Dime con quien andas y te dire quien eres
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La profundización del giro en la política exterior de la presidente (decimos "profundización" porque en realidad la Sra. de Kirchner nunca fue demasiado distinta en sus preferencias) que la llevó sucesivamente a aliar al país con Rusia y con China, tiene sustancial importancia para el país.
Pero no precisamente por lo que pudiera parecer a primera vista, esto es, una asociación ventajosa para la Argentina de la que el país pudiera sacar rápido provecho económico de inversiones, préstamos y demás prestaciones de estricto carácter material.
La importancia, más bien, habría que buscarla por lo que valorativamente significan esas amistades. Más allá de que aún las ventajas económicas están por verse, y -más de una- ya ahora mismo suena en realidad "desventajosa" (en especial, y por encima de todo, lo relacionado con las represas Kirchner y Cepernic dos obras calificadas de inviables, o en gran medida inservibles, por muchos expertos, más allá de los millones de dólares por los que se ha multiplicado su costo desde que fueron pensadas hasta hoy, lo cual abre un montón de sospechas sobre el berretín de continuarlas pese a las observaciones de los ingenieros) lo realmente importante de este afianzamiento debe buscarse en el plexo de creencias que tanto Rusia como China significan.
Ambos países fueron, obviamente, férreas dictaduras comunistas (una, desde el punto de vista político y de las libertades civiles, lo sigue siendo aun hoy, aunque hipócritamente y valiéndose de su enorme mercado, introdujo reformas económicas  que impidieron que la doctrina de Mao terminara por aniquilar de hambre al pueblo). Los dos países no han  resignado un ápice de sus aspiraciones previas a la caída de la Cortina de Hierro y solo están buscando hoy llegar a los mismos objetivos utilizando tácticas diferentes, dado el rotundo fracaso de las anteriores.
Pero lo que debe quedar claro es que, a pesar de ese estrepitoso estruendo, ninguno de estos países -como así tampoco sus satélites- han renunciado a su naturaleza autoritaria, negadora de las libertades y garantías individuales, a su poder concentrado, a su ideal de perfeccionar un Estado poblado por una nomenklatura privilegiada muy por encima de las posibilidades del pueblo común y a la imposición de un régimen de fuerza, ajeno a las instituciones del Estado de Derecho, sin división de poderes y sin justicia independiente.
Como es natural,  la validez del dicho "dime con quién andas y te diré quién eres", obliga a analizar estas decisiones presidenciales más allá del dinero, al que la Sra. de Kirchner parece venderse por su despecho hacia Occidente.
La sociología económica y la filosofía del Derecho tienen más que probado a esta altura que el éxito y el fracaso de los países tiene que ver, no con la abundancia circunstancial de dinero sino con una estructura institucional que permite desarrollar un canal fluido para el florecimiento del ingenio y, al mismo tiempo, con el desarrollo de ideas que permitan dar seguridades jurídicas al fruto de ese ingenio.
El imperio español en América era enormemente rico. Una vez completado el período de saqueo de la riqueza local, hasta ese momento en manos de civilizaciones distintas de las europeas pero muy avanzadas para su época, los virreinatos, sin embargo, no lograron establecer comunidades prósperas y modernas. Al contrario toda la región cayó presa de una miseria alarmante pese al vasto territorio ocupado, a las riquezas naturales, a las bondades del clima y al frente bioceánico que dominaban.
Lo que ocurrió fue que ese coloniaje centralizó el poder, desprotegió la propiedad privada, favoreció la corrupción pública, esquilmó al pueblo a base de una estructura fiscal retrógrada y alimentó el nacimiento de una casta de privilegiados cuya riqueza se basaba no en su ingenio ni en su aporte al progreso sino en sus contactos y en su cercanía con el poder.
¿Les suena acaso familiar esta descripción? ¡Pues claro que sí... Porque es exactamente el mismo molde que nos gobierna hoy y el mismo molde que define al autoritarismo ruso y chino...!
China ha debido otorgar regímenes especiales a las empresas que se han radicado allí; regímenes y derechos que no rigen para el resto del pueblo chino, algo así como un caso "hipermega-Chevron". Solo así, y por la conveniencia de acceder a un mercado de más de 1300 millones de personas, ha podido sortear las suspicacias ilevantables que genera su sistema político y jurídico convencional. Es más, esos regímenes especiales llegan al punto de que las empresas pueden hacer allí lo que ambientalmente no podrían hacer en sus países de origen por la protección que estos imponen al medio ambiente en resguardo de su población. China ha vendido esa salud al mejor postor a tal punto que hoy en muchos suburbios de sus ciudades industriales no se puede literalmente respirar.
¿Qué decir de Rusia? La heredera principal de la URSS ha sido la cuna de una corrupción mafiosa que se enquistó en el poder y se adueñó de todos los factores de producción -que antes estaban en manos del "Estado"- de la mano de negociados entre la cúpula privilegiada y los nuevos "empresarios", todos ex mandamases del comunismo.
El régimen mantiene intacto su afán imperialista y es un secreto a voces que Putin se propone recomponer gran parte del territorio soviético sobre la base de invadir los territorios de países ruso hablantes, como lo ha hecho recientemente con Crimea.
Con esta gente ha decidido alinear al país la Sra. de Kirchner. Envuelta en la bandera de la guerra contra los "buitres" ve en estas alianzas el espejo del modelo de país que quiere: una autocracia populista, con una nomenklatura privilegiada enquistada en el Estado y dueña por sí o por amigos de los factores millonarios de producción, con severas restricciones al derecho de propiedad en particular y a los derechos civiles en general, con una justicia amañada y preparada para fallar a favor del poder y sin instituciones libres ni independientes que resguarden los derechos de los ciudadanos.
Ese camino es el camino de la miseria. Es el camino de la Colonia. El camino que fracasó una y mil veces y que volverá a fracasar aun cuando los chinos instalen veinte trenes bala.
La riqueza de las naciones reside en su Derecho; no en el poder de su fuerza. Ese marco institucional que permite el florecimiento de las ideas y brinda un canal libre para la multiplicación de los recursos es el único motor que el mundo ha probado como útil, eficiente, moral e inteligente para sacar a las naciones del fracaso.
Resulta penoso que por una guerrita de celos personales la presidente le dé al país señales indubitables de que prefiere otras creencias, otros amigos y otros valores. No será su bolsillo y su nivel de vida los que paguen las consecuencias. Serán los nuestros.
 

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