‘’Libertarios’’ y Constitución
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.



En un reciente debate que mantuve (intenté sostener, en rigor) con autodenominados ''libertarios'' expuse (en lo que me permitieron, que no fue demasiado) los impedimentos legales, más concretamente constitucionales de llevar a cabo la gran mayoría (sino todas) las propuestas que su plataforma política y económica estaba ofreciendo al electorado.
Escribí previamente sobre ellas en este sitio (clic en el subrayado).[1]
Mi intención era la de debatir, acostumbrado como estaba al método que mantuve siempre, y con el cual me formé académicamente.
Para mi sorpresa y descolocación, como respuesta obtuve un rosario de insultos y epítetos irreproducibles contra mi persona como jamás me había ocurrido antes, incluso en situaciones similares en que polemicé temas análogos con personajes de la izquierda socialista más extrema.
El más moderado de ellos me contestó ''Me c….o en la Constitución'' expresión celebrada ruidosamente por sus colegas sedicentes ''libertarios'' y en medio de los festejos de estos agregó que ´´Es un mero papel que no sirve para nada y ¿cuál es el problema? ¡La cambiamos y listo!''.
Confieso que, en mi torpeza, tardé un poco en darme cuenta que estaba en medio de una secta de fanáticos dispuesta a todo, inclusive hasta el linchamiento con el objetivo de imponer sus ideas o, mejor dicho, su doctrina aprendida de memoria y sin permitir argumentación en contra de ningún tipo.
Rememoré debates análogos con gente de la izquierda socialista más extrema y no recordé un nivel de agresión del tipo que estaba viviendo actualmente.
En el tumulto verbal que siguió entre ellos contra mi persona, uno llegó al extremo de culpar a la Constitución histórica argentina de haber llegado a un 60% de pobreza en la actualidad y otros lo secundaron con disparates del mismo o peor tenor.
Como mejor pude, traté de decirles que, por el contrario, la culpa de la pobreza argentina actual no la tuvo la Constitución sino, precisamente, su sistemática violación por parte de casi todos los gobiernos, especialmente los habidos desde la segunda década del siglo XX hasta la actualidad.
Intenté explicarles que, mejor sería dejarla como esta y cumplirla. Con eso sólo, despegaríamos. Pero tenemos una larga tradición de violadores seriales constitucionales, militares y civiles, pero más estos últimos que los primeros. Cada uno quiso hacer una CN a su medida para perpetuarse en el poder. Y sólo eso. El problema es que todos la violaron, casi al poco tiempo de sancionarla.
Agregué que se modificó su texto en 1994 para darle más poder a los políticos y menos al pueblo. Y si la reforman otra vez será para darle más poder a los políticos y menos al pueblo. Y que sería mejor volver a la original y cumplirla.
Pero mis palabras cayeron en el vacío, y sólo conseguí que se enfurecieran aún más. Cada vocablo que yo agregaba en ese sentido era tomado por ellos como que yo estaba atacando a su líder carismático e indiscutido. Su ira iba en aumento.
Confieso que fue una de las experiencias más frustrantes y sorprendentes de mi vida, ya que era la primera vez que noté que era imposible un intercambio de cualquier naturaleza con personas que se habían pegado a sí mismas la etiqueta de ''libertarios'' al tiempo que mostraban actitudes completamente reñidas con la idea que yo tenía del contenido de esa palabra antes de que sucediera el hecho que acabo de relatar.
Es cierto que había tenido unos cruces esporádicos con algunos de ellos antes, y de buena fe pensé que me había topado con unos pocos exaltados.
Pero esta última ocasión, algo más numerosa, me termina de convencer que me hallaba en medio de un grupo de sujetos verdaderamente peligrosos e imaginé de inmediato que, con un poco de poder entre ellos podríamos llegar a revivir las experiencias que en el pasado resultaron en los movimientos fascistas y nazistas.
Como hombre de leyes, soy muy respetuoso del orden constitucional y mis estudios de Law and Economics me dieron la luz suficiente como para darme cuenta de la interrelación y dependencia de ambas disciplinas, y los desastres sociales que pueden llevarse a cabo si se desconocen esas interacciones y se actúa como no existieran y, encima, se las combate, ya sea por ignorancia o bien deliberadamente.
Es verdaderamente muy preocupante a todo nivel que sujetos como los mencionados en las líneas anteriores pudieran llegar al poder, poseedores de un fanatismo irreflexivo que los hace plenamente merecedores del adagio aquel por el cual reviven un lema tenebroso: '''El fin justifica los medios''.
La posibilidad de que esta gente llegue a gobernar es una circunstancia sumamente luctuosa para la desdichada nación argentina que, al tradicional populismo de izquierda, suma en esta hora la peor expresión de un populismo de derecha.
Claramente, me di cuenta ahora que esta gente no tiene punto de contacto ni nada en común con los liberales en el sentido clásico del término, sentido que debió agregarse, desafortunadamente, para poder ser distinguidos de esa secta de fanáticos adoctrinados en una religión que ha usurpado para sí el mote de libertarios en un significado bastante disímil al que la expresión es usada en los EEUU.
Pero lo más lamentable es que, mucha gente (o la mayoría probablemente) no hace distinción entre liberales y libertarios y desconoce las diferencias entre ambos vocablos y -por, sobre todo- los conceptos disimiles que ambos involucran.
Volviendo al aspecto constitucional que es por el momento el que más me preocupa, es cierto que una constitución puede modificarse. De hecho, se ha intento muchas veces en el pasado. Juan Domingo Perón quiso tener su constitución propia, y lo logró en 1949.
Con alguna excepción meritoria, en los gobiernos que le siguieron, todos los presidentes habidos desde entonces, especialmente los civiles electos por el voto, también quisieron tener su propia constitución, hecha a su medida. El único que lo logró, al punto de obtener su reforma que se mantiene hasta hoy, fue Menem, innovación que lo recompensó permitiéndole un segundo mandato, y los presidentes que vinieron después ansiaron también repetir la experiencia.
Manifiestamente, se trató de una transformación que desnaturalizó la constitución histórica y socializó lo poco de liberal que le había quedado a la Constitución tras la del art. 14, incorporando el 14 bis que contradice así todo el articulado de la misma.
Si cada modificación sigue esta tendencia, será mejor que no se la toque más.
 
 


 

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