Subsidios, una mala costumbre

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
¡Que
difícil es dar malas noticias! Cuando durante años y años, las personas se mal
acostumbraron a vivir en un mundo de fantasía, donde todos los deseos parecían
convertirse en realidad, por el solo hecho de desearlo o de considerarlo justo;
quien de repente anuncia que el sueño terminó y es hora de despertarse, pasa a
convertirse en el malo de la película.
Los
argentinos hemos estado viviendo durante los últimos 50 años (con breves y
excepcionales períodos) en La Tierra de Nunca Jamás, creyéndole
al Peter
Pan de turno, que nos juraba que para volar solo hacía falta desearlo y
tener bellos y abnegados deseos humanitarios.
Y
siguiendo a estos místicos de la política, nos hemos lanzado una y otra vez al
vacío y mientras caíamos, soñábamos y sentíamos que estábamos volando, hasta
que finalmente llegábamos al suelo.
Decía Ayn Rand “Se puede evadir la realidad, pero no se
puede evadir las consecuencias de evadir la realidad”. La ley de la gravedad existe, podemos hacer
de cuenta que no existe, incluso mientras caemos vertiginosamente podemos
seguir negándola, pero finalmente la dura realidad del suelo nos la va a
recordar.
Quizás podemos pensar que la ley de la gravedad es injusta, y que,
a lo mejor, si pudiésemos anularla con una ordenanza o con una sentencia
judicial, miles de vidas no se perderían en accidentes y suicidios. Este razonamiento infantil y absurdo, que
cualquiera rechazaría por ser un disparate incoherente y que se aplica a todas
las leyes naturales, también se aplica a las leyes económicas.
Es imposible vivir
gastando más de lo que se gana sin pagar las consecuencias, es imposible vender
por debajo de los costos sin pagar las consecuencias. Estas obviedades, que cualquiera de nosotros
sabe, que si no las cumple en su vida particular terminaría en la ruina y
endeudado; parecen dejar de ser tan obvias cuando hablamos del estado, como si
la cosa pública estuviese por encima de las leyes naturales o económicas, como
si el estado fuese Peter Pan o Campanita.
Lamento
informar que el estado no es marciano y que se subordina a las mismas leyes que
todos los humanos. Si el estado gasta
más de lo que gana o cobra los servicios por debajo del costo, se
convierte en inviable.Peroadiferencia de los privados el estado no se funde, ¡Nos fundimos todos y cada uno de nosotros!
En
una contradicción absoluta, que paradójicamente la mayoría parece no querer
ver, se pide que el estado mantenga los subsidios pero que a la vez se
pide que cobre menos impuestos, que no haya inflación y que no se tome crédito.
¡Eso es tan contradictorio como decir “quiero comer la torta y quiero tener la
torta a la vez”!
Se
movilizan los políticos y parte de la justicia pidiendo que no se suba el
precio de los servicios en forma tan brusca, cuando lo cierto es que no se está
subiendo el precio de los mismos, solo se está quitando los descuentos que se
hacían. Es como cuando vemos en una
vidriera el precio de lista y el descuento por precio contado, el precio que
vale, el precio real es el primero.
Decía
Schumpeter “ningún almuerzo es gratis”; la diferencia entre privado y público
es que el descuento que hace un privado lo absorbe él mismo privado, mientras
que el subsidio lo paga toda la población.
El
subsidio no depende de la buena voluntad del gobernante, el subsidio lo pagás
vos y todos los argentinos vía impuestos, vía inflación o vía emisión de deuda,
la que pagará más adelante. Es así de claro
y sencillo, no es ni lindo ni feo, no es tener sensibilidad social ni es ser desalmado,
es la realidad, es tan real como la ley de la gravedad.
¿Alguien
puede creer que sea justo que un campesino, que cuida cabras en medio de las
sierras, que no tiene luz eléctrica, ni gas natural, ni un hospital o una
escuela cerca y con caminos que ni los aventureros se atreven a recorrer, deba
pagar el subsidio al gas o a la electricidad de alguien que vive en
una ciudad o que tiene una empresa en el sur?
Tampoco
está bien que el empresario tenga que pagar costos imposibles, pero eso no se
resuelve con subsidios, se resuelve disminuyendo los impuestos y principalmente
los impuestos al trabajo y a la producción.
Esos
mismos impuestos que hacen que cada uno de nosotros destine todos los días, la
mitad de lo que gana en su trabajo para pagar impuestos, impuestos más
dignos de un usurero que de un estado.
Estoy
seguro que muchas personas no terminan de dimensionar lo que digo. Imaginá que llegas a tu casa a las
9 de la noche, cansadísimo después de un día interminable de trabajo. Venís feliz, pues has ganado 1.000$. Pero en el preciso momento en el que tu
pareja abre la puerta para recibirte junto a tus hijos y vos sacás el
dinero para entregárselo, aparece el señor estado y graciosamente te saca $500
de la mano, te da una palmadita en la espalda y casi como si te hiciese un
favor, deja que le entregues a tu pareja los $500 que te quedan.
De
este modo el estado se convierte en tu “socio”, un socio que no produce nada,
pero que se lleva la mitad de tu dinero.
Pensá
en todo lo que haces con tus $500. Alquilás
una casa, le das de comer a tu familia, los vestís, lescomprás
medicamentos, comprás las cosas del colegio, pagás los servicios, pagás el
transporte y muchas cosas más. Ahora
pensá en lo que debería hacer el estado con el dinero que te retuvo,
¿seguridad?, ¿justicia?, ¿educación?, ¿salud?; estás son las únicas cosas que
debería hacer bien sí o sí y son un desastre.
Ahora
imaginá que el señor estado solo te sacara $250 en lugar de los $500. Tendrías $750 en lugar de $500, tendrías $250
más para gastar. Podrías cambiar el auto
o construir tu casa o salir de paseo o salir a comer afuera
más seguido, quizás podrías empezar un pequeño emprendimiento o invertir
en la educación de tus hijos.
Sin
dudas harías mucho mejor uso de ese dinero que el estado y tus acciones
producirían mejoras en todos los que te brindan sus servicios
o productos. Y si tenés una PIME
bajarían tus costos, podrías vender más barato, serías más competitivo e incluso
podrías comenzar a exportar; creciendo como empresarios, necesitarías más
materia prima y más empleados.
Todo
esto es lo que no se ve cuando se habla de subsidios, solo se observa el efecto
inmediato de las buenas intenciones, pero no se ve todo
lo que se pierde, un todo que es mucho más beneficioso que la limosna
inmediata.
Por
eso, no nos dejemos engañar y recordemos a Juan
Bautista Alberdicuando decía: “El
amor a la patria de nuestros demagogos, es como el de esos seductores que hacen
madres a las niñas honestas, sincero como sensación, pero desastroso para el
objeto amado”.
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