La revolución educativa está en marcha

Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Hace unos días, dos
iniciativas del gobierno del presidente Mauricio Macri, aparentemente
inconexas, y por cierto inesperadas y previsiblemente resistidas por las más
diversas voces, dieron los primeros pasos de la revolución educativa que
requiere nuestro país.
Veamos el devenir de
los hechos. A fines de febrero, la ministra de Desarrollo Social, Carolina
Stanley, anunció el rediseño de varios programas sociales, los cuales serán
reemplazados por un programa que contará con dos ejes centrales: Educación Formal
Obligatoria, mediante la cual los beneficiarios de los planes deberán finalizar
sus estudios secundarios, y Formación Integral, que los capacitará a través de
cursos y prácticas profesionales con el fin de facilitar su inserción en el
mercado laboral.
La iniciativa no puede
ser más auspiciosa. ¿Por qué no requerir que todo beneficiario de un plan
social deba concurrir a escuelas de adultos como condición para cobrar la
asignación? Al fin y al cabo es un requerimiento similar al exigido a los
beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, que deben demostrar
asistencia a las escuelas para recibir el respectivo subsidio.
Un recordado presidente
norteamericano afirmó alguna vez que "el propósito de toda política social
debería ser la eliminación, tanto como sea posible, de la necesidad de tal
política". La anunciada por el Gobierno satisface en un todo esta
definición, pero además genera un importante valor agregado. Es bien sabido que
el nivel educativo de la madre presenta una correlación positiva con el
rendimiento escolar de sus hijos. Educar a los beneficiarios de los planes
sociales no solo les facilitará el valerse por sí mismos, sino que también
permitirá romper el círculo vicioso de la pobreza, al contribuir a la educación
de sus hijos. El primer paso en pos de una verdadera revolución educativa se ha
dado.
El segundo paso no
tardó en llegar. En la apertura del Congreso, Macri solicitó el apoyo a una
iniciativa que habrá de marcar un antes y un después en la educación argentina:
"Para poder involucrarnos (los padres), tenemos que poder saber cómo le
está yendo a la escuela adonde van nuestros hijos. Hoy está prohibido por ley
que se publiquen los resultados por escuela y eso no tiene sentido. Les pido
que este año legislativo avancemos para cambiar esta norma".
Nada facilitaría más la
tarea de quien es el más importante ministro del gabinete que el apoyo de los
padres a reformas que son imprescindibles y que solo se podrán realizar si son
ellos quienes las exigen. Nada le otorgaría más poder que su sana indignación
al conocer los resultados de las escuelas a las que concurren sus hijos, para
enfrentar a los principales defensores del statu quo: los sindicatos docentes,
que año tras año toman a los niños de virtuales rehenes. ¿Cómo no recordar los
17 días de clases perdidos a comienzos del ciclo pasado en la provincia de
Buenos Aires? ¿Cómo no avergonzarse de los más de 100 días de paro en Santa
Cruz? Año tras año la historia se repite, demás está decir que los días
perdidos jamás se recuperan y los niños son las víctimas inocentes de semejante
despropósito.
Modificar el artículo
97 de la ley de educación nacional era imprescindible, el Gobierno así lo ha
entendido y tiene el coraje político de planteárselo a la sociedad. Es probable
que una verdadera revolución educativa esté en marcha; de ser así, la Argentina
por venir será muy distinta de este triste presente.
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