Necios, no faltan sino sobran dólares
Antonio Margariti
Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor
del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo
para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de
Rosario.
Desde 1983
con el regreso de la democracia y excepto en la convertibilidad de Domingo
Cavallo, todos los gobiernos sin excepciones han administrado el Estado para
ellos mismos, sus gastos y derroches, nunca gobernando para la Sociedad a la
que confiscan rentas y capitales como “bienes mostrencos para saquear”
Ahora
mismo, el presidente Fernández, el ministro Guzmán y el director Miguel Pesce
muestran desesperación por la falta de dólares en el Banco Central. Tal como lo
denunciaron Ricardo H. Arriazu y Domingo
F. Cavallo, el gobierno está tentado de utilizar encajes bancarios de ahorros privados en esa
divisa y obligar a los tenedores en dólares blancos de cajas de ahorro y del
exterior a canjearlos por pesos al tipo de cambio oficial, perdiendo gran parte
de un legítimo ahorro sobre el que pagaron
y pagan exorbitantes impuestos.
¿Lograrán
imponer el señoreaje al $ argentino para quedarse con la riqueza privada
mediante una inflación galopante que les hará perder capacidad adquisitiva?
No
lo sabemos, pero tenemos derecho a dudar!
La
ceguera ideológica y la enfermiza intención de quedarse con dinero ajeno les impide ver que no faltan
dólares, sino que sobran miles de millones. Están en poder de la gente honesta
que trabaja y ahorra para la vejez y sus hijos. Esas personas dignas recelan de
la malicia ideológica del gobierno y
repudian ampliamente el intervencionismo que degenerará en tiranía del Estado.
El esquema mental que domina a los gobernantes, su desesperación, su codicia, sus
ansias de poder, sus ganas de ir por todo y su falta de ideas teóricas y prácticas están
hundiendo al país en un pozo del que no saldremos más. Así lo acaban de declarar
el propio presidente y su jefe de gabinete.
Entre la “buena teoría
económica” y las “escuelas de
política económica” siempre existe una relación intelectual biunívoca. Biunívoca significa una relación
que asocia cada idea de la teoría
económica con otra idea de la política
económica y cada elemento de esta
última con uno sólo elemento de la teoría económica. Sólo
así se puede ser coherentes porque se entiende lo que hace y se pueden decidir medidas prácticas-eficientes para solucionar problemas reales y no de ideología sectaria.
Aquellos funcionarios que están envueltos en la densa neblina
de la Macroeconomía creen que sus “números
agregados” sirven para tomar medidas
correctas y consistentes. Se equivocan de punta a punta. Los gobernantes no
deben tener una visión excluyente para conseguir la “consistencia
de la Macro” ni el “equilibrio de los agregados globales”. Porque
terminan matando y destruyendo la verdadera cocina de los hechos económicos, que
“ocurren y se equilibran en la Micro”,
en los mercados libres, con sus morfologías y en un afinado cálculo de
economicidad, para lo cual necesitan una moneda estable convertible. Sólo así
asegurarán el abastecimiento de insumos y la producción de bienes y servicios
para la población.
Sin duda alguna, los datos agregados por la Macro son heterogéneos,
estériles y confusos. Se equiparan a la Fenomenología Aritmética de
Husserl, a la Meteorología, a la Climatología y al pronóstico del tiempo. La Macro no es otra cosa que un simple intento de simplificación, para trasladar
predicciones semejantes a estas ciencias ambiguas, inexactas e imprecisas. No estamos en campo exacto sino
probable.
En efecto, los datos acumulados
(valores económicos agregados) se
componen de la sumatoria que representa una mescolanza de cosas distintas,
dispares, contradictorias y heterogéneas.
Como ser: * producción de hierro + extracción de aluminio + laminado de aceros + transacciones
bancarias + construcción de viviendas+ shopping + fletes de transporte + trabajo del ama de casa
+ artes y oficios + peluquería, medicina,
diseño y kinesiología + deportes individuales y competitivos +
espectáculos públicos + museos + la producción rural de soja y trigo + parición y venta de vacunos, ovinos y porcinos
+ explotación de minas metalíferas +pólizas
de seguro + cirugías estéticas + extracción
de gas o petróleo + justicia civil, penal y laboral + seguridad policial brindada
por el Gobierno + gasto público + inversión
pública + servicio diplomático exterior + crisis naturales de tornados + incendios
forestales y terremotos + sueldos de funcionarios políticos, legisladores, asesores, jueces y ministros.
