Interpelación a los inquisidores de Aranguren
Antonio Margariti
Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor
del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo
para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de
Rosario.
"Hoy resulta que
es lo mismo ser derecho que traidor; ignorante, sabio, chorro;
generoso o estafador: todo es igual, nada es
mejor…"
En
estos días, el ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, confirmó
públicamente que tenía gran parte de sus ahorros depositados en cuentas
bancarias fuera del país, Holanda y EE.UU.
Su
franqueza vasca llegó a un punto tal que
confesó la cifra: 88 millones de pesos
que fueron producto de una bonificación recibida de mi anterior empleador ( Shell
) en acciones que estaban en el
exterior y que al asumir como
ministro fueron vendidas para no
incurrir en un conflicto de intereses.
Luego,
como buen eúskaro -totalmente carente de malicia- siguió manifestando que lo
tengo en una cuenta a la vista, porque soy muy malo como inversor, con un
interés del 0,1 % anual.
Hasta
aquí nada sería objetable sino, por el
contrario, elogiable. Porque en el turbio espacio donde se mueven políticos y
autoridades públicas, sólo abundan fingimientos y tapujos. No existen
testimonios de tamaña claridad conceptual ni de tanta sinceridad como el de
Aranguren, sin falsedades ni hipocresías.
Sin
embargo, en la picaresca criolla, la anterior anécdota quedó obnubilada porque
el ministro reafirmó su posición diciendo que
esta decisión tiene que ver con la confianza que hemos perdido en la Argentina.
Todavía lo sigo teniendo y veré el momento en que volveré a traer el dinero a medida que recuperemos la confianza, porque
en una Argentina donde había un cepo cambiario no tenía sentido dejarlo. El que
se quemó con leche ve una vaca y llora.
Aquí
fue el desastre y la hecatombe. Era
imposible que ciertos fariseos, sedicientes comunicadores sociales, pudiesen tolerar
tamaña sinceridad y nada menos que de un
ministro de Mauricio Macri. Aranguren
tendría que haber fingido fervor progresista y un espíritu de austeridad aún
cuando careciere de ambos atributos o hubiese abjurado de ellos, porque entonces sí
que sería venerado como un funcionario políticamente
correcto.
En
la modernidad argentina parece ser
infinitamente más piola el político que promueve el saqueo de miles de millones
de dólares de las arcas públicas para llenarse los bolsillos, que quien
confiesa claramente ser un empresario valiente y honrado, que se plantó frente a las iniquidades de un
gobierno arbitrario y resistió las presiones de rendición o la exigencia de
abonar coimas para seguir haciendo negocios lícitos y honestos.
Cierta
prestigiosa figura
en el ámbito de las finanzas internacionales, ha podido señalar en twitter y facebook que, tratándose
de un ministro no es un tema de derechos, sino
de ética política. Pésima señal ha dado [ Aranguren ], porque si él, que está en el gobierno, no tiene confianza en
lo que está haciendo se tiene que ir.
Otro eminente analista económico le replicó: Aranguren se
equivocó en lo que dijo (sobre la confianza), NO en tener la plata afuera. El ministro
o quien fuese puede tener los fondos donde quiera. Y si el tema es de ética
política, habrá que ver quién tira la primera piedra. Rescato el absoluto
derecho del ministro Aranguren a tener su plata donde se le cante. Perseguirlo
con ese tema es un ataque personal. Disputo
la idea básica de que tener los fondos fuera del país no es ético, como si él tuviera que atenderse obligatoriamente en un
hospital público, en mandar sus hijos a
una escuela del Estado o preferir
acciones de YPF antes que comprar las de Axion Energy. Eso no es ética.
Sin embargo nos parece que toda esta controversia es
totalmente confusa y errónea. Muestra la desorientada visión que seguimos
teniendo sobre las causas de nuestra decadencia de hace 70 años. Pero también incurre
en esta deformante perspectiva la defensa que el presidente Mauricio Macri
hiciera de Aranguren.
El ministro Aranguren sólo es criticable pero
otra razón mucho más sustancial, importante y decisiva que la del derecho a
dejar sus ahorros fuera del país o su deber de repatriarlos para que sean arrebatados por esa máquina trituradora que
es el Sistema Impositivo Argentino.
Se trata de que él y sus
colegas del gabinete de ministros de Cambiemos están ahora en el Gobierno.
Ellos son los que tienen el poder. Ellos ocupan los cargos de mayor relevancia
en el Estado. Ellos y no otros, son responsables de cambiar el país. Ellos
deben obrar de manera que no vuelva a suceder que los capitales -honestamente
poseídos- deban huir hacia el exterior
para conseguir protección jurídica, tratamiento equitativo y razonabilidad
impositiva.
El Estado es un ente de
razón jurídica que consigue existir actuando en sí mismo porque se atribuye el
derecho absoluto de arrebatar nuestros ingresos mediante impuestos o la
facultad omnímoda de regular la acción
privada con leyes que limitan la libertad de elección en los contratos particulares,
reemplazándolos por regulaciones que privilegian a grupos corporativos cuasi
mafiosos.
El ministro Aranguren y
el gabinete nacional, todos ellos sufrieron en carne propia las razones por las
que es imposible ahorrar e invertir en el país. También reconocen que, en el
pasado, tuvieron que convertir en dólares los ingresos de su trabajo personal,
para transferirlos sigilosamente a cuentas bancarias fuera del país con el fin
de ponerlos a salvo de la codicia y el arrebato en manos de políticos impresentables.
Entonces de lo único
que se le podría inquirir, cuestionar o recusar a Juan José Aranguren es de no
haber contribuido a remover con valentía e imaginación las trabas que paralizan
el crecimiento y la expansión económica de Argentina.
Específicamente sólo podríamos
acusarlo de que él no haya insistido tercamente, como buen vasco, para que el
gabinete del presidente Macri hubiese llevado adelante y sin demoras, las
iniciativas tendientes a terminar con estas causas de la secular decadencia argentina:
1° La insensata emisión
de moneda espuria que, desde la
nacionalización del Banco Central a la fecha, ha sufrido inconvertibilidades,
hiperinflaciones, cepos, controles de cambio, corralitos y corralones, impedimentos
para usar monedas convertibles y la salvaje eliminación de 13 dígitos al signo
monetario en los últimos 48 años.
2° El perverso sistema de
impuestos múltiples, compuesto ahora por 98 impuestos que arrebatan el 75% del
valor económico creado por las personas físicas que trabajan honestamente en el
sector privado.
3° El mafioso régimen de
juicios laborales que permite saquear a las empresas pequeñas y medianas constituyendo
circunstanciales asociaciones ilícitas para aprovechar los litigios entre
obreros y empleadores.
4° El predominio del
monopolio sindical que trata a los sectores de actividad como algo uniforme en todo
el país, consagra la ultra-actividad, abusa de los derechos adquiridos e impide
la libre negociación de convenios colectivos por empresa.
5° La persistencia de
un Estado torpe e inepto que pretende regular la vida privada de los ciudadanos
con registros innecesarios, trámites absurdos, obstáculos legales y trabas administrativas
que ahora, para colmo, no serán suprimidas sino informatizadas.
6° El creciente clima de
inseguridad jurídica como consecuencia de sospechas de corrupción en la
justicia, la desmesura en la duración de los juicios, la legitimación de chicanas
procesales, la protección garantista a
los delincuentes, la fácil excarcelación de criminales, los honorarios legales
no condicionados al tiempo dedicado ni al nivel intelectual de la tarea y la
aparición de sentencias erráticas que alteran o perturban la continuidad de
jurisprudencias razonables y sensatas.
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