Solidarismo y ¨estado benefactor¨
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.



El llamado permanente a que seamos "más solidarios", no es, de ninguna manera, algo nuevo en nuestras sociedades, sino, por el contrario, una cosa antigua, que recibió el nombre precisamente de solidarismo. Podría decirse que el solidarismo es el basamento filosófico de lo que en economía política se designa como "estado de bienestar" o "estado benefactor". Ludwig von Mises enseña que su origen tuvo lugar en Francia:
"Los representantes del solidarismo han expuesto sus puntos de vista sociofilosóficos en ensayos de brillante redacción, que revelan todo el esplendor del espíritu francés. Nadie ha sido capaz de pintar con palabras más hermosas la mutua dependencia de los hombres en una sociedad. A la cabeza de todos ellos se encuentra Sully Prudhomme. En su famoso soneto nos muestra al poeta al despertar de un mal sueño en que se ha visto a sí mismo “seul, abandonné de tout le genre humain”, en el preciso momento en que ha cesado la división del trabajo y ya nadie quiere laborar para él. Esto lo lleva a reconocer que:
...qu’au siecle ou nous sommes
Nul ne peut se vanter de se passer des hommes;
Et depuis ce jour-la, je les ai tous aimés,
(...en nuestro siglo
nadie puede arrogarse a ocupar el lugar de los hombres;
Y a partir de aquel día los amé a todos ellos,)
También supieron cómo defender adecuadamente su caso, ya sea con argumentos teológicos, ya sea con razones jurídicas. Pero todo ello no debe cegarnos en relación a la debilidad intrínseca de su teoría. La teoría solidarista es un eclecticismo nebuloso. No requiere de un análisis especial.
Aquí no se interesa mucho menos que su ideal social, que pretende “evitar las fallas de los sistemas individualistas y socialistas, para mantener aquello que es acertado en ambos.”[1]
Como vemos, es la filosofía mayoritaria hoy imperante por doquier. Parte del error (tantas veces refutado) de que podría llegar a haber algo "acertado" en los sistemas socialistas, lo que supone una ignorancia o -en la mejor de las hipótesis- un estudio insuficiente acerca del socialismo en todas sus variantes posibles. Examen que hubiera revelado a quien se hubiera animado a efectuarlo, que el socialismo es una imposibilidad, tanto teórica como fáctica (aunque, en rigor, al aprender que se trata de una inviabilidad teórica, esto conlleva su consiguiente impedimento práctico). Y estaría de más aclarar que los experimentos mundiales en los cuales se intentó llevar a la práctica el socialismo han fracasado estrepitosamente, con consecuencias bastante ostensibles, tales como la caída del Muro de Berlín, la disolución del bloque soviético, y el arduo y lento camino a que países como China y -más recientemente- Cuba se hayan visto forzados a permitir pequeñas dosis de capitalismo a costa –en caso contrario- de colapsar.
No obstante, aún conservan su encanto en el mundo contemporáneo, doctrinas como la del solidarismo, que cree ser una "solución" intermedia entre el individualismo y el socialismo. Pero también, en este asunto, se observa que los países que son menos solidaristas son los más prósperos, tanto económica como moralmente. Esto último constituirá una paradoja para quien no estuviera familiarizado sobre el funcionamiento de una sociedad abierta, o sea, auténticamente libre.
El punto es que el solidarismo, en cuanto se intenta realizar como régimen político, lleva directa o indirectamente a expropiar la propiedad, ya fuere en todo o en parte, con los consiguientes perjuicios para el conjunto social.
 "Señalar que, bajo todas las circunstancias, el propietario se verá obligado a seguir la prescripción de la ley y la ética y que ningún ordenamiento legal reconoce la propiedad sin limitarla con normas, no constituye en modo alguno una réplica. Pues si esas normas apuntan sólo a la libre propiedad y para prevenir que el propietario se vea interferido en su derecho a mantener su propiedad mientras no pase a otros sobre la base de contratos que haya suscrito, entonces esas normas contienen meramente un reconocimiento del derecho de propiedad de los medios de producción. El solidarismo, sin embargo, no contempla estas normas como suficientes en sí para reunir en forma fructífera el trabajo de los miembros de la sociedad. El solidarismo busca colocar otras normas. Por encima de éstas. Son esas otras normas las que así se convierten en la ley fundamental de la sociedad. El solidarismo reemplaza el derecho de propiedad por una “ley superior”; en otras palabras, materializa su abolición."[2]
Como bien se dice, una cosa son las normas legales que buscan preservar el derecho de propiedad reconociéndole al legítimo propietario totales facultades para usar y disponer de lo suyo a sus anchas y como se le plazca, siempre y cuando ese uso y disposición no perjudique -de algún modo- el mismo derecho que tienen sus semejantes a hacer lo idéntico con sus propias pertenencias. A tales normas, no hay nada que objetarles. Es más, se reputan como muy necesarias para que el régimen de propiedad privada surta todos sus enormes beneficios sociales.
Cuestión bien diferente es, en cambio, cuando, so pretexto de cierta etérea "función social de la propiedad", "bien común", "justicia social", "interés social" o –como en el tema que nos ocupa- "solidaridad", se procura, por mecanismos legales, limitar o reducir el derecho de propiedad privada.
Aun cuando no se lo proponga y lo haga de buena fe, el solidarista (en función de gobierno o legislador) habrá sentado las bases para la derogación más completa de la propiedad privada. Es que la economía enseña que, cualquier intervención gubernamental en su operatoria lleva a distorsiones que -en la medida en que se prolonguen- se multiplican. Estas distorsiones, sumadas y multiplicadas, representan un saldo neto de perjuicios sociales donde se perseguían "beneficios sociales".

[1] Ludwig von Mises. "SOCIALISMOS Y PSEUDOSOCIALISMOS" (Extractado de Von Mises, Socialism: An Economic and Sociological Analysis, capítulos 14 y 15. La traducción ha tenido como base la versión inglesa publicada por Liberty Classics, Indianapolis, 1981. Traducido y publicado con la debida autorización. Estudios Públicos, 15) Pag. 25 a 28.
[2] L. v. Mises, "SOCIALISMOS Y PSEUDOSOCIALISMOS"....op. cit. Pág. 25 a 28.
 

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