Gobernabilidad, orden espontáneo y distribución
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.



"La clave del fortalecimiento de la gobernabilidad democrática a nivel municipal está dada por la participación política y fiscal de los ciudadanos en la gestión pública de sus comunidades. De esta manera la negociación interna, entre ellos, sobre sus prioridades y sobre sus necesidades colectivas, les convierte en factores de estabilización y en moderadores de sus propias expectativas. De este proceso surge una especie de "orden espontáneo". Una gobernabilidad endógena y sostenible. El simple reparto induce inestabilidad y acentúa la pugna por más recursos gratuitos".[1]

Es casi redundante afirmar que "la participación política y fiscal de los ciudadanos en la gestión pública de sus comunidades" fortalecerá "la gobernabilidad democrática a nivel municipal" porque es prácticamente decir lo mismo con otras palabras. Si el sistema adoptado es democrático representativo, por definición será de ese mismo modo y no de otro. Por ello, la clave, en realidad, consiste en definir qué tipo de régimen democrático se pretende describir, para no caer en obviedades como las que parecen surgir de la cita anterior. En la democracia representativa -sea está a cualquier nivel- municipal, regional, estatal, nacional, etc. la participación ciudadana viene dada por la acción de sus representantes, en ambos órdenes: el político y el fiscal, ya que como hemos dicho, las decisiones políticas y fiscales no serán ninguna otra cosa que la plasmación de las voluntades ciudadanas expresadas a través de la elección de sus mandatarios. Sólo en este tipo de democracia ello es posible.
Excepto que el autor comentado se quiera referir a una democracia directa, lo que él llama "negociación interna" no es "entre ellos", sino entre sus elegidos a través de los órganos deliberativos previstos en el ordenamiento organizativo local, que puede ser -como en el caso de la ciudad de Buenos Aires- su Constitución. Párrafo aparte merece la alocución "necesidades colectivas" desde nuestro punto de vista del todo recusable. No reputamos existente ninguna clase de “necesidades colectivas". Las necesidades siempre son individuales y pueden ser coincidentes en alguno que otro punto, pero esa concordancia no las transforma en "colectivas" por si mismas. La idea de "necesidades colectivas" trasunta la existencia de "necesidades" separadas de las personas que verdaderamente las están experimentando, creando una suerte de entelequia que desfigura la realidad vital en torno de la cual las necesidades -y todo lo demás- existen.
En indistinto caso, es dable destacar que si la intención del autor es diferenciar un régimen participativo de otro de tipo autoritario (como así parece surgir del contexto completo de su artículo) no podemos dejar de adherir a sus comentarios, mas allá de la imprecisión de ciertas expresiones utilizadas por aquel, las que, no obstante, no empañan su intención final.
En relación al orden espontáneo al que alude, discrepamos en cuanto a la disposición, que consideramos inversa a la que refiere. Es del orden espontáneo (entendido de la manera en que lo fundamentó F. A. v. Hayek) de donde surgen el resto de los mecanismos sociales y no a la inversa. En tal sentido, es del orden espontáneo de donde aparecen los sistemas políticos, económicos, y lo que la cita denomina "gobernabilidad”. El orden espontáneo es el origen y no el resultado de tales fenómenos. Y, como ya dijimos antes, es preferible abandonar el término "gobernabilidad" por no ser preciso y demasiado ambivalente. Por último, una vez más será necesario insistir que los recursos nunca son "gratuitos". Nada hay "gratis" en la vida.
"Si se adopta un sistema de transferencias que no estimula significativamente la mejor gestión pública local -en lo fiscal y en lo político- se corre el riesgo de que la descentralización debilite la gobernabilidad"[2]
Puede que no debilite necesariamente la gobernabilidad, pero sí que lo haga con la economía del lugar donde se apadrinen tales prácticas. Posiblemente cambie el signo de la gobernabilidad, y que ésta pase de democrática a autoritaria (lo que es bastante probable y es casi una tendencia en muchas partes). En tal caso, la gobernabilidad no se aminoraría, sino que simplemente trasmutaría su carácter. Si esta fuera la cuestión, de la descentralización se pasaría a la centralización, precisamente la consecuencia contraria a la que indica el autor citado.
"El simple "reparto" de recursos induce inestabilidad y acentúa la pugna por más recursos. De esta manera no se estimula la sana competencia por más eficiencia y por mejor equidad. Casi ningún gobierno central podrá moderar las exigencias y las presiones si, desde un comienzo, las transferencias no fueron diseñadas para actuar como incentivos reales a una mejor gestión pública territorial."[3]
El simple reparto de recursos desalienta la generación de más recursos y -a su turno- amortigua los subsiguientes repartos de recursos. Es una cadena inexorable. No obstante, hay que aclarar que esto sucede exclusivamente cuando el reparto de recursos económicos es político, y no fruto de un proceso de mercado. Este último, conlleva como efectos simúlatenos y concomitantes los mecanismos de producción y distribución. Si este sistema de mercado quiere reemplazarse -en similar medida o grado- por otro político, el de mercado se quiebra y el corolario es el despilfarro de capital y el empobrecimiento paulatino, tanto de los destinatarios como de los generadores de recursos económicos.
La competencia de mercado será sustituida por una simple puja por obtener las dadivas que generosamente distribuya el gobierno a desigual nivel político, (municipal, provincial, nacional) en la mayor cuantía posible y por parte de los grupos de presión más fuertes (sindicales, comerciales, empresariales, asociativos de diferente orden, etc.).
Ningún gobierno podrá moderar las exigencias si las trasferencias de recursos no obedecen a un orden de mercado libre por completo de injerencias estatales de cualquier tipo. En donde el orden del mercado es desplazado por otro político la derivación será siempre el descalabro social (político, económico, etc.)


[1] Eduardo Wiesner. "La economía neoinstitucional, la descentralización y la gobernabilidad local". Capítulo VI, en Rolf Lüders-Luis Rubio-Editores. Estado y economía en América Latina. Por un gobierno efectivo en la época actual. CINDE CIDAC, pág. 327
[2] E. Wiesner. "La economía neoinstitucional, la descentralización y la gobernabilidad local". Capítulo VI, en Ludes-Rubio, ...Ob. Cit. pág. 327
[3] E. Wiesner. "La economía neoinstitucional, la descentralización y la gobernabilidad local". Capítulo VI, en Ludes-Rubio, ...Ob. Citpág. 327
 

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