El liberal y la ‘’casta’’
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.



¿Como reconocer a un verdadero liberal? En realidad, la pregunta se puede aplicar a todo aquel que profesa una filosofía, un credo, un ideario, etc.
Y es una pregunta que se contesta, paradójicamente, con otras preguntas :
  1. ¿es coherente y consecuente el sujeto en el tiempo con su discurso?
  2. ¿vive y actúa el sujeto conforme a lo que predica, o no? Y finalmente :
  3. Dadas las condiciones y contexto actuales sociales ¿es adaptable en formar realista su doctrina en el corto, mediano y largo plazo?
La respuesta positiva a estas tres sencillas preguntas nos dará la clave del grado de seriedad y de verdad de la doctrina profesada.
Por el contrario, una respuesta negativa nos brindará la pauta de que estamos ante un nuevo falso profeta. Y, en muchos casos, no inofensivo sino verdaderamente peligroso.
Si profeso el vegetarianismo mientras me muestro consumiendo carnes y grasas de todo tipo, cualquier persona, aunque sea de pocas luces, podrá percatarse de que soy un pésimo ejemplo de lo que enseño, y que lo que hago, sólo lo considero ajustable a los demás, pero no a mí mismo.
Lo mismo se puede decir de cualquier otra cosa ya que el ejemplo es válido para todo lo demás.
En política y economía (que es nuestro tema actual) nuestras tres primeras preguntas se contestan en forma negativa, y esto incluye también a lo que algunos que se tildan a sí mismos liberales/libertarios se refiere.
Cuando un liberal/libertario con aspiraciones políticas se rodea (o es rodeado) de figuras que durante muchos años en el pasado tuvieron un pensar o un actuar no libertario e incluso anti libertario, debo sospechar y, por supuesto, desconfiar.
En cambio, que un socialista se asocie con otros socialistas o socialdemócratas no puede llamarnos la atención. Un socialista que se coliga con otros socialistas o -más ampliamente en términos más hayekianos- colectivistas, demuestra cohesión al hacerlo. Pero, y siguiendo con el ejemplo más familiar que dimos arriba, un sedicente vegetariano que participa en grandes comilonas, parrilladas y asados tiene que llamarle la atención al más despistado.
Las conductas confusas o inconsecuentes afectan negativamente la calidad de las ideas que se profesan y no se practican o, ¡peor aún! se practican en sentido contrario.
Como liberal, a mí me preocupa este último aspecto. No me inquieta quien procede así, porque no sigo lideres, ni mucho menos falsos mesías. Pero si me intranquiliza el daño que tales individuos le infieren al ideal que sostengo, predico y practico. Porque puedo decir que soy un liberal practicante. No un mero teórico. Yo profeso y practico tanto en mi vida pública como privada. Si bien o mal ya es otra cuestión. Nadie es perfecto. Pero esto es diferente a llevar a la práctica algo opuesto a lo que se pregona.
Entonces, es bueno recordar las palabras de Jesús que, en otro contexto, pero con mucha utilización a nuestro tema advirtió que a los falsos profetas : ´´Por sus frutos los conoceréis´´[1]
Lo engañoso de ciertas arengas políticas suele detectarse con tan sólo analizar algunos de los vocablos que impropiamente se emplean en tales alocuciones con el objetivo final de distraer la atención pública o incluso poner una cuota de esnobismo para parecer originales.
Algo así ocurre últimamente con el vocablo casta que, de acuerdo al DRAE, se define de la siguiente manera:
 
casta
Der. del gót. kastan; cf. ingl. cast.
1. f. Ascendencia o linaje. U. también referido a los irracionales.
2. f. En la India, grupo social al que se pertenece por nacimiento, y que, dentro de una etnia, se diferencia por su rango e impone la endogamia.
3. f. En algunas sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.
4. f. Especie o calidad de algo.
5. f. Zool. En una sociedad animal, conjunto de individuos caracterizados por una misma estructura o función, como las abejas obreras en una colmena.[2]
 
Algunos destinan este término a los políticos, lo cual -según el Diccionario de la Academia- no sería pertinente. Pero supongamos que lo podemos incluir en la tercer o cuarta acepción (sería muy grotesco incorporarlo en cualquiera de las restantes).
Si lo que se pretende es la censura de ese grupo en particular llamando casta a los políticos como tales, se comprende fácilmente que para que la crítica tenga algún asidero y seriedad, quien la ensaya no pertenece, ni aspira a ingresar a tal grupo. Es decir, lo consecuente para criticar a la ‘’casta’’ es estar fuera de ella, y no buscar afanosamente ingresar a la misma, y ¡menos aún ser su líder!.
Algún estúpido ha dicho que con ese término sólo pretende designarse a quienes por muchos años han pertenecido al grupo en cuestión así tildado. Pero como podemos advertir del mero examen de las cinco acepciones que nos da el diccionario de la Real Academia, en ninguna de ellas se hace alusión al factor tiempo, ya que sería absurdo que así lo concibiera.
Claramente, para formar parte de la casta basta haber ingresado en alguno de sus estamentos el primer día. Y los estamentos de la mal llamada casta política son los distintos niveles en cualquiera de los poderes y organismos estatales de cualquier orden, ya sea municipal, provincial, o nacional. Es inútil buscar una coartada cobarde para escapar por la tangente buscando eufemismos que no existen.
Por lo demás, ¿de quién dependería asignar cuánto tiempo es necesario para recibir el título de miembro de una ‘’casta’’? Sólo un dictador podría hacerlo, negándole tal facultad al resto de los seres humanos.
Pero, en realidad, la palabra casta no se adecúa estrictamente a los políticos o -más aún- a la política, al menos en una democracia donde los gobiernos son elegidos por el voto popular, y esto hace que sus integrantes si no son reelectos vuelvan al llano, con lo que -al menos en principio- dejarían de formar parte de la tan vapuleada ´´casta´´.
Entonces, hablar de la ''casta política'' es mero palabrerío superfluo y, por, sobre todo, un recurso demagógico y oportunista que habla más en contra que a favor de quien hace uso de herramientas tan pueriles.
 

[1] Mateo 7:16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
[2] Real Academia Española © Todos los derechos reservados.
 

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