Discursos impune e impúdicos

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
Semana a semana me propongo profundizar
en los temas que considero fundamentales para el desarrollo de los argentinos,
temas como la libertad, el respeto, la seguridad o la honestidad. Pero nuestros gobernantes frustran mis
intenciones haciendo lo imposible por convertirse en el centro de atención de
todo el mundo, las disposiciones que toman dese el gobierno, verdaderos
mamarrachos disparatados, solo son superadas por las estupideces que dicen día
a día.
Al respecto, te invito a repasar
algunos puntos del discurso que el presidente Alberto Fernández pronunció este
9 de julio.
“Aquel 25 de mayo de 1810, cuando allá en bs as, un
gobierno se declaro autónomo de la corona española, era simplemente el
desconocimiento del rey para gobernar en nuestro suelo”.
Empezamos mal. En realidad la revolución de mayo fue hecha
en nombre del rey de España. Tanto es
así, que en el acta de aquel 25 de mayo figura su juramento de lealtad al Rey
Fernando VII. Es cierto que, dentro de
los 4 grupos en que se dividían los revolucionarios, había uno con espíritu independentista,
pero nunca ningún cabildante desconoció oficialmente la autoridad del rey.
“(José de San Martín) el que entendió que… había que
terminar con el avance realista que venía de chile y venia de Perú… entendió Cruzar
los andes como los cruzo y después entendió que debía atacar a los realistas en
lima yendo por el pacifico y allí fue, pero necesitaba San Martin alguien que
cuidara la frontera norte entonces le encargo a Belgrano ese ejercito del
norte… y Belgrano un día se tuvo que calzar el traje de general y venir a
luchar acá al norte para cumplir con el mandato de San Martín” .
A ver. Primero que nada, el
avance realista no venía de Chile, luego, San Martín no cruzó los Andes para
liberar Chile ni para ir a comer salmón a Valparaíso. No es que una vez en Chile “se le ocurrió” o
“se dio cuenta que debía atacar Lima… ese fue el plan desde un principio. Dicho plan se le atribuye a un escocés
llamado Maitland y está bien descripto en un libro de Rodolfo Terragno escrito
al respecto.
Luego dice el presidente que San
Martín le encargo a Belgrano que cuidara la frontera norte. Veamos. El primer triunvirato nombró a
Belgrano, jefe del ejército del norte en febrero de 1812; fecha en la que San
Martín se encontraba navegando en medio del océano Atlántico, ya que llegó a
Buenos Aires recién el 9 de marzo. Sin
dudas Don José le mando un whatsapp a Don Manuel pidiéndole la gauchada de
cuidarle la frontera norte…
“En ese
ejercito del norte, Belgrano tuvo un lugarteniente… Don Miguel Martin de Güemes”
Es admirable como un jefe de
estado puede decir tantos disparates en apenas dos minutos. Belgrano ordenó el traslado de Güemes a
Buenos Aires por problemas de disciplina, por lo tanto, no era su
lugarteniente. Por otra parte, Güemes se llamaba Martín Miguel, no Miguel
Martín.
“(Güemes) sabía de la debilidad que tenía para
combatir con las fuerzas que acababan de vencer a las fuerzas de Napoleón en Europa”
El ejército realista con el que
combatían los infernales de Güemes, no era el que había vencido a Napoleón; es
más, San Martín, que peleaba de nuestro lado, si formó parte del ejército
español que derrotó en la batalla de Bailen a los franceses.
“y (Güemes) armó una suerte de guerra de guerrillas
por orden de San Martín”
Nuevamente San Martín se adelantó
en el uso de las tecnologías y en 1811, estando aún en España y peleando para
el ejército español, tuvo una reunión por zoom con Güemes y le explicó cómo
hacer la guerra de guerrillas.
“Lo hizo acompañado por una mujer, por varias mujeres,
Macacha, su esposa”
Macacha era la hermana de Güemes,
no la esposa… a no ser que ejercitaran incesto o que Don Martín, casado con
María del Carmen Puch y Velarde, practicase la poligamia y no nos hubiésemos
enterado.
“Había una elite en argentina que no quería que le
fuera bien a Güemes, que no quería que le fuera bien a San Martín y que no
quería que le fuera bien a Belgrano en algún momento lo mandaron a Belgrano a
defender las costas del Paraná y del Paraguay, temiendo que entraran por la
banda oriental del Uruguay y lo mandaron pobre sin ninguna fuerza real”
Ya no les alcanza con el discurso
de actuales enemigos internos que quieren lo peor para nuestro país. También buscan esos mismos enemigos en el
pasado. Esto no es una casualidad, la
lógica que siguen nuestros gobernantes es la siguiente: si tenemos los mismos
enemigos que tuvieron aquellos patriotas, entonces nosotros somos equiparables
a San Martin, Belgrano o Güemes… debería darles vergüenza… son más parecidos a
Judas Iscariote que a nuestros próceres.
Por otra parte, la amenaza de
invasión por la banda oriental era real.
Entre 1811 y 1813, varios miles de soldados españoles llegaron a
Montevideo para intentar reconquistar el Rio de la Plata. Con respecto a la pobreza de las fuerzas de
Belgrano, esta respondía a la pobreza de los proto-argentinos de ese entonces,
no fue porque lo odiaran, sino porque no había un peso partido por la mitad.
“(los constituyentes) nos enseñaron que la libertad no
es un acto individual, porque la libertad entendida como un derecho individual
es un tremendo acto de egoísmo, la libertad es un acto colectivo, lo que
garantiza la libertas es precisamente vivir en una sociedad libre”.
Estimado Alberto, los actos SON
hechos individuales y la libertad también lo es. La sociedad o los colectivos son
abstracciones que no existen por sí mismas, por lo tanto, no pueden ejecutar
actos ni ser libres. Un claro ejemplo de
esto es la Argentina del último año, durante el cual los ciudadanos perdimos
nuestra libertad para trabajar y circular en nombre del famoso “bien común” que
invocan los gobernantes, nefasto colectivismo que nos conduce indefectiblemente
al “mal generalizado” de todos y cada uno de los argentinos.
Para terminar, me gustaría darle
un modesto consejo a Alberto Fernández.
Sr. Presidente, por favor, busque alguien que le escriba los discursos y
léalos… a ver si así deja de decir sandeces.
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