Sería importante que alguna vez, algún macroeconomista cercano al gobierno nos explique -con espíritu crítico- cuál es el resultado de sumar este promiscuo revoltijo de datos y cómo les sirve para tomar decisiones. Ya lo dice el refrán español “no se pueden pedir peras al olmos”.
Pero además, los datos macroeconómicos sólo tienen en cuenta
el valor agregado final. Borran absolutamente todos los datos intermedios porque
duplican el cálculo y reducen la importancia política del Gasto Público. Esos datos intermedios, sin
embargo son sumamente importantes por estas razones: a) por la producción de
insumos, b) por producciones regionales,
c) por ítems del costo de producción y d) por el
cálculo económico (incluyendo cargas
sociales e impuestos pagados por empresas).
Si se toman medidas con este batiburrillo, que afecta la individualidad de sectores, las provincias,
las familias, las empresas y las instituciones, ello explica porque para
estabilizar la Macro terminan matando la
gallina de huevos de oro, que es la que
les procura bienes y servicios necesarios para que la población y ellos mismos,
puedan abastecerse.
De esta obtusa ideología keynesiana, se derivan errores, fracasos, impotencias, marchas atrás, controles
policiales, degüello de la libertad, descabezamiento de la libre iniciativa
privada, excesos de registros, trámites, certificados, regulaciones, protocolos,
impuestos, sanciones, multas, quiebras, cierres y clausuras. Es decir la aplicación
de auténticos métodos de tortura por un Estado necio que repite como
loro hablador “El Estado te cuida”, obviando
lo de “Somos responsables de cuidarnos nosotros”.
Por eso, todo lo que se aprende en la
universidad, incluida Columbia adonde
estudió Martin Guzmán es irrelevante y
no sirve de nada porque sus graduados no saben solucionar los problemas
prácticos de la microeconomía real. De allí que los discursos de Guzmán sean lánguidos, imprecisos, superficiales e
inútiles.
Las carencias de este hato de funcionarios improvisados, sólo dotados de viveza recaudatoria y
triquiñuelas de la estofa política, están indicadas en las memorias Henry Kissinger: “La función pública no crea capital humano, lo
consume. En la experiencia ministerial, debe aprenderse cómo se toman
decisiones sin pérdida de tiempo, desechar
recomendaciones interesadas de consejos
asesores de Sindicalistas y Empresaurios, porque ellos sólo quieren sacar
ventajas para su propio molino”
Los funcionarios debieran estar en condiciones intelectuales
de entender lo que enseña una buena teoría económica, para saber adaptar la
aplicación concreta con el propósito el establecer
un Orden económico que interrelacione los demás órdenes de la vida, haciéndolos
coherentes con los mismos valores morales y reglas técnicas.
Además tienen que abstenerse de las manías regulatorias porque
interfieren, traban y paralizan las prácticas privadas de los actos económicos.
Con lo cual provocan el estancamiento.
Por ello necesitan leer mucho sobre escuelas de gobernanza:
Socialismo de Mercado, Keynesianismo, Monetaristas
de Chicago, Escuela Public Choice de Virginia, Escuela Austríaca de Viena y
Escuela Ordo de Friburgo. También conocer bastante la historia económica de su
propio país y la particular idiosincrasia y particularidad de la población activa y de los reclamos extorsivos de agitadores, punteros y holgazanes.
Para esto no sirve de nada la información obtenida en becas del exterior. Mucho menos los datos
agregados por la nebulosa Macroeconomía.
Deben entender que la riqueza del PBI no cae como maná del cielo ni de las
regulaciones del Gobierno. Son el fruto del mérito, de la capacidad innovativa,
del espíritu creador, de la iniciativa privada y del esfuerzo individual. Hoy las
fuerzas que podrían recuperar el país están comprimidas como un resorte.
