Más preguntas que certezas
Raúl Martínez Fazzalari
Abogado. Director Académico de la carrera de Ciencia Política y Gobierno, Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).


Erich Fromm decía que la misión más importante del ser humano en su vida es contribuir a su propio nacimiento, ya que la vida es un proceso de darse a luz a sí mismo. En los sucesos sociales, tecnológicos o políticos algo parecido ocurre cuando surgen acontecimientos que modifican de lleno el statu quo y la tradición. Nuevos hechos que rompen las reglas del pensamiento y la acción del orden establecido y fijo. Todo cambio a lo largo de la historia ha sido una ruptura a modelos preestablecidos. Algunos se dieron de forma pacífica, otros no. Ante el uso de la inteligencia artificial estamos frente a un cambio que implica imaginar el surgimiento de nuevas formas de pensar, trabajar y actuar en la realidad, es decir, nos enfrentamos a nuevos nacimientos.
 
 
Hace unos días actores y actrices en los EE.UU. reclamaron ante la amenaza que pueda suponer la inteligencia artificial para su trabajo en los próximos años. El vertiginoso desarrollo de las múltiples aplicaciones de estos softwares, las mejoras en calidad y funcionalidades está alterando el trabajo en sus diferentes facetas. La tecnología está pegando de lleno en la redefinición de funciones en las profesiones. ¿Reemplazar las imágenes y la actuación de personas podría ser el primer paso de la eliminación de personas en otras áreas? Aún no lo sabemos. He visto el diálogo ficticio entre un actor vivo y otro muerto recreando sus voces con una exactitud que es difícil distinguir el real del ficticio.
 
Esbozos de cambios importantes que vendrán en las relaciones de trabajo, pero más importante en la creación intelectual, cultural y sus derivaciones. ¿La actuación podrá ser reemplazada por un software? Otras tareas, fundamentalmente las mecánicas, están en la primera línea de cambio. La especialización parece irremplazable: el cómo se hace, el proceso y la decisión en cada parte de los circuitos lógicos en una tarea parecen que no los afectará (por ahora). Un sindicato de escritores en los EE.UU. inició una demanda colectiva contra ChatGPT por el uso de sus textos como fuente lingüística en las respuestas que brinda, argumentando la violación de derechos de propiedad sobre las obras.
 
Si la posibilidad de recrear imágenes y voces humanas (originales o falsas) ha llegado al punto de poder reemplazar la actuación en el cine o en la creación literaria, ¿el próximo paso será para actores de teatro o para escritores? Dos temas se derivan de esto: La primera cuestión es el replanteo del futuro laboral, sus leyes, su desarrollo y la forma en que derivará todo esto. Y lo otro, la especialización como valor único en la acción humana. Por ello disciplinas como el derecho, la psicología o arquitectura, entre otras, se cuestionan su futuro inmediato.
 
Las universidades están pensando estrategias para una nueva formación ante esta realidad y su razón de ser. ¿Serán reemplazados los docentes por asistencias y tutores virtuales? ¿Quién evaluará mejor en un examen? ¿Quién podrá dar contenido más completo, didáctico y complejo: un profesor o un software?
 
Otra cuestión derivada es la propiedad y titularidad intelectual en la creación de lo obtenido por la IA. Preguntas como: ¿a quién pertenecen? Si son editadas, ¿son diferentes al original? Si el humano da la orden, ¿la respuesta es de quien la formuló?, ¿puede residir la propiedad intelectual sobre algo no humano? Son algunas preguntas de varias que estamos en el comienzo de su enunciación y, por lo tanto, lejos de sus respuestas.
 
Continuando con la idea de Fromm, nuestro constante nacimiento ante los hechos que conforman la vida ¿podrá ser reemplazado por el software?
 
 
Publicado en diario Perfil.
 

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