¿Volver a empezar? No, otra vez

Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
En agosto de 2010, hace ya
más de una década, publiqué en este mismo espacio una nota titulada Volver a
empezar. Hoy, frente al proceso electoral que estamos transitando, sus
argumentos continúan resultando tan pertinentes como en ese entonces. Cometer
errores es humano, repetirlos sistemáticamente es imperdonable.
Veamos los hechos. En
1962, luego de la caída de Arturo Frondizi, el rabino americano Marshall Meyer,
quien durante 25 años vivió en nuestro país, salvó incontables vidas durante el
proceso militar y fue el único extranjero invitado por Raúl Alfonsín a formar
parte de la CONADEP, expresaba que en la Argentina uno aprendía la lección de
la responsabilidad individual justamente por su carencia; en la Argentina el
otro era siempre el deshonesto, no sabía trabajar, no pagaba impuestos, era materialista.
Nos convertimos en una población de otros.
Al fin y al cabo, ¿en qué
momentos relacionamos en nuestra vida cotidiana el resultado de nuestras
acciones con nuestra propia responsabilidad, en lugar de culpar a los demás?
¿Cuándo reconocemos que somos responsables de nuestras elecciones y, por ende,
si bien tenemos pleno derecho a disfrutar de nuestros aciertos, debemos asumir
las consecuencias de nuestros errores? ¿Cuándo, por ejemplo, aceptamos que
nuestros hijos son aplazados porque no estudiaron y no por culpa de la injusta
maestra que desafortunadamente les ha tocado en suerte?
¿Quiénes son los otros en
términos políticos? Los anteriores gobiernos, sin la menor duda. Todo lo que se
ha hecho está mal y la principal tarea de una nueva gestión será corregirlo,
retrotraerlo a cero y reconstruir la Nación, de una vez y para siempre. Volver
a empezar, para esta vez sí salir adelante.
¿No hemos escuchado frases
como esta una y otra vez? ¿Alguien puede asegurar que no volveremos a
escucharla? Cómo no asociarlo a aquel relato de la mitología griega en el cual
Sísifo era condenado a subir con una enorme roca a lo alto de una colina y,
cuando finalmente lo lograba, la roca volvía a rodar hasta la base, con lo que
su destino era repetirlo una y otra vez durante toda la eternidad.
¿Podemos tener tan mala
fortuna que nunca nadie haya hecho algo bien? A modo de ilustración, frente a
la crisis económica que estamos viviendo una vez más, podemos criticar, y con
justa razón, a los responsables de la misma. Sin embargo, no es razonable
además preguntarnos: ¿por qué nos ocurre lo mismo una y otra vez?
En los últimos 50 años han
ocupado el Ministerio de Economía o el banco central numerosos profesionales,
de las más diversas ideologías y muy calificados. Veamos tan sólo algunos
nombres, en orden alfabético: Roberto Alemann, Mario Blejer, Domingo Cavallo,
Adolfo Diz, Roque Fernández, Aldo Ferrer, Javier González Fraga, Martín Guzmán,
Roberto Lavagna, Ricardo López Murphy, José Luis Machinea, José María Dagnino
Pastore, Pedro Pou, Alfonso Prat Gay, Juan Sourrouille, Federico Sturzenegger y
Adalbert Krieger Vasena, entre otros. ¿Es posible que ninguno de ellos haya
hecho nada bien? Sencillamente es imposible.
Esa es la foto de la
Argentina. Por ello, recordando aquella frase que en diversas versiones se le
atribuye a Albert Einstein: "Si quieres resultados distintos, no hagas
siempre lo mismo," es hora de dejar de buscar la piedra filosofal y
enfrentar la realidad.
"Todos los problemas
son problemas de educación" nos decía Domingo F. Sarmiento. ¿Qué mejor
definición para comprenderla? Al fin y al cabo, desde el crecimiento económico
genuino hasta la equidad distributiva se encuentran directamente asociados a la
educación.
Es imprescindible asegurar
a todo niño una educación de excelencia más allá de su cuna. Pero para ello, es
imprescindible enfrentar primero la desnutrición infantil, un niño desnutrido
no puede aprender. Tengamos, aunque más no sea, la vergüenza de admitirlo y no
perdamos un día más en comenzar la tarea.
Es imprescindible que haya
clases. Puede parecer una obviedad, pero alguien puede dudar que si el próximo
gobierno no representa al oficialismo retornarán los interminables paros
docentes. Tengamos el coraje de admitir que los mismos atentan contra la
educación de quienes menos tienen y, por ende, más apoyo necesitan. Esa es la
realidad, cualquier otra interpretación es sólo una fantasía de nuestro
imaginario para sentirnos algo mejor.
Es imprescindible que millones
de personas que reciben planes sociales se eduquen, adquieran capital humano y
se capaciten en oficios, para que puedan con orgullo llevar el pan a la mesa
familiar y se rompa el círculo vicioso de la pobreza.
Es imprescindible tanto
más, pero por algo hay que comenzar. Todos los problemas, son problemas de
educación. El día que el ministro de Educación se convierta en la principal
figura del gabinete, nuestra realidad comenzará a cambiar. No sucederá de un
día para otro, pero si seguimos haciendo siempre lo mismo, no hay motivos para
esperar resultados distintos.
Publicado en El Cronista.
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