Pero si el Estado les arrebata el resultado de sus méritos,
confisca la propiedad privada y alienta ocupaciones de tierras, expolia la renta y decapita contribuyentes con la guillotina
tributaria, impide toda posibilidad de progreso, crecimiento y bienestar para
todos.
La gente desconfía de la bondad de su gobierno, y está
comprobando por la evidencia que se estimulan sabotajes, ocupaciones de propiedades, consumo de narcóticos, humillación de la justicia, manoseo a las
instituciones y modificación constante de reglas según convenga. Entonces, irremediablemente tratarán de proteger
el “habeas corpus et patrimoniun familiaris”
escondiendo operaciones, trabajando en negro, barrani eludiendo impuestos
abusivos, comprando dólares y guardándolos en ocultas cajas extrabancarias. De
allí que fracasan y seguirán fracasando,
hundiendo el país, huyendo empresas y emigrando población valiosa. Se
quedarán con millones de ineficientes burócratas, estériles empleados y con otros millones de planeros
que no quieren trabajar sino vivir con
la renta de un prójimo que ya no está
más en el país. Triste final de un Estado fallido y de una Argentina sometida a
la irracionalidad política.
Nuestros ministros debieran saber consultar y leer a ciertos
autores; Ludwig Von Mises, Wilhelm Röpke, Walter Eucken, Friedrich von Hayek, Franz Böhm, Milton
Friedman, James M. Buchanan, Gordon Tullock, Arthur Laffer, Steve Hanke, Luigi
Einaudi, Antonio De Viti di Marco, Guillermo Calvo, Domingo Cavallo, Michel
Albert, Ernst Schumacher o Mancur Olson.
Cuyos consejos y enfoques han servido
para la obtención de éxitos económicos en países adelantados y en vías de
desarrollo.
Mientras tanto, los argentinos, encerrados en la cueva cerril
y obcecada del keynesianismo, el intervencionismo y el progresismo anticapitalista
estamos en serio peligro de hundirnos definitivamente en la noche de la
historia.
Deben comprender los
gobiernos radicales, progresistas, conservadores, peronistas,
justicialistas, kirchneristas, macristas,
larretistas o nacionalistas que tienen una sóla y esencial obligación: la de recrear un Orden Económico interrelacionado con los demás órdenes de la
vida cívica, moral, educativa, jurídica, de seguridad, relaciones laborales y
diplomacia exterior. Ese Orden Económico debe respetar
a rajatablas ocho principios constituyentes y cinco exigentes principios
regulatorios. Sólo así podrán conseguir un Buen Gobierno.
PRINCIPIOS
CONSTITUYENTES
|
DEL ORDEN ECONÓMICO
|
A
CARGO
|
DEL ESTADO
|
1. Moneda estable convertible
|
1.
Vigilar la cartelización y monopolios
|
2.
Sistema de precios libres
|
públicos o privados.
|
3. Mercados
abiertos
|
2.
Abstenerse del manoseo a ingresos.
|
4. Política económica duradera
|
3.
Corregir los efectos externos.
|
5. Propiedad privada
|
4.
Prevenir fallos de abastecimiento.
|
6.
Responsabilidad individual
|
5. Desmontar trabas y regulaciones.
|
7. Libertad para elegir y contratar
|
* Walter Eucken: “Grundsätze
der
|
8.
Sistema impositivo simple tolerable
|
Wirtschaftspolitik”, Tübingen,
2004
|
El Proceso económico y la acción humana para producir, comerciar, ahorrar, invertir, estockear,
distribuir, consumir, transportar, capitalizarse
y crecer deben ser librados a un sistema de competencia ordenada por la
eficiencia; permitiendo el libre cambio,
mejores productos y a más bajos precios. Sólo así alcanzaremos la justicia
distributiva que no resulta de las dádivas de políticos demagogos e ignorantes, sino del propio proceso que
brindará la enorme satisfacción del
deber cumplido, el reconocimiento del mérito y el esfuerzo con justa retribución a todos los que
participan en los medios de producción.
Si se entiende, habrá justicia, libertad, orden y progreso. Sino no se comprende entraremos en la
injusticia, el servilismo, el
desorden, la represión y la anarquía. En
nuestro destino no habrá otra alternativa, Dios lo impida!
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