Los gremios docentes y la calidad de la enseñanza
Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Días atrás una nota de Clarín reportaba que la Comisión
de Educación del Senado debatirá el proyecto de Ley de Formación Docente,
elaborado por el Instituto Nacional de Formación Docente y el Ministerio de
Educación. El mismo “apunta a promover la opción por la docencia, en particular
de estudiantes con desempeño académico destacado y vocación. Para eso, propone
crear una beca de un monto no inferior a la mitad del salario inicial docente”.
Eduardo Aguilar, senador por el Chaco (FPV) y autor del proyecto, señaló que
“jerarquizar la profesión docente y garantizar una formación de excelencia son
los grandes desafíos pendientes en educación. La calidad del aprendizaje
depende de la calidad de la enseñanza”.
Es claro que tiene razón, pero ello no se logrará
mediante este proyecto de ley. Un sistema de becas no atraerá a los mejores
promedios del secundario a la carrera docente.
En una nota que publiqué en esta misma columna en
diciembre pasado, ilustré la importancia de los maestros a través de un estudio
llevado a cabo por la Bill & Melinda Gates Foundation sobre una escuela que
comenzó a funcionar en 2009 en Nueva York, la cual contrató docentes de calidad
ofreciendo salarios que doblaban lo que se cobraba en las escuelas públicas de
la ciudad.
El estudio demostró que luego de 4 años, en comparación
con estudiantes de una escuela pública cercana, las diferencias de rendimiento eran
significativas.
¿Pero cómo conseguir qué los mejores promedios del
secundario elijan la docencia?
En 1995, el Instituto Smithsoniano le realizó una
entrevista a Steve Jobs. En la misma, Jobs ilustró el problema que nos atañe
mediante un simple ejemplo: “Me gustaría que la gente que enseña a mis hijos
sea lo suficientemente buena como para poder acceder a una posición en la
empresa en que trabajo, obteniendo 100.000 U$S al año.
¿Por qué habrían de trabajar en una escuela por 35.000
U$S si pueden obtener un trabajo en nuestra empresa por 100.000 U$S?”
Cuando un joven egresado del secundario elige la carrera
a seguir toma en cuenta, además de su vocación, las posibilidades que la misma
le brindará en un futuro. Imaginemos una carrera donde el esfuerzo y la
dedicación no tienen chances de verse reflejados en una mejora salarial y la
incompetencia no incrementa el riesgo de ser despedido. ¿A quién es de esperar
que atraiga? ¿A los mejores promedios del secundario o a aquellos jóvenes
únicamente interesados en cumplir con un horario y garantizarse un salario? La
respuesta es obvia, un sistema de becas en nada la habrá de modificar.
Cambiar esta realidad implica eliminar las ventajas que
aprecian los jóvenes sin aspiraciones, como la estabilidad laboral y la escala
salarial basada en la antigüedad, y atraer a los mejores promedios del
secundario mediante una remuneración asociada a su rendimiento.
Es hora de atreverse a enfrentar a los sindicatos
docentes, los más férreos defensores del status quo. De lo contrario ningún
proyecto de ley habrá de proponer una real reforma educativa.
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