La conciencia estatista traba la economía
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El Estado
aparece cuando expropia el poder a clanes, tribus y sistemas de parentesco o
sea cuando la sociedad adquiere cierto grado de complejidad. Ejerce el
monopolio de la violencia sobre un territorio determinado, siendo la única
institución que puede ejercerla para
garantizar normas comunes a los miembros de la sociedad. Coordina, además,
las funciones sociales en toda
sociedad compleja. Es vital su existencia porque es una institución con
funciones que solo ella puede realizar, responsable del orden, separada de la
sociedad civil y por lo tanto visible para ella.
Han
surgido grupos que proponen su eliminación tal como quería Marx y los
anarquistas desde una visión que se apoya no en tratar de mejorarlo sino en su
destrucción. Marx creyó que era posible y también Lenin quien trató de
implementarlo en Rusia y en todos los países de la órbita soviética sin ningún
resultado- por el contrario en busca de un mundo mejor se llegó por primera vez en la historia- luego del
intento durante la Revolución francesa-
al régimen totalitario.
Hoy
los argentinos han votado por el cambio que proponía Cambiemos en la campaña.
Hartos de corrupción, inflación y autoritarismo se votó por una democracia
mejor y por una economía que dejara atrás al flagelo inflacionario, tan
repetido y por lo tanto, tan conocido, que le impone ser pobre al asalariado.
Pero,
la conciencia estatista de la mayoría
de la sociedad provoca que se haya elegido un modelo económico “desarrollista” . No ayudará a alcanzar la prosperidad
económica. Con planes fantasiosos dirigidos desde el Estado se llevará al país
a más inflación, desorden, desaliento y corrupción. Hay que terminar con estatismo, dirigismo e intervencionismo.
El
Gobierno pide sacrificios a quién más se ve perjudicado, el obrero o el
jubilado. Pasaron dos años y los problemas que dejó la administración anterior,
no han sido solucionados.. No se trata
de quedarse en los objetivos a alcanzar como se está haciendo aún, sino en fijar con claridad métodos para
lograrlo, dejando atrás parches, fantasías y buenas intenciones.
Los
responsables de la economía están retrasando el esfuerzo nacional mediante
gasto público. Error. Sabemos que se requiere tiempo para arreglar la economía,
no se puede haerlo en un santiamén. Pero, no existe un plan de estabilización que
permita saber a todos los sectores
productivos, nacionales y extranjeros, cuál es el camino, ni se ve que pasen a la acción para hacer un profundo cambio estructural que cambie,
en serio, el modelo económico.
En vez
de combatir el gasto público para reducir la inflación, lo impulsan y pretenden
que la gente los acompañe con cada vez más sacrificio. Si siguen dejándose
estar los problemas estructurales serán
mayores y se tendrá que aumentar más la emisión y la deuda. Veremos la misma
película: entre otras cosas, se atrasarán los sueldos, les costará cobrar y
percibir el aguinaldo a jubilados y pensionados. Y los maestros saldrán, más
seguido a la calle, a reclamar por justicia y sensibilidad social.
¡Dónde
están las reformas estructurales serias
que terminen con las regulaciones y la consiguiente maleza burocrática, los
costos de servicios del estado,
impuestos distorsivos y todo lo que influye negativamente sobre la producción?
Hasta que los costos no puedan competir
con los niveles internacionales no habrá progreso. Se seguirá provocando la actitud
empresarial aprendida de políticas intervencionistas que no es otra que la de
pedir protección y privilegios al Estado.
Una
empresa, ya sea agropecuaria o industrial, debe medirse por su eficiencia. Acá
no se la incentiva.
Hay
que volver a dar las cartas quitando los obstáculos con un plan de
estabilización integral que tienda de una vez por todas a destrabar la
iniciativa individual dejando de lado la omnipotencia de burócratas que
pretenden ser capaces de decidir lo mejor, cuál inversión es la adecuada y cuál
la pasada de moda, decididos a planificar el desarrollo.
No hay
otro camino que sacarle al estado la función de empresario. Ha demostrado
holgadamente que no sirve para ello. Debiéramos exigirle desempeñar con eficiencia los roles
constitucionalmente indelegables y animarlo a ir lo más rápidamente posible
hacia una economía de mercado.
El presidente Macri tiene buenas intenciones pero,
como señaló Max Weber, lo que cuenta en política, es la ética de las consecuencias.
Los líderes
democráticos del mundo le han dado la bienvenida y aplauden sus declaraciones
que indican que quiere hacer las cosas bien. Pero las declaraciones no bastan. Esperemos
que nuestro presidente no sólo vea con claridad que hay que mejorar la política
económica, sino también, que encuentre el camino. Y no hay tantos, solo dos y
sus variantes: el dirigismo o la libertad. Hay que unir el pensamiento político
liberal y democrático con el económico.
El Gobierno
tiene aún la gran oportunidad de” hacer camino al andar”. Hemos, durante muchos
años, equivocado la ruta. No repitamos, hay que ver, a la luz de la historia,
muy bien el mapa. Si acierta durante éste año, la gente lo apoyará para un
segundo mandato, pero no es con medidas populistas que vendrá el éxito. Los
argentinos querrán ver consecuencias positivas que indiquen que valió la pena
haber hecho un denodado sacrificio.
Entonces,
no es cuestión de hacer desaparecer al Estado, como pretendió Marx desde detrás
de un escritorio, pero sí limitarlo y controlarlo. Para ello no hay mejor
solución que fortalecer a la sociedad civil.
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