacional y popular", "el
pueblo contra la derecha", "el estado presente", etcétera.
Quizás nos equivocamos.
Esas verdades que incluían
versiones de la historia argentina únicas y definitivas sobre temas espinosos
como la figura de Julio Argentino Roca, la cantidad de desaparecidos durante la
dictadura, la Vuelta de Obligado o el papel de los distintos gobiernos
peronistas, por citar sólo ejemplos conocidos, se han derrumbado desde
diciembre a la actualidad. En términos culturales esos mitos de exclusión se
cayeron en el curso de tres meses y hoy se discute todo de nuevo. Es un logro
del huracán Milei. ¿Lo buscaba, lo deseaba? Quizás no, pero se comprueba en la
realidad el efecto del cambio. Macri no lo logró. No es que una u otra posición
tenga razón. Lo que ha sucedido es que ya no es una sola la "buena" y
otra la "mala". Alguien puede sostener sin problemas que Roca fue uno
de los principales constructores de la Nación argentina y un héroe. O discutir
el número de desaparecidos, sin que implique acusaciones de negacionismo a
quienes puedan asegurar que fueron la atrocidad de 9 mil y no los 30 mil
cristalizados.
La razón quizás sea que
las ficciones orientadoras planteadas por el kirchnerismo populista pertenecían
a una facción, eran sectarias, y nunca fueron compartidas por todos sino
impuestas estatalmente. Quizás para entenderlo valga la pena contraponer esas
ficciones orientadoras K a otra ficción orientadora: la democracia como sistema
político. Su padre fundador es Raúl Alfonsín. La Argentina fue siempre un país
igualitario pero escasamente democrático. Lo demuestra su historia de golpismo
y autoritarismo. En 1983 surgió una figura que planteó a la sociedad una
"ficción orientadora" positiva. Persuadió con argumentos y con conductas,
no lo impuso con extorsiones. Fue combatido por quienes perdían. Su desempeño
económico fue muy malo y terminó mal. Se inmoló en ese incendio. En cambio,
dejó un sólido legado democrático. Perdió él, ganó el país.
Como contraposición, la
ficción orientadora del "estado presente" del kirchnerismo devino en
mega corrupción y una ineficiencia aplastante de la gestión. Dos apadrinados de
Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Martín Insaurralde, son ejemplos
terminantes que explican por qué la Argentina sigue apostando a la democracia
propuesta por Alfonsín pero el proyecto de Néstor y Cristina parece desgranarse
y sus verdades son cuestionadas por multitudes de votantes. Quedó a la luz que
esas ficciones orientadoras facciosas no eran aceptada por la mayoría. Se
derrumbaron cuando se liberó el peso agobiante de las minorías intensas
financiadas clientelarmente con dineros públicos para cancelar a quienes no
concordaban con "el relato".
La novísima experiencia de
Javier Milei y su ficción orientadora de "las ideas de la libertad"
todavía es un gran signo de pregunta. Él mismo no contribuye a clarificarlo,
con escaladas indeseables como sus ataques a Jorge Fernández Díaz, por ejemplo.
Mientras se desgracia, invoca las ideas liberales que estuvieron en la fragua
de la Nación y su admirado Alberdi plasmó en una Constitución que el populismo
ha hecho todo, sin lograrlo, para destruir. ¿Alcanza con la economía, obsesión
presidencial, para lograr que la ficción orientadora de la libertad fragüe como
fraguó la democracia? ¿Se trata sólo de una desviación económica o en la
conformación corporativa que asfixia al país hay otros aspectos ideológicos que
Milei omite en su reflexión? ¿Logrará Milei en términos de Edmund S. Morgan
ficciones orientadoras que perduren y consoliden la nación? El estudio de
Shumway pone a los argentinos frente a un espejo en el cual buscar la salida a
la eterna frustración. El transcurso de la historia dirá si la revolución
liberal desreguladora fracasará como la "Nac&Pop" de los K o triunfará
como la democrática de Alfonsín. Milei lo denuesta a don Raúl, pero sin su
legado posiblemente no estaría en el Sillón de Rivadavia.
Hay que analizar las
diferencias. La democracia fue explicada para que todos la adoptaran y cuajó.
El relato K quiso ser impuesto y no prendió. Ojalá Milei leyera a Shumway. El
capítulo "Alberdi y Sarmiento, el abismo que crece" seguramente lo
inspiraría. Se inclina por Alberdi, su ídolo. No se debe olvidar que la
Argentina fue inventada, pero fracasó por la desunión y el enfrentamiento
recetados por autores que reflexionan en universidades bien calefaccionadas
pero nunca administraron ni un kiosco. Milei ya no es profesor, ahora es
presidente de todos los argentinos.
Publicado en Mendoza Post.